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Por fin disponible, Maldita Castilla es el must-have del año

Oda al arcade
Por José Manuel Fernández "Spidey"

Los que me conocen saben que tengo un concepto bastante negativo de los autodenominados indie. Y no es porque servidor no sepa disfrutar de los buenos videojuegos que puede llegar a proponer este 'sector' de la industria, sino por el hecho de que a esta movida se han acabado subiendo al carro multitud de pequeños desarrolladores empeñados en hacer de su obra un movimiento cultural que considero a todas luces absurdo. Claro que podría tener un pase si en su mayoría no se trataran de conceptos de pobre realización, que escudan en corrientes artísticas u homenajes hacia lo retro sus más que cuestionables aptitudes tecno-lúdicas y que, por desgracia, acaban pasando por el aro de muchos crédulos. ¡Hey, es mi opinión!

 

Me repatea especialmente toda la tontería que conlleva la actual ola indie porque, la verdad sea dicha, el concepto de desarrollador independiente es algo que tiene vida desde los mismísimos comienzos del ocio electrónico. Sin ir más lejos, muchos de mis juegos favoritos comenzaron desarrollándose bajo estas mismas premisas... Un ejemplo es el de Another World, programado en la práctica mayoría de sus campos (menos en la música) por Eric Chahi, o la mismísima La Abadía del Crimen. Ambos títulos empezaron escribiéndose costándoles el tiempo y el dinero a Chahi, Paco Menéndez y Juan Delcán, y en los dos casos no tenían nada claro el asunto de la distribución de sus programas.

 

Another World

Another World, un juego de 1991 que sigue siendo infinitamente superior a muchas producciones indie

Alguno dirá que Another World fue publicado por una gran empresa como Interplay, o que La Abadía del Crimen se vendió bajo el sello de Opera Soft, una de las más respetables compañías de España. Pero en absoluto el resultado final refleja el camino de ambos desarrollos... hasta La Abadía comenzó vendiéndose con la marca 'Mister Chip', perteneciente a la academia de informática propiedad del padre de Paco Menéndez. A todo esto, saco a colación una pregunta... ¿sabéis quién es el publisher de sonados bombazos indie como Super Meat Boy, Braid o Fez? Pues Microsoft, ni más ni menos.

 

Basta ya de irme por las ramas. El caso es que todo esto viene a cuento de que desde ayer mismo podréis descargar el que para mí es uno de los juegos más esperados del año: Maldita Castilla. Desarrollado por el malagueño Locomalito, Maldita Castilla es una obra que homenajea de principio a fin a un gran clásico como es Ghosts'n Goblins, donde mimetiza su mecánica y estilo sin tapujo alguno, pero con un arte que lo eleva a la categoría de obra maestra. La forma en la que emula a los míticos arcades de antaño (incluso simulando el efecto de las viejas pantallas de los recreativos) es solo uno de los muchos detalles que hacen de Maldita Castilla un título imprescindible, que debes jugar sí o sí.

 

Contemplad este vídeo y decidme que no os entran ganas de jugarlo...

El caso es que Maldita Castilla (y, por ende, todos los desarrollos de Locomalito y su musical socio Gryzor87) pueden entrar en la clasificación que he realizado en el primer párrafo. Es un desarrollador independiente y, para colmo, el estilo de sus videojuegos se asocia sin disimulos al concepto retro. Pero para ser justos, debo aclarar el por qué vuestro amigo y vecino Spidey es devoto de la obra freeware de Locomalito mientras despotrica de otros tantos indie.

 

Para empezar, nuestro hombre desarrolla sus obras por amor al arte. Acepta donaciones, pero el verdadero leitmotiv es que disfrutemos de sus juegos... Hasta se esconde del reconocimiento. Un caso absolutamente excepcional dentro de un mundo en el que lo único que se busca es el dinero y la fama. Por otro lado, los juegos de Locomalito son PERFECTOS. Arcades de estilo absolutamente retro, pero muy alejados de la mayoría de bazofias que solemos encontrar por los distintos bazares online. Quien pueda ponerle pegas a un Hydorah, a Verminest o al propio Maldita Castilla es que no sabe lo que es un buen videojuego en estado puro. Una vez dicho esto... ¡sigo jugando!


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