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Narrativa universal: Cuando las palabras sobran

Brothers: a Tale of Two Sons
Por Rafa del Río

Una de las agradables sorpresas de este mes para los afortunados poseedores de Playstation Plus ha sido Brothers, a Tale of Two Sons. Un título de Starbreeze que apuesta por una temática sencilla y a la vez tremedamente complicada de puzzles, argumento sólido, habilidad y grandes dosis de calidad artística.

 

Érase una vez...

El título no engaña: Brother, a Tale of Two Sons narra de forma magistral el cuento de dos hermanos. Tomando como punto de partida uno de los grandes clásicos de la literatura infantil -como si de un cuento de Callejas o una fábula de Esopo se tratara-, el juego nos propone meternos en la piel de dos hermanos e iniciar una peligrosa odisea en busca de la flor mágica que salvará a su padre de una misteriosa enfermedad. Un viaje de autodescubrimiento y desarrollo en busca de la madurez en el que las aventuras estarán a la orden del día.

 

Pero la magia de Brothers no está en la historia, sino en la narrativa y en la forma en la que nos hacemos protagonistas de ella. La jugabilidad es endiablada, con tan sólo un stick y un gatillo para manejar a cada uno de los hermanos y sus distintas habilidades, la cantidad de acciones que podremos llevar a cabo será impresionante: Mover objetos, escalada con cuerda, trepar, activar interruptores, cargar ovejas e incluso subir un risco montados en una cabra son, tan sólo, una pequeña muestra de lo que los chicos de Starbreeze han conseguido crear con dos palitos y dos botones. Con tantos movimientos y habilidades, los puzzles poseen una variedad pocas veces vista antes. No se limitan a repetir una y otra vez la misma mecánica, sino que ofrecen, en ocasiones, intuitivos retos que una vez resueltos arrancan una sonrisa satisfecha al jugador.  

 

 

Más allá de las palabras

Hay una crítica cinematográfica bastante famosa -seguro que la habréis oído o leído por ahí- que reza: "Con Up, los chicos de Pixar cuentan en cinco minutos una historia de amor más profunda y entrañable que Crepúsculo en todas sus películas". Dejando a un lado la coña implícita de estas palabras, en Brothers, a Tale of two Sons pasa algo muy parecido: El equipo de Starbreeze consigue desde el minuto cero que quedemos enganchados a su obra, nos encariñemos con sus actores y tomemos parte de la acción con el corazón en un puño, y lo hacen sin palabras, con el lenguaje universal de la narrativa visual y el de la entonación.

 

Porque sí, en Brothers hay palabras, pero es un lenguaje inventado, una vocalización que, sin duda, a muchos les recordará a esa joya de Fumito Ueda llamada Ico. Lo llamativo del asunto es que, mientras durante muchos años nos acostumbramos a ver a los personajes hablando con pitidos mientras las palabras aparecían en un recuadro a sus pies, es ahora, cuando los personajes hablan con fonemas cuyo significado se nos escapa, cuando mejor los entendemos. Cuando más cerca nos sentimos de sus sentimientos, mejor comprendemos sus motivaciones y más sencillo nos resulta identificarnos con ellos. 

 

 

Los dos hermanos de Brothers hablan el lenguaje universal de los sentimientos capaces de romper un corazón, de los gestos, de la angustia, del amor. Cada uno de los hermanos tiene una personalidad que queda perfectamente plasmada en sus primeros cinco minutos de juego, y es que sus desarrolladores han encontrado el Santo Grial que todo cuentacuentos -llámese guionista, director de cine, escritor o programador- busca. El estudio ha descubierto la clave para transmitir emociones con apenas unos esbozos, de presentar momentