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O respetamos a los autores o se nos va a llenar el mercado de juegos cobardicas y sin visión

#RespectMasuda, cojones
Por Adrián Suárez Mouriño

Los fans protestan y se cambia el diseño de Sonic. Los fans protestan y se cambia el diseño del sable láser de Star Wars: Jedi Fallen Orden. Los fans protestan y se atreven a pedir el despido de Junichi Masuda por querer entregar un mejor equilibrio en su nuevo Pokémon a la hora de combatir, reduciendo presencia de número de criaturas y firmar, en definitiva, el juego que le sale a Game Freak de los huevos como autores de Pokémon Espada y Escudo que son.

 

No voy a decir que no entiendo la consternación de los fans. Sería cínico si dijera que no comprendo que, a los que les da igual el multijugador competitivo y que solo están aquí para coleccionar a todos los Pokémon, les moleste no tener a todo el histórico bestiario de la serie disponible. A ellos les sirve de poco saber que divulgadores expertos en Pokémon o jugadores de competitivo de primer nivel han dado el visto bueno a la decisión de Masuda. Tampoco voy a decir ni discutir ni valorar si me parece mejor, peor o más razonable quedarnos en Pokémon Espada y Escudo solo con los bichos existentes en esa región.

 

¿Que si no me gustaría que hubiera un millón de animalejos por cada juego? Pues claro, y también una skin de Artorias para cuando me encuentre con Zacian. Pero el problema no es este. Este artículo no pretende determinar si la decisión de Masuda es correcta o si el diseño de Sonic o del sable del nuevo juego de Star Wars están bien mal. Voy a otra cosa. A lo importante. A lo que tenemos que comprender todos.

 

 

El videojuego, como la fuerza en La Guerra de las Galaxias, se dirime entre dos caras de una misma moneda. Si ser producto (lado oscuro de la fuerza) o ser cultura y forma de expresión de un autor (lado luminoso de la fuerza). Muchos analizamos el videojuego desde este segundo planteamiento, lo disfrutamos de esa forma y dedicamos gran parte de nuestra vida profesional a ello aunque sea a cambio de solo un par de duros al mes. A muchos se les llena la boca hablando de que el videojuego es el arte total, que es Ciudadano Kane de no sé qué y mil cosas más. Sin embargo, para que el videojuego sea cultura e incluso ese algo más necesitamos a los autores, y necesitamos que se expresen de la forma que ellos necesiten, entiendan y comprendan que es mejor para su juego.

 

Sin autores libres no hay cultura. Con autores que dependan de análisis de mercado, con miedo por no contentar a los fan(ático)s y que solo quieren que sus clientes no se les echen encima si se equivocan o si tienen una visión demasiado arriesgada o sesgada, ¿qué tendremos? Pues productos, meros trastos, cacharros y chismes creados para vender mejor. ¿Queremos que el videojuego sea producto y no pieza cultural? Si eso es lo que queremos, adelante, insultemos la visión del autor y obliguémosle a plegarse a nuestras exigencias. Que nos dé cosas que nos satisfagan. Y punto.

 

¿Quiere decir esto que no hay que criticar, señalar con el dedo los errores o realizar análisis? Por supuesto que hay que hacer crítica, pero solo cuando la obra esté rematada y en nuestras manos. Es entonces cuando llega la crítica cultural y respetuosa, sabiendo que un autor ha hecho lo mejor que ha podido para plasmar su visión ahí. Luego criticamos, compramos o no, los estudios toman nota y el sector avanza hacia un lado o hacia otro.

 

 

Porque a diferencia de los juegos de Telltale Games, aquí las decisiones sí importan. Aquí sí que hay consecuencias reales a nuestros actos.

 

Si nos dedicamos a pedir despidos y cambios en obras antes de ser lanzadas, no solo las despojamos de su factor cultural, no solo matamos al autor, sino que la opinión pública se convierte en él, sustituyéndolo. Lo que sucederá es que se irán sacando anuncios y muestras del material para hacer estudios de mercado y, con ellos, sacar un juego u otro. Un producto u otro. ¿En serio queremos eso? No olvidemos que los videojuegos que son auténticamente rentables son los que son productos y no expresión cultural; es decir, los juegos de móviles repletitos de micropagos.

 

Valga este artículo para animaros a seguir opinando, pero solo cuando la obra está acabada. Tened fe en los autores si pensáis de corazón que el videojuego es cultura. Defended a los creadores, amadlos y cuidadlos, pues en su libertad creativa está el único camino para que el videojuego crezca. Si los agobiamos, si pedimos su cabeza por cosas que no nos gustan, solo conseguiremos que de aquí a diez años todos los videojuegos que nos lleguen sean asquerosos juegos de móvil fuertemente planificados, monetizados y sin alma. Vosotros mismos, pero sin libertad no hay arte.


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