Proclamando sin pudor gustos y preferencias
Un año más a vueltas con lo mismo. En 2006 un bloguero llamado Germán Martínez conocido por estos fueros como “Señor Buebo” decidió promover que el 25 de mayo sería conocido como “El día del orgullo friki”. La elección del día residió en que ese mismo día en 1977 se estrenó La Guerra de las Galaxias – y perdonen que no utilice el repelente pseudónimo posterior -, por lo que era una icónica referencia. También se celebra el llamado “día de la toalla”, un homenaje al escritor Douglas Adams como referencia a su libro más conocido “La Guía del autoestopista galáctico”. Pero la única fecha reseñable que lo ate a este día en concreto es su fecha de fallecimiento en 2001 aunque dos semanas antes.
Y un año más se cuestiona la validez de una proclama así. ¿Qué se celebra en este día realmente? ¿La pasión por el consumo de cultura supuestamente minoritaria? ¿El culto al imaginario propio de la fantasía y ciencia ficción? ¿El premio al mejor disfraz de Naruto? Como ya sabrán, el hispanizado término de friki proviene de la palabra anglosajona freak: inadaptado, raro o diferente. Y por eso se ha utilizado con grado despectivo para referirse a los seguidores de una serie de tendencias mucho más acotadas de lo que la propia palabra podría permitir. Existen frikis del manga, pero no del fútbol. Ya, me han temblado las manos al referenciar el atemporal tópico, pero nada más lejos de la realidad. La concepción del friki como tal carece de sentido alguno.
En su más profunda naturaleza esto pretende ser un día liberador, una tendencia que rompa con todo como si de un intento por crear un nuevo histriónico Woodstock se tratase. Tras muchos años sufriendo un apartheid a nivel social, cosplayers, foreros, mangakas, lolitas y hardcore gamers salen de sus cuevas promoviendo su libertad de expresión al unísono. Pero claro, ¿acaso es necesario jactarse de las aficiones de uno como si se tratara de un don exclusivo? Quiero decir, yo soy ferviente consumidor de ciencia ficción y fantasía en todas sus vertientes, he organizado eventos multitudinarios de rol en vivo, coleccionado y jugado a wargames, tengo una figura de Ash Williams en el escritorio y puedo enumerar de memoria a casi todos los Transformers de las primeras temporadas de Generación 1. Pero no me reporta nada el hecho de proclamarlo a los cuatro vientos.
Celebrar que vivimos en una sociedad pluricultural debería hacerse todos los días, y hacer distinción entre frikis y no frikis tiene el mismo sentido que intentar buscarle explicación a todo esto. De hecho, la exaltación de este submundo no debe confundirse con la fomentación del consumo de cultura en sí o cualquier otro tipo de juicio psicológico como por ahí se suele oír. Y es que ese chaval con un casco de Darh Vader, un pollo de goma en la mano y una mochila de Los Gatos Samurai que hoy corretea por las plazas de las grandes ciudades puede ser tanto una persona sabia y sociable como un completo gilipollas.
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