Réquiem por el modo para un jugador

Si tuviera que contar con los dedos de las manos los juegos que no tienen ningún tipo de modo online y he visto en las últimas ferias y presentaciones, diría que me sobra una mano y tres dedos, porque ahora mismo los únicos que se me vienen a la cabeza son Wolfenstein y Thief (sé que hay más). Dos de los juegos que más espero, de hecho, para los próximos meses (y que recomendaré y recomendaré aunque nadie me haga caso y mire a cotas más ambiciosas). No es que tenga nada contra los componentes online, pero tenemos que admitir que es curioso el cambio de inclinación en la balanza que hemos estado viviendo los últimos años.

Indirectamente, parece que se castiga al jugador que, como yo, disfruta todavía de esa experiencia de iniciar un juego y no tener ningún tipo de conexión con el mundo exterior, ya no sólo a la hora de jugar online o que mi mundo sea de alguna forma "compartido" con el resto de jugadores; hablo incluso de no querer ni ver los logros de los demás, ni sus récords, ni nada. Quizá es que sigo mirando al videojuego como cuando miro un libro o una película: no necesito pop-ups que me digan que mis amigos están leyendo el mismo libro que yo o que ellos ya saben quién es el asesino o si queremos entrar en una misma sala de chat virtual a ver la película juntos.

Los próximos meses el cambio será mayor. Incluso los modos campaña de los shooters probablemente se acerquen a la propuesta de TitanFall más que la actual, porque, al fin y al cabo, no van a hacer nada más espectacular que tirarte la torre Eiffel encima. Muchos juegos de rol y de aventura irán también tímidamente incluyendo de una u otra manera a otros jugadores en tu partida, de forma que cuando menos te lo esperes, dará igual si has completado el juego, porque siempre verás las estadísticas de un amigo tuyo que también salvó al mundo, pero además lo hizo con la Espada Celestial + 7, en "Muy Difícil", y con todos los coleccionables recogidos.

Así que cuando miro al futuro veo grandes juegos y producciones que tienen una factura impresionante, pero me inclino a las experiencias donde sé que estoy completamente sólo. Si alguna parte de mi juega por la simple y pura razón de evadirme de todo, de meterme en oscuros callejones haciéndomelas de ladrón o de mata-nazis a bazokazos, quiero considerarme lo suficientemente especial como para pensar que soy el elegido que ha atravesado una puerta interdimensional para hacer algo en otro mundo, no que cuando cruce ese portal van a estar ahí todos mis colegas saltando, gritando y desbloqueando logros. No sé, de alguna manera me resta la sensación de escape que estaba buscando en un principio.

Ahora, cuando los títulos mezclen sus campañas, porque lo harán, con el componente online, seguro que será enormemente divertido, pero probablemente le reste epicidad a cualquier acción que yo haga, porque voy a estar mirando a ese colega que tengo en mi lista de amigos que es mucho mejor que yo viendo cómo arrasa con todo a su paso y entonces se convertirá en una competición con ese amigo y no en salvar el mundo, a la princesa o vivir cualquier otro tipo de historia.

Es posible que esté viendo algunos videojuegos como adulaciones a nuestro más simple y puro ego infantil. Una Historia Interminable que nos guste vivir una y otra vez donde vamos a otro mundo y no sólo eso, sino que lo salvamos. Pero qué queréis que os diga, me gusta. Y también me gusta salir con mis amigos, pero en materia de algunos videojuegos, me gustaría que no invadieran mi partida y que me dejen ser el centro de atención por una vez, aunque sea el centro de atención de inteligencias artificiales que están ahí para decirme lo fuerte y valiente que soy. Que Guardia Gris, Espectro, Fantasma de Esparta, Corvo Attano, Dovahkiin, Maestro Ladrón o Superviviente de un Apocalipsis sólo hay uno.