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Ode y lo necesarios que son los juegos raros

El videojuego experimental
Por Kysucuac

 

 

Si llegamos al mundo completamente desnudos, ¿por qué no dejar que nuestra mente haga lo mismo al entrar en el mundo del videojuego? Ésta es una de las principales premisas de las que suele presumir un videojuego experimental, que pretende siempre sorprendernos y dejarnos (lo voy a decir con una expresión fea porque soy andaluza) en bragas. Algo así busca el título del que os quiero hablar hoy. Sin una guía, un tutorial o, incluso, pistas que puedan indicarnos cómo funciona, Ode es un juego que busca hacer que los jugadores exploren los mundos sensoriales que les rodean, avanzando a su propio ritmo por este viaje que se nos propone, en cualquier dirección y hacia donde nos lleve la curiosidad. El único objetivo, como comentan desde Ubisoft Reflections (los autores, obviamente), es propagar la alegría.

 

Sí, el mensaje ha quedado desde luego estupendamente, sobre todo ahora que se está acercando la Navidad y toca parecer buenas personas para que Santa Clavos nos deje cosillas bajo el árbol, ¿eh? Pero va más allá de esta idea tan simple que se nos presenta en un primer momento. Este tipo de juegos buscan sorprendernos porque no son un juego convencional y no pretenden serlo. Ode es un experimento audiovisual, es el videojuego hecho música y viceversa. Es un viaje diferente al que no estamos acostumbrados y, sin embargo, deberíamos, porque este tipo de videojuegos es muy necesario en nuestra vida.

 

Experimentar a través de un espectáculo visual

En el caso de Ode, la protagonista es la música. Las notas musicales son el centro de todo, son, de alguna manera, nuestro objetivo y la consecuencia de todas nuestras acciones dentro del título. Y, sin embargo, la música no es el objetivo final. Éste es, simple y mágicamente, que nosotros vivamos una experiencia diferente, que experimentemos a través de algo que ha decidido considerarse videojuego. Y esa libertad, esa forma de estallar las fronteras de la mente humana, es un tipo de sensación que deberíamos vivir más a menudo.

 

Por suerte Ode no está solo en esta lucha. Hay títulos más allá de las historias, más allá de escoltar la carga o reunir lunas. Hay títulos que sencillamente suponen un viaje por nuestra propia mente mientras nos perdemos en una pantalla, de alguna forma u otra. Sin ir más lejos, este mes de noviembre que ya termina (bueno, mientras escribo esto, técnicamente ya ha terminado porque son más de las doce, pero no me lo tengáis en cuenta) teníamos en PlayStation Plus el juego Bound, una especie de videojuego de danza que es todo un espectáculo visual y que, al final, consiste en dejar que el usuario se recree.

 

No os encasilléis en los juegos que os muestra el catálogo de los más vendidos. Sé que hay historias espectaculares, pero detrás de algunos juegos sin historia, o sin una historia concreta, hay a veces mucho más de lo que imagináis. Sólo tenéis que expandir un poco más los límites de vuestra mente. O destruirlos para siempre.


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