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Otomedius: desde Japón, con amor

Las locuras de Konami
Por José Manuel Fernández "Spidey"

Sabido es que las casas japonesas no lo están pasando especialmente bien en estos días, donde las nuevas tecnologías parecen no casar con la filosofía de trabajo nipona. Konami es una de las empresas que más está acusando esta particular crisis, denotándose sobremanera cuando contemplamos que una buena parte de sus lanzamientos han sido desarrollados en occidente. Para bien o para mal, el catálogo de la compañía de Kagemasa Kouzuki ha ido perdiendo esa mágica aureola oriental que hacía grandes a sus producciones, alejándose de la peculiar estampa friki que sabían imprimir a sus franquicias más clásicas. Es por ello que duele en el alma ver cómo un juegazo tan propio de la Konami de los viejos tiempos se queda arramplado en su país de origen, privándonos al resto de usuarios de lo que bien podría llamarse como la secuela espiritual del mítico Parodius.

 

otomedius 1

 

Originalmente, Otomedius fue el primer shmup que lanzaba Konami para los salones arcade desde el ya añejo Gradius IV. Apareció por vez primera en la AOU2007 Amusement Expo, luciendo un atrevido palmito capaz de dejar anonadados a propios y extraños, estupefactos ante la frescura mostrada dentro de lo que, en verdad, era un concepto de juego tan clásico como añorado por los más veteranos del lugar. Para que os hagáis una idea de qué iba la cosa, comentaros que las protagonistas de este bizarro matamarcianos eran en su mayoría unas hermosas jovencitas diseñadas por Mine Yoshizaki -del que ya pudimos disfrutar sus diseños en Detana!! Twin Bee-, con la particularidad de que eran algo así como la personalización de las naves espaciales de mitiquísimos juegos como el propio ParodiusGradius, Salamander Xexex.

 

otomedius 2

 

Precisamente tomando como referencia a este último, el nombre Otomedius venía a ser la inventada conjunción del término japonés "otome" (dama, señorita... virginal es casi más literal) con la marca Gradius, dejando desde un principio claras las similitudes con el parodico matamarcianos de la compañía. Y como tal, la jugabilidad y el planteamiento de las fases no podían tener más parecidos, hasta el punto de encontrarnos decenas y decenas de referencias hacia los más significativos momentos de Parodius. ¡O sea, muchos, pero que muchos pingüinos! Cabe mencionar la cochinadilla de Konami a la hora de introducir el arcade en terminales con pantallas táctiles, idóneas para manejar los menús y, como no podría ser de otra manera, para palpar las turgentes curvas de las protagonistas... ¡Tienen guasa estos programadores!

 

otomedius 4

 

A nivel técnico teníamos un arcade que bien justificaba su paso posterior a Xbox 360. Los hermosotes gráficos en alta resolución, realizados en tres dimensiones a pesar de que el juego fuera un shmup puro en 2D, lucían igualmente encantadores en Otomedius G (que así se llamaba en su versión doméstica), mientras que la banda sonora de Norihiko Hibino (Metal Gear Solid, Zone of the Enders) cumplía sobra con lo que se esperaba de un clásico masacramarcianos de Konami. En definitiva, un apartado técnico que cumplía sobradamente con las expectativas, habiendo llegado a ser criticado por albergar en los momentos más moviditos ciertas ralentizaciones que, más que por limitaciones tecnológicas, apuesto a que estaban ahí como homenaje a los más clásicos del género.

 

otomedius 3

 

Un ritmo de juego trepidante, acción para varios jugadores simultáneos, un diseño de personajes tan morboso como alucinante... Otomedius G lo tenía todo para triunfar. Desgraciadamente, por estos lares nos quedamos sin la máquina recreativa y, lo que es más doloroso, sin su magnífica conversión a Xbox 360, repleta de extras a reventar. Ni siquiera se favoreció el hecho de que el disco pudira importarse, al encontrarse privada en gran medida esta posibilidad por no ser region free. Una puñalada que bien que sentimos los amantes de los clásicos matamarcianos de la compañía, mientras que, con toda la indignación del mundo, contemplábamos cómo se atrevían a distribuir por aquí engendros a la usanza de Tornado Outbreak, juego más malo que un dolor de muelas.


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