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Opiniones, objetividad y otros avatares

Lo que tiene hablar de videojuegos
Por Dayo

“Desde la platea me piden que baile el bolero de la objetividad, pero la verdad es que nunca me he sabido los pasos”. Este tuit de Pablo Algaba, periodista de videojuegos él, bien puede resumir lo que muchos sentimos ante esa sempiterna reclamación, la de ser objetivos a la hora de analizar un videojuego. La objetividad lleva años siendo fruto de conversación y debate entre el público y, precisamente, es uno de los temas que reclama GamerGate si se mira más allá del acoso.

 

Objetividad.

 

Crítica.

 

Confundimos las palabras. Es un error en el que yo he caído más de una vez. Sacamos el significado que nosotros queremos de ellas y a veces cuando la gente habla de “corrupción” en la prensa en realidad está hablando de malas formas. Objetivo, dice la RAE, significa algo “perteneciente o relativo al objeto en sí mismo, con independencia de la propia manera de pensar o de sentir”; también admite el significado de “desinteresado, desapasionado”. Decir que se quiere una “crítica objetiva” es pedir muertos vivientes, colores claroscuros o algo amargamente dulce: imposible. Lo uno o lo otro. Pero saltemos a la piscina de estas exigencias. Veo dos calles principales en las que hay reclamaciones de objetividad, ambas interesantes y relativas a temas que me llevan interesando mucho tiempo.

 

.El mito del analista objetivo


 

 

Algo que leo mucho sobre mis videoanálisis en YouTube es que son “objetivos”. Quizá lo digan porque menciono elementos que otros pasan por alto. Quizá lo digan porque no me presento como un periodista de videojuegos sino como un hombre de a pie. Quizá sea porque intento decir las cosas como son, pero eso significa que procuro no cortarme a la hora de opinar, no que sepa dar un paso atrás y verlo todo desprovisto de cualquier opinión. Porque lo cierto es que soy un tipo que deja muy clara su opinión a la hora de hacer un análisis, y con esto quiero decir que hay veces en las que hago anotaciones que sólo yo haría. Es algo que también he leído, que me fijo en aspectos que otros consideran intrascendentes ¿es eso ser objetivo? Quizá tenga algo de objetividad ya que, al fin y al cabo, ese elemento sigue ahí aunque tú no lo veas. Pero cuando, hablando sobre Destiny, empiezo a compararlo con una vida mediocre y un trabajo encerrado en un cubículo, ahí no estoy siendo objetivo: se me va la pinza.

 

Lo que intento y, que yo sepa, lo que muchos de mis compañeros intentan, es ser honesto, decir lo que pienso. Es imposible que haga un análisis objetivo porque, tal y como demuestra la página Objective Game Reviews, esos son textos muertos y que se limitan a citar las características del videojuego de forma fría y distante. De Bioshock Infinite, por ejemplo, dice que “tiene 13 armas, cada una de las cuales puede mejorarse y de las que se pueden llevar dos a la vez, 14 tipos de enemigos, 11 niveles, algunos de los cuales se visitan varias veces, cuatro tipos de equipos para llevar y ocho vigores” o que “todas las armas en Bioshock Infinite, salvo tres, disparan balas” y que “el escudo del jugador se reduce según el jugador es disparado y se recarga cuando el jugador no es disparado durante un rato”.

 

No es muy inspirador, la verdad. Pero tampoco puedes decir que no.

 

Esa es la objetividad: el hecho. El que, independientemente de lo que tú pienses, algo sea así. Te guste o no, el cielo es azul. Te guste o no, la gente muere. Te guste o no, leer este artículo es gratis pero consume tu tiempo ¿Es eso lo que realmente quiere la gente, una lista de la compra? ¿Leer un análisis y que le digan cuántos niveles, enemigos y opciones de juego hay sin emitir ningún juicio sobre su calidad? Entonces ¿para qué perder el tiempo estudiando una carrera si esto lo puede hacer hasta un mono?

 

Me gusta pensar que no, que lo que la gente busca es honestidad pero lo confunde con la objetividad. El problema entonces llega con los estándares que nos hemos impuesto, esos estándares que hacen que los juegos competentes y de diversión inmediata reciban mejores valoraciones que aquellos más trascendentes pero rotos. Ese sistema que favorece la solidez antes que la creatividad, que baja mucho el listón cuando se refiere a ofrecer una trama, que no admite nada por debajo del 7 como adecuado. También deberíamos aprender a separar nuestros juicios de nuestros favoritismos, filias y fobias; si llega el día en que lanzan The Last Guardian y tengo el sumo placer de analizarlo, no puedo perdonar sus fallos sólo porque sea un juego de Team ICO. Pero estos son problemas en los que se está trabajando. La prensa evoluciona, pero a pasos lentos, igual que esta industria. Las notas que recibió Alien Isolation tanto de The Escapist como de Polygon son perfectamente válidas porque ambos críticos estaban siendo honestos consigo mismos. Pero Polygon también ha dado otra nota distinta a un juego aclamado por todos hace poco: Bayonetta 2. Y esto va más allá de la honestidad.

