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Renace la eterna discusión del arte y los videojuegos

Vivimos obsesionados con que se reconozca la faceta cultural del medio como si por ello nos fuese a cambiar la vida
Por Jaume Esteve Gutiérrez

He leído un interesante anuncio para todo amante del videojuego: Critical Path. Un documental con un buen número de gurús de la industria cuyo objetivo es analizar al detalle el videojuego desde todas las facetas, incluida la artística. Agarráos los machos, porque vuelve el coñazo con eterno debate entre juegos y arte.

 

La lista de personajes que van a aparecer en el trabajo, y algunos de los cuales ya se dejan ver en el tráiler que podéis ver unas líneas más abajo, es admirable. Cierto es que el documental va a tirar de mucho norteamericano y parece que va a obviar al creador nipón aunque la idea es ampliar el elenco de participantes según los gustos de la audiencia pero, pese a este dato, parece de buenas a primeras una obra imprescindible.

 

Pero el tema del que me gustaría hablar va más allá de si la presencia de Ken Levine, Hideo Kojima, Cliff Bleszinski, Warren Spector, Jenova Chen va a dar material más que jugoso para todo aquel al que le guste acercarse al videojuego desde una perspectiva teórica. El tema, que como diría Patxi López ya suena "como un raca-raca", es que se nos viene encima otra dosis de autobombo para reivindicar al videojuego y sublimarlo a la categoría de creación artística.

 

Uno comienza a cansarse ya de este debate esteril que no conduce a ninguna parte por unos cuantos motivos la mar de sencillos, comenzando porque el reconocimiento del medio como una creación artística debe llegar desde la normalidad y la aceptación por una grandísima mayoría de la sociedad y no desde la imposición de los jugadores.

 

 

Nos lo comentaba Randy Pitchford en la entrevista que mantuvo con nosotros, "la mitad de la población de Occidente todavía no juega a videojuegos" rel="nofollow" target="_blank". Hablamos de una cifra que, posiblemente, ascienda a los mil millones de habitantes. Comparemos la penetración del videojuego en la vida cotidiana con la que han tenido otras expresiones, ya sea el cine o la literatura y salta a la vista que son medios que se han ganado su status cuando han llegado a altas capas de la población y después de haberse perpetuado en el tiempo.

 

Pero hay otro aspecto que me parece tanto o más importante y es la necesidad manifiesta (casi podría llamarla obsesión) que parecen sentir varios actores del sector, ya sean creadores o jugadores, en que se reconozca esa cacareada faceta artística como si fuera el no va más, el logro definitivo, el final boss que da sentido al medio. Y no, señores, no es necesario. No es necesario que alguien considere que Angry Birds es arte (y principalmente, porque pocos juegos podrían aspirar a esa categoría si nos ponemos tontos) y ello no va a hacer que yo me sienta mejor como jugador.

 

De la misma manera que el pakistaní de debajo de mi casa hace unos durums de infarto y es más que probable que no le vayan a dar una estrella Michelin en la vida, soy capaz de pasármelo como un enano tarde sí, tarde también, jugando al FIFA o al PES de turno con mis amiguetes sin que el hecho de ser un producto de consumo rápido y destinado a satisfacer mis necesidades lúdicas más primarias le convierta en un título a despreciar.

 

A fin de cuentas, lo mejor que podemos hacer es disfrutar del medio y de la enorme suerte que hemos tenido de verlo nacer y evolucionar y dejémonos de tontadas para cuando vengan tiempos más aburridos que, os aseguro, llegarán algún día.


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