Quiero juegos bonitos en la próxima generación
Ya estamos a 39 días de Xbox Series X y 47 de PS5, y mientras espero todo lo que se nos viene encima, que no es poco, sigo jugando a Genshin Impact. Puede que el juego de miHoYo -tiene tela marinera el nombre- no sea el novamás del mundo mundial, pero tiene algo que hace que enganche desde el primer momento: es bonito. Es terriblemente bonito. Y eso, por mucho que nos digan que no importa, en plena era del HDR, el 4K y el Dokby Vision tiene que significar algo.
Una explosión de color
Quiero juegos bonitos en la nueva generación. Lo digo en serio, con el corazón en la mano intentando que no resbale sobre el teclado y llene el escritorio de sangre: quiero juegos bonitos. Pero bonitos de verdad, no como ese mundo nostálgico y apagado de The Last Guardian, que era precioso pero en plan triste, con sus gráficos empañados que te entraban ganas de limpiarte las gafas cada dos por tres. Quiero juegos bonitos como los que sigue haciendo Nintendo, como Mario Odyssey o Zelda Breath of the Wild. Con sus colorinchis, su brilli brilli, su pupurina y, si hace falta, sus unicornios y sus arcoiris de corazones y estrellitas.
Os digo esto porque estoy cansado de ver cómo algunos se empeñan en mirar a un juego por encima del hombro cuando es bonito. Parece que sólo Nintendo tenga permiso para usar toda la paleta de colores de la consola mientras Sony y Microsoft están obligadas al fotorrealismo y la dureza de las calles de New York, de la droga y del Sálvame. No sé si será complejillo, que me da que sí, o quizá algún otro motivo, pero a veces me da la impresión de que cuánto más maduramos como medio más infantiles resultamos en las apreciaciones. Unas apreciaciones que dicen huir del 'machote marine americano salva el día', pero que se mantiene en la misma línea de lo supuestamente adulto, lo ingenuamente maduro, desde el prisma de unas tonalidades y unos gráficos que deban estar a la misma altura de esa malentendida madurez.
Que te pires, gafapasta
Me encanta ver la evolución del mundo de la prensa, perdón, de la crítica cultural del videojuego, porque es un reflejo de cómo las modas, al final, terminan adueñándose de todo. Lo comentaba el otro día en el artículo de Mafia Edición definitiva y lo compruebo a diario cuando leo reseñas aplaudidas que hace un par de décadas habrían causado rechazo o pienso en compañeros que realizan un trabajo ejemplar que, lamentablemente, no será aplaudido como toca hasta dentro de unos años. Ahora está feo hablar de gráficos, es como muy de siglo pasado. 'Los gráficos no importan, lo que importa es el juego y la estructura de sus mecánicas como ente narrativo de un todo concreto afín al enfoque de autor que marcha en paralelo a su intención de conectar con el jugador más allá de las fórmulas tradicionales del videojuego'. Y por eso nos compramos una Oled de 2.000 pavos y una consola de 500, porque queremos jugar a Spelunky, Undermine y Celeste en la next gen mientras apreciamos el uso de la permamuerte y la introducción del discurso de juego a través de la jugabilidad, y no porque queramos ver burradas a 4k que nos pongan los pelos de punta, aunque sean los del pechito.
Yo por mi parte quiero ver juegos bonitos. Claro que euiero obras realistas, títulos que rompan con lo anterior y juegos con tralla emo hipster que me hagan sentir que tengo un trabajo serio y pelos en los huevos, sí. Pero también juegos bonitos que podamos compartir con nuestros hijos y sobrinos sin que tengan el sello de LEGO o parezcan estar dirigidos a jugadores mononeuronales. Títulos bonitos que le saquen todo el jugo al HDR10+ o, mejor, al Dolby Vision. Juegos como Genshin Impact que me hagan sentir dentro de un anime, Grounded y lo que se promete que serán Inmortal Fenyx Rising, Everwild o Fable. Juegos que me inviten a visitar y explorar sus escenarios con ese estilismo tan SEGA de los años 90 que parece que ya esté mal visto que se use. Quiero juegos bonitos, graficotes y cosas que no me hagan sentir idiota por comprarme una tele que voy a estar uno o dos años pagando. Y estoy seguro de que muchos de vosotros también.
¡Nos leemos!
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