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Qué bien te dan la espalda los personajes de Dark Souls III

La profunda tristeza
Por Adrián Suárez Mouriño

Una de las mejores cosas de Dark Souls III es lo bien que algunos de sus personajes te dan la espalda. Hay dos momentos espectaculares en los que esto ocurre. El primero es al superar Irithyll del Valle Boreal y llegar a su mansión. Al entrar, uno de los caballeros de Gwyn está mirando un cuadro de Gwynevere. La escena es fabulosa. Entras y ves la espalda de este guerrero; ahí, solo en un amplio salón, mirando como con la mente perdida en sus recuerdos. Das un paso, se gira, y te ataca, volviendo a ser un enemigo más al que matar. Pero en esos breves instantes en los que te dio la espalda para contemplar con añoranza a la princesa extraviada, obtiene una profundidad inmensa.

 

Este mismo ejercicio se produce en lo más alto de El Pico del Archidragón. Si buscamos bien, podremos encontrarnos a Havel, al de verdad, al que consiguió evitar quedar atrapado en el torreón que comunica El Burgo de los No Muertos con el hogar de la hidra. Subimos una escalera y nos lo encontramos de espaldas, observando los cadáveres de los dragones y los wyverns. Han pasado eones desde que murieron a manos de Gwyn, también han transcurrido siglos desde que se confabuló con ellos, recibió su diente de dragón y decidió vengarse de su antiguo señor sin éxito.

 

 

No sabemos si se ha convertido en hueco o no, tampoco si ha viajado hasta aquí para encontrarse con el hijo de Gwyn, el Rey sin Nombre, y se ha deprimido al comprobar que había sucumbido a la maldición. Cuando nos escucha, carga contra nosotros sin mediar palabra; posiblemente, presa de la rabia y la frustración.

 

Y estos dos momentos se producen sin mediar palabra. Solo tienen sentido para el jugador que se ha empapado bien del lore de la franquicia, son escenas mudas muy potentes y comunicativas y que aparecen aquí, en el cierre de la saga. Es como si la respuesta del propio mundo de juego a lo ocurrido fuera la pena, la desolación y la amargura por los errores del pasado.

 

Además, estas situaciones tienen otra intención: recordarnos que nuestro personaje no es el único que recorre Boletaria, Lordran o Lothric buscando lore en cadáveres, cuadros o pistas en una armadura; también lo hacen el resto de guerreros que luchan a nuestro lado y contra nosotros. Todos somos almas errantes en los mundos de Hidetaka Miyazaki. Almas oscuras que han perdido su camino.


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