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Rompamos una lanza en favor de Thief

Llegará a ellos este mismo otoño
Por Alvaro Ondina

Muchas han sido las críticas que ha recibido el bueno del maestro ladrón tras su regreso a las azoteas y los callejones de la Ciudad. Algunas llenas de alabanzas, otras duras, casi en tono de bronca "Jo, Garrett, ¿qué te ha pasado? tú antes molabas...". Las últimas, las menos, vienen argumentadas y llenas de luces y sombras, como el estupendo análisis de Dayo en ésta misma web con su versión expandida. ¡Que no se diga que aquí no damos DLCs gratuitos!

 

Fieles a estos altibajos, las puntuaciones han oscilado entre un cuatro de alguien que directamente reconoce odiar los juegos de sigilo (un aplauso al redactor jefe de esa publicación), a nueves y pico que hacen pensar en contratos publicitarios. Ante ésta falta de consenso el usuario debe estar hecho un lío. ¿Me compro el Thief? ¿Lo alquilo? ¿Tiro la consola por la ventana y me dedico al macramé y al punto de cruz?

 

Armarios. El colmo de la originalidad en Outlast, un topicazo en Thief. ¿Alguien lo entiende?

 

Vamos a mirarlo con un poco de perspectiva

Juegos hay muchos, y usuarios, más. Está claro que poner a valorar un juego de sigilo a alguien que no soporta ese tipo de juegos es como ponerme a mí a hablar de un FIFA: Os diría que es un coñazo, que no entiendo esa obsesión freudiana por manejar a un porrón de tíos en gayumbos corriendo detrás de un balón y que para jugar al fútbol os pongáis el chandal y os bajáis al parque. Y eh, estoy convencido de que son buenos juegos, que llevan un trabajazo de mil demonios detrás, y que a quienes les gusta, les gusta a morir. Bien por ellos.

 

Con Thief pasa algo parecido a con el FIFA. No es que Garrett meta goles de cachita y haga pases en profundidad, pero sí que pertenece a un género que requiere que el jugador, de antemano, se siente atraído por él. E incluso así, hay dos formas de enfrentarse a Thief: Como un jugador casual o como un hardcore gamer. En el primer caso, seguirás los marcadores y te enfrentarás a un título con una historia cuidada, buena ambientación y unos personajes que -afortunadamente- mejoran con el tiempo. Sin embargo te quedarás con ganas de más: No hay interesantes evoluciones de personaje, no hay poderes superchulos, invisibilidad mágica ni ayudas místicas para volar tres pisos como Corvo. Y sí, acabarás el juego en unas nueve u once horas con la sensación de que algo ha fallado en el intento.

 

Orión: Constelación y tío majete, todo en uno.

 

Pero decía Campoamor que nada es verdad, nada es mentira, depende del color del cristal con que se mira. Si como buenos aficionados al sigilio os enfrentáis al reto de la Ciudad con la mentalidad de un jugador hardcore, la cosa cambia.

 

Cambia mucho

Una vez superado un tutorial tonto y anodino, más lineal que la cola del paro y más infantil que un fin de año con Cantajuegos, Thief empieza a mejorar. La misión de transición Aislamiento nos da un poco de ánimo para seguir adelante: las gráficas son bonitas, los efectos de la tormenta alucinan, y empezamos a enfrentarnos a retos interesantillos, si bien el mapeado sigue siendo bastante limitadito. Pero la misión termina, salimos de la Clock Tower como vulgares scissor men y por fin podemos dedicarnos a lo que realmente importa: a ser Garrett. Tenemos una Ciudad a nuestros pies, un entorno tardo-medieval cuidado al milímetro en el que los guardas y los miembros de las bandas se dan la mano con trabajadores, señores en busca de emociones fuertes y damas de la noche. Cada rincón oscuro es una oportunidad de escuchar una conversación que nos lleve hasta un tesoro, y cada ventana, una excusa para engordar nuestra cuenta corriente.

 

¡Toma, para tú!

 

Pero eso no es todo: Mapas, pistas, interruptores secretos... Thief atesora una serie de elementos extra para los que estemos dispuestos a convertirnos en auténticos maestros ladrones más allá de todo ese rollo de salvar el día. Un gran puñado de horas que no sólo multiplica, si no que eleva a la enésima potencia las horas de juego del tan criticado modo historia principal. Y lo mejor de todo es que lo hace de una forma realista: podremos mejorar las habilidades y el equipo de Garrett mediante el uso del vil metal, pero no esperéis magias ni pamplinas. Con las herramientas adecuadas, nuestro ladrón favorito es perfectamente capaz de llegar a casi cualquier sitio desde el primer momento del juego. Esto se agradece, pues no nos encontraremos con puertas cerradas que nos dicen que "por ahora no es posible acceder a éste lugar" y no hacen sino recordarnos que, a fin de cuenta, no estamos haciendo otra cosa que jugar.

 

Thief es un título doble: Por un lado nos cuenta una historia de enfermedades, poderes místicos y gobierno corrupto que puede gustarnos o no. Por otro, nos ofrece un sandbox de sigilo que rompe con la limitada concepción de escenarios de Deus Ex y que resulta gratificante para los que buscan algo más en un videojuego. Una conversación escuchada a hurtadillas nos llevará a encontrar el cadáver ahorcado de un suicida en las alcantarillas junto a una nota y un coleccionable, pero otra conversación nos hará sospechar de que en realidad se trató de un asesinato y encontrar al culpable y el tesoro que motivó el crimen. Los mapas de los contrabandistas nos enfrentarán a retos complejos de exploración, así como la búsqueda de los interruptores secretos. El cómo llegar a ésta u otra ventana o azotea se convertitrá en un rompecabezas para los que deseen exprimir el título al máximo... Y todo eso de los guardas y demás se convertirán en un simple telón de fondo. Al fin y al cabo somos Garrett, el maestro ladrón, y no Pepito Pérez, el currito de McDonald que está jugando a un videojuego. 

 

Pepito Pérez se habría enfrentado de otra forma a los guardias.

 

Cierto que ésta forma de jugar no está al alcance de todos los usuarios y que siempre habrá quien prefiera disparar y matar a un porrón de enemigos sin complicarse más que por el tema de los cargadores. Pero en un momento en el que nos quejamos de que los juegos se limitan y mucho a una sola forma de entretenimiento automático con barras de vida que se rellenan solas y coberturas mágicas, volver a una concepción más clásica y abierta tiene su aquel.

 

Después de trece horas jugando y sin haber pasado aún del segundo capítulo puedo decir que a mí me ha convencido, es una mezcla de lo que a Thief Deadly Shadows le habría gustado ser de mayor y las misiones de robo y asesinato de Oblivion. Así que, si te gusta ese rollo, puedes mandar a tomar viento a los redactores con ganas de fama y probarlo. Si por el contrario eres más de FIFACall of Duty, hazte un favor y pasa de las grandes puntuaciones de los publicistas. 

 

Al final es todo cuestión de gustos.

 

¡Nos leemos! 


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