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PUBG en Xbox One, Miedo y Asco en Internet

Cualquier excusa es buena para saltar a la yugular
Por Rafa del Río

PUBG, el famoso PlayerUnknown's Battlegrounds de los chicos de Bluehole Studio ha llegado finalmente a Xbox One. El Early Access en su versión Game Preview llega a precio reducido, 29,99 euros, para todos los amantes de un género Battle Royale reinventado y revitalizado para la ocasión gracias a su concepto de partida rápida y su éxito en canales de stream, Twitch, Youtube y demás redes sociales que permiten compartir videojuegos en vídeo, ya sea en directo o en diferido.

 

PUBG llegó sin demasiadas aspiraciones como un juego online más, y pronto se descubrió como la gran sorpresa de la temporada. Oleadas de fans deseosos de ver a sus streamers y youtubers favoritos matar -o ser asesinados- hizo de este giro videojueguil a la película de Kinji Fukasaku, Battle Royale, un éxito sin precedentes. Todo un bombazo de un juego que, a pesar de estar en Early Access de Steam y pertardear más que una vieja vespino de las rojas, conquistó el corazón de los aficionados hasta tal punto que incluso se ha colado en algunas de las listas de los GotY 2017 a pesar de ser una versión anticipada del juego final. 

 

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Ahora llega a Xbox One. Tenemos un problema. 

PlayerUnknown's Battlegrounds llegaba finalmente a Xbox One hace apenas unos días. Un lanzamiento que, a pesar de ser el equivalente al Early Access de Steam en Xbox Live, el plan Game Preview, ha contado con todo el apoyo de Microsoft haciéndose eco del éxito del juego y la promoción del mismo que ya tuviera en la plataforma de valve y PC. PUBG ha llegado con menos problemas que su lanzamiento en Early Access hace unos meses en PC, aunque con mucho trabajo por delante a la hora de alcanzar a la versión actual de ordenador. Un trabajo pendiente que parecía obvio perteneciendo al plan de acceso anticipado, pero que ha servido para montar alrededor del lanzamiento en Xbox One toda una polémica que, ni tiene sentido, ni viene a cuento.

 

Vídeos del youtuber de turno riéndose a carcajadas porque 'PUBG en One está roto, otro fraude de Microsoft', tuits que acusan a los de Redmond de sacar un juego que no debería estar aún en el mercado -y que luego ves participar en el sorteo de PUBG para One porque, oye, una cosa es malmeter y otra quedarnos sin jugar- y nombres propios, conocidos, que dan al juego un trato pésimo hablando de sus fallos como si fuera una versión final triple A escudándose en que 'ha tenido una promoción a juego'. Textos destructivos y que obvian el precio reducido y la notificación que debes leer antes de comprar el juego y que advierte de que es un título todavía en desarrollo con muchos fallos. Todo en pro del lo que vende y del rascar visita alimentando el odio. Porque, por si todavía no os habéis dado cuenta, en eso parece consistir a día de hoy lo de ser pediodista, político, publicista o escritor: en alimentar el odio hacia un bando y volcar toda tu bilis. Bilis que, por arte de la alquimia, se convierte automáticamente en visitas, votantes, clientes y, por ende, en vil metal. 

 

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Estás conmigo o estás contra mí

Lo de PUBG es sólo una espinita más que demuestra la gran cantidad de basura que aún queda por recoger en nuestra afición, pero nada si lo comparamos con el clima reinante no ya en twitter, internet o España, sino en el planeta entero en todos sus ámbitos. La obsesión de hacer del individuo masa, de eliminar su capacidad personal de pensar embutiéndolo en un grupo o bando ha llegado a cotas alarmantes en los últimos años. Hemos llegado al punto de conseguir que este distinguir entre buenos y malos, los míos y los otros, nos haga consumir, votar, comprar, y disfrutar productos sólo porque encauzan en la línea de pensamiento que nos viene dictada 'por los güenos, los nuestros, la tribu'.  

 

¿Exagero? Hace tres días Periodista Digital lanzaba un vídeo de dos supuestos profesionales del medio 'supuestamente' drogados hasta las cejas defendiendo la inversión a tipo fijo en el mercado inmobiliario. ¿El mensaje? 'Mira tío a estos dos el cebollón que llevan' ¿lo que subyace? Una serie de bancos que ante las bajadas históricas de las hipotecas dependientes del euribor por su actual valor negativo han decidido que la mejor forma de hablarle al pueblo, a nosotros, es esa. Montar un vídeo con dos pijos drogados diciendo estupideces para que jajajaja nos riamos muchos y se grabe a fuego en nuestra cabeza esa mentira de que lo mejor son los tipos fijos. Básicamente, nos llaman Homer Simpsons a la cara y nosotros nos reímos porque nananananan Li-der, li-der... 

 

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Y no, no os creáis tan listos: lo mismo pasa en nuestra afición. Alguien coloca un bug forzado e incluso falso, una imagen en baja resolución, o un vídeo colgado a baja haciéndolo pasar por imágenes reales de PS4 Pro o Xbox One, y el resto, los contrarios, se regocijan, nos regocijamos, por el batacazo ajeno. Consoleros que se alegran cuando Batman o Dark Souls no está bien optimizado en PC, usuarios de ordenador y PS4 que aplauden cuando Xbox One X no consigue los 60 fps a 4K nativos, y gente de Xbox y PC frotándose las manos por los pocos juegos que han terminado mejorando para PS4 Pro. De fondo, usuarios de Nintendo que salen de las sombras tras el poco éxito de WiiU y ahora con Swith vienen con ganas de pelea y de venganza. Valar Morghulis a la razón.

 

Así que no, ni PUBG tiene nada malo en su versión de Xbox One más allá de algunas retexturizaciones y caídas de fps propias de un acceso anticipado, que por eso llegan a 30 pavos; ni los tipos fijos son la última coca cola del desierto, ni nuestros gustos o pensamientos deberían definirnos como personas y obligarnos a formar parte de grupos estúpidos cuya bandera está formada por una horca y una antorcha encendida. Ojalá recuperar el poder, la posibilidad de pensar por nosotros mismos. Ojalá ser capaces de alejarnos de las voces que nos dicen que odiemos, que veamos lo malo que son los otros, que nos instan a actuar, a odiar, y a creer que sólo podemos ser felices, mejores, cuando nos alzamos sobre la desdicha y la ignominia de los contrarios. Me da asco todo esto, la verdad. 

 

¡Nos leemos!


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