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Recordando Red Dead Redemption

Hacen falta más western
Por Bruno Louviers

Hay algo en el lejano oeste que nos llama mucho. La culpa la tienen las películas de Clint Eastwood y compañía, que lo vendieron como un lugar sin ley en el mundo moderno y donde el héroe con el revólver más rápido siempre salía triunfante. Fuera esa la realidad o no, nos da igual. Solo nos importa el mito. Y de ahí nace Red Dead Redemption, de la idea del lejano oeste, y por eso no puedo evitar rendirle un pequeño homenaje ahora que se dice que saldrá, por fin, para PC.

 

Lo que determina al western es su protagonista, y quizá este es el punto más flaco de Red Dead Redemption: John Marston, en muchos momentos, a mi me daba igual. Su historia de venganza pero también de esperanza, para mi tenía una conclusión evidente desde el primer minuto, pero no por eso la disfruté menos. El problema es que no era precisamente carismático y, como el juego tiene un sistema de moral algo flojo, nunca sabía qué tipo de persona tenía delante. 

 

red dead redemption review 2

 

Aún así, John era capaz de transmitir perfectamente sus objetivos y metas: acabar con su vieja banda y poder tener un futuro con su mujer y su hijo. La historia estaba llena de clichés del oeste, quizá como casi todas las historias de Rockstar están llenas de visiones esperpénticas de ideas preconcebidas, pero sus personajes secundarios le daban una fuerza inusitada y hacían llevaderas las típicas misiones de recadero o guardaespaldas.

 

Por el momento, casi parece que hablo más de un mal juego que de uno bueno, lo sé; pero es que Red Dead Redemption no sería un juego tan impresionante sin sus tiroteos. Disparar con John es un gusto, es una mezcla de exactitud y velocidad que solo con las horas se iba perfeccionando hasta el punto de poder quitar los sombreros a los forajidos sin matarlos. Mejores aún son los duelos a muerte, ese sello del western tradicional que aquí se tradujo tan, tan bien.

 

 

Disparar es divertido porque es rápido y milimétrico, pero Red Dead Redemption también sabía entretener con algo lento y kilométrico: hablo de sus paisajes. Aunque su mundo no era el más grande, los parajes de la frontera y de México tienen algo especial y melancólico que los hacen especiales. Quedarse mirando la puesta de sol en lo alto de una montaña es algo que todos hicimos, y cabalgar a toda velocidad a través del desierto para cazar algún animal, o para evitarlo, también. Por cierto: yo soy de los que mató osos a cuchillo para sacar el 100% del juego.

 

Es curioso que Red Dead Redemption aprovechara algo tan impropio de los GTA, los paisajes, las grandes superficies vacías, para hacer más interesante su fórmula, que ya olía algo mal en GTA IV. No sé muy bien cómo consiguieron que me mantuviera interesado en un juego con elementos tan poco renovados y que ya había visto en otros GTA, pero lo consiguieron. 

 

Y mereció mucho la pena porque el final, ay, el final de Red Dead Redemption es perfecto. Ni una pega. Esa misión tras el final me parece lo mejor que ha hecho Rockstar en toda su historia. 


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