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Racismo, doblaje y videojuegos: el blackface de lo tradicional

El doblaje en videojuegos sigue sin despegar
Por Rafa del Río

El doblaje en España es un cachondeo. No voy a atacar a nadie ni a hablar mal del trabajo de nadie, tranquilos, pero sí que voy a decir que las fórmulas que se usan están obsoletas, que hay elementos que deberían haber cambiado hace ya cincuenta años, y que tiene un tufo a racismo rancio y de principios de siglo pasado que ya cansa y pide a gritos una remodelación. 

 

Supongo que a estas alturas ya habrá más de una ceja levantada, cejas madrileñas, estoy seguro, o del centro de España la gran mayoría. Cejas que no entienden lo que es crecer siendo andaluz, catalán, gallego o canario y ver que, en el cine español, los personajes andaluces, catalanes, gallegos o canarios son interpretados en su gran mayoría por actores madrileños que 'hablan igualito' y fuerzan el acento hasta convertirlo en una parodia desagradable y falta de toda gracia para los paisanos. Cejas que no saben lo que es vivir con el cliché del gracioso, el agarrado, el tontorrón o el aplatanao, y que ahora están pensando que la cosa ha cambiado y no entienden esta crítica. 

 

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Una suerte de blackface

Como digo, esto no va de encender antorchas, sino más bien de plantear una reflexión más que necesaria en un mundo, el del cine y el doblaje de videojuegos, en el que es necesario un cambio. Así como hace años se veía coherente que los papeles de negros, asiáticos e indios fueran interpretados por occidentales maquillados y caracterizados como tales, a día de hoy el doblaje español mantiene las mismas normas bajo la equívoca teoría de que las voces son todas iguales. 

 

En un blackface que atenta con la voz y no con la cara pintada, no hay más que ver quienes son los actores que ponen voz en castellano a estrellas de la talla de Kerry Washington, Will Smith, Lucy Liu, Samuel L. Jackson, Hale Berry o Beat Kitano para entender que en España no entendemos de razas ni acentos. Nos vale lo mismo la voz del gran Ivan Muelas como dictador himalayo que como acaudalado escritor neoyorquino o rapero de Philadelphia reafincado en Bel Air. Aquí al final lo que cuenta es que se entienda correctamente su exquisita dicción, dejando los acentos para locuras como Kung Fusion y los chistes de andaluces y gallegos de los especiales de fin de año de televisión. 

 

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El racismo en el doblaje español de videojuegos

El doblaje español es racista, tanto en cines como en videojuegos. Y no, no quiero decir que sea racista en modo 'malditos negros, fuera de aquí'. Es racista porque no entiende que hay algo más importante que la 'poronunciación exequisita', que el 'padere, padere, mira como salta la quiriatura'; porque no entiende que la inmersión y la credibilidad de una obra depende de los acentos, los dejes y las voces. Es racista porque cree que un madrileño o un catalán suenan igual que un cantonés o un bengalí. Es racista, en fin, porque piensa que con marcar una erre o hablar con la ele un español puede convertirse en ruso moscovita o chino pequinés. Pero no, amigos, las voces no son todas iguales. Cuando quieres contar una historia y que ésta tenga sentido, a lo mejor necesitas algo mejor que Carmen Machi diciendo lo del chichi y los farolillos.

 

Voy a aprovechar la obra que me ha animado a escribir este artículo, Assassin's Creed Origins, como ejemplo de por qué me rechina el doblaje español y la forma que tiene de cargarse un doblaje original magistral. AC Origins tiene lugar en el periodo helenístico de Egipto, un momento rico en culturas en el que se mezclan los diversos acentos del Hélade con la cultura macedonia en el crisol de Alejandría. No hay más que jugar el juego en versión original para notar todos los ricos matices del acento griego, el sutil tono árabe de los egipcios o la dicción petulante y masticada de los eruditos alejandrinos. 

 

La versión española, sin embargo, obvia todos estos acentos -algo de agradecer si me tengo que imaginar a Alfonso Vallés poniendo voz 'de moro'- y se convierte en un juego con edicción plana que lo mismo podría estar siendo protagonizado por un medjay egipcio que por James Bond, un romano cabreado o un superhéroe americano. Para que os hagáis una idea: en la versión original de Assassin's Creed Origins, Bayek es interpretado por Abubakar Salim, actor británico que os sonará seguramente por Spotless o Black Mirror. En España tenemos a Jordi Boixaderas, de Sabadell, que lo mismo te hace a Daniel Craig que a Dwayne Johnson o a Rusell Crowe.  

 

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Olvidar lo viejo, aprender lo nuevo

España ya no es ese país cutre del cine de Jose Luis López Vázquez en el que las andaluzas eran madrileñas hciéndose pasar por chachas del señorito. España es, a día de hoy, un país multicultural, crisol de razas y culturas que ya fuera en tiempos de fenicios y cartagineses en el que se dan la mano gentes de muy diversas etnias y cunas. Seguir tirando de actores de doblajes patrios, pintando sus voces de negro, rojo o amarillo, es seguir estancados, a años luz de doblajes originales que tienen muy claro qué necesitan para contar su historia y quién debe hacerlo. 

 

Mientras los 'moros', 'chinos' y 'negros' sigan siendo tan sólo una silueta a rellenar en los gags racistas de José Mota, Wyoming y Pablo Motos, el doblaje en España seguirá dejando mucho que desear. Y sí, ya sé que doblar un juego es difícil, que a los profesionales sólo les dan dos frases y que no se enteran de la misa la media, pero lo mismo le pasó a Abubakar Salim y se ha convertido, en su papel de Bayek, en mi assassin favorito sin discusión.

 

Toca quitarnos complejos y abrir las puertas del cine y el doblaje a los españoles que vienen de fuera. A los inmigrantes y extranjeros que han dejado de serlo desde hace ya varias generaciones, pero que parece que si no están indicándonos en qué pasillo están los adornos de navidad o vendiéndonos un kebab, nos dan miedito. Seguro que cambiando de mentalidad ganaríamos todos. 

 

De todas formas no quiero dejar este texto -que releyéndolo me resulta muy ácido- como un ataque contra los actores de doblaje ni contra los directores, sino contra una filosofía y una costumbre que tal vez ha perdido su sentido. Considero necesario un cambio en el enfoque del doblaje español a todos los niveles pero sin faltar en ningún momento al gran trabajo de los profesionales del sector. Un doblaje menos 'locutado' y más coherente con la situación es posible, y en gran parte es necesario este abrir las puertas a nuevos actores y voces, acentos y presencias que, hasta el momento, no suelen estar muy presentes en este área. 

 

¡Nos leemos!


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