 

.¿Qué hace la política en mis videojuegos?


 

 

Ya he hablado muchas veces sobre mi relación con las reclamaciones de sexismo en la prensa y, de hecho, escribí hace poco un artículo sobre Bayonetta como personaje sexual, así que prefiero no repetirme. Aún así, es innegable decir que las opiniones personales sobre asuntos sociales están dejándose ver cada vez más en ciertos periodistas. Ya lo decía Erik Kain: la política ha llegado a los videojuegos. La aburrida política.

 

Pocas cosas en este mundo son más subjetivas que una opinión política y lo peor de todo es que cada cual cree que su opinión es un hecho, lo cual es una paradoja porque eso significaría que esta misma afirmación es totalmente subjetiva. Pero más allá de la semántica ¿a qué me refiero cuando digo que la política está llegando a los videojuegos si no estoy hablando sobre el sexismo? A artículos como este, en el que Chris Plante parece establecer una hilarante comparación entre Sombras de Mordor y la guerra de Irak. “Este es un videojuego sobre un hombre desdeñado que aterroriza toda una cultura extranjera literalmente asesinando, marcando, torturando y esclavizando cientos de seres vivos”.

 

Estamos hablando de orcos, por amor de Dios.

 

Orcos.

 

Sirvientes del señor oscuro.

 

Esos bichos que matan porque sí.

 

Orcos.

 

Pero en realidad no tengo un problema tan grande con que la política entre en la crítica de videojuegos. La cuestión, como ocurre en tantos otros casos, reside en los matices y, sobre todo, su uso. Ahora mismo lo más a lo que podemos aspirar en la mayoría de casos parece ser esto, a forzar comparaciones donde no existe ninguna, a inventar enemigos porque estamos ansiosos por iniciar una guerra. Se puede hablar de política y videojuegos, pero hay que hacerlo cuando tenga sentido; es algo beneficioso, significa que hay salud creativa. Se puede hablar sobre la política de Call of Duty y cómo refleja el mundo desde la perspectiva estadounidense. Se puede hablar sobre cómo Assassin’s Creed afronta el tema de la esclavitud en Freedom Cry. El libro Persuasive Games, de Ian Bogost, habla sobre cómo las mecánicas pueden transmitir ideas políticas: es algo que posible desde la base. Está bien hablar de política en los videojuegos porque eso significa que nos tomamos el tema en serio, que hay gente mirando más allá y contemplando esas obras como algo expresivo, algo con mensaje real.

 

Por supuesto, esto puede salir terriblemente mal. Ya ha habido casos en los que la gente le ha dado demasiadas vueltas a un asunto en busca de ideas que no están ahí. Más allá del artículo de Plante tenemos, por ejemplo, a Campster, que lleva demasiado lejos su visión de Civilization como un juego proimperialista, pero sí hay reflexiones políticas que se pueden sacar de ahí. Volviendo al principio, Polygon probablemente sea recordada por algunos como “esa página que le puso un 7.5 a Bayonetta 2 porque decía que era sexista”.

 

Pero una vez más, yo estoy siendo político y subjetivo al decir esto.

 

Meter la política en los videojuegos no es algo malo en sí mismo pero, como cualquier herramienta, es algo que debe usarse en el momento adecuado. Ningún chiste puede soportar la reiteración y algo tan subjetivo y personal como es una idea política puede amargar el día a alguien con sólo aparecer ¿Serían menos subjetivos los análisis si no hubiera política en ellos? Por supuesto, pero también sería cerrar las puertas a un debate beneficioso para los videojuegos. Ahora mismo hay mucha gente rondando por ahí, agitando sus ideas políticas y restregándosela a la gente en la cara para dejarles claro que ellos creen en tal o cual idea y eso es molesto. No todo tiene una lectura política. No siempre hay que sacar a relucir tus ideas personales. Lo que hay que hacer es aprender a utilizar esta forma de discurso, mostrar a la gente sus posibles beneficios. Si hay un grupo que lo percibe como agresivo o innecesario lo peor que puedes hacer es forzarlo todavía más; lo único que vas a hacer es volverles aún más radicales y darles munición. Hay que ser cauteloso y escoger los objetivos con cuidado, usando la política para enriquecer tu comentario, sacar aspectos que no habríamos visto de otro modo en esa obra.

 

La crítica es una charla. Nadie tiene razón. Son todo opiniones.

 

Démosles un buen uso.


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