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Oculus Rift, del triunfo a la tragedia

Fallece uno de sus creadores
Por José Manuel Fernández "Spidey"

Oculus Rift está causando expectación allá por donde pasa. Todos aquellos que han pasado por la experiencia de probar este ingenio han saboreado por fin las mieles de la realidad virtual, haciendo palpable el que de una vez por todas podamos trasladar los distintos universos de los videojuegos hasta nuestros mismísimos ojos. Bien que nos habló de ello nuestro Alejandro Pascual, que con el entusiasmo no había quien le quitara las gafas de la cabeza.

 

Este atractivo invento fue en gran medida obra de Andrew Scott Reisse, un portento capaz de conseguir más de dos millones de dólares a través de crowfunding para llegar a desarrollar tamaño proyecto. Mucho tiempo llevaba este hombre trabajando en el mundillo del ocio electrónico, pero en estos últimos años se concentró especialmente en llevar a los hogares una experiencia RV contundente, que se alejara de los muchos timos que ha vivido la realidad virtual durante todos estos años presentando una creación que dejara patidifusos a propios y extraños. Algo gordo tenía que ser cuando cabezas visibles como las de Gabe Newell, John Carmack o Cliff Bleszinski estaban entusiasmados después de trastear con el artefacto en cuestión.

 

Oculus 2

Oculus Rift en una de sus versiones prototipo.

 

Así pues, y tras pasearse por algún que otro evento, cada vez eran más los que alucinaban con Oculus Rift. Ya no solo se trataba del hecho de haber conseguido un Kickstarter absolutamente extralimitado (de doscientos cincuenta mil dólares se consiguieron casi dos millones y medio), sino porque todo aquel que lo probaba quedaba absolutamente convencido de que lo tenía que comprar sí o sí. El éxito de la empresa (Oculus Rift) era patente, y no quedaba otra cosa que contemplar cómo los usuarios se lo pasan en grande con el invento mientras sus creadores y desarrolladores disfrutan merecidamente de su éxito.

 

Sin embargo, la vida termina siendo una mierda en demasiadas ocasiones. Cuando todo va bien, va y te escupe a la cara, te hace ver que todos tus esfuerzos han sido en vano alejándote bruscamente de todo aquello que has conseguido. Eso es lo que le pasó al ya mentado Andrew Scott Reisse el pasado viernes 31 de mayo, que falleció atropellado por un vehículo que huía de la policía. El accidente tuvo lugar en Santa Ana (California), donde un Dodge Charger se daba a la fuga después de que sus tres ocupantes participaran en un tiroteo con la policía. Cabe citar que Gerardo Diego Ayala, identificado como uno de los responsables del suceso, fue detenido por la policía, falleciendo en el hospital herido por el intercambio de disparos.

 

La noticia tal y como la dio la cadena estadounidense ABC.

En cualquier caso, Andrew Scott, de 33 años, con toda la vida por delante, con mucho que ofrecer a la sociedad, murió de manera tan fortuita como caprichosa. Este tipo de sucesos causan suma impotencia, por no decir del dolor por el que estarán pasando familiares y amigos. Y claro, uno no sabe muy bien qué pensar bajo estas circunstancias... pero se asume con rapidez que la vida está para vivirla, que uno nunca puede saber qué es lo que puede pasar en los siguientes días. Puedes triunfar hoy e irte al otro barrio mañana... quién sabe. Pero ojo, no quiero transmitir un mensaje pesimista con todo esto. Más bien, amigo lector, te digo que vivas la vida, que aproveches cada minuto de la mejor de las maneras, que sepas rodearte de tus seres queridos y que, por supuesto, disfrutes a tope de tu estancia en este plano de existencia. 


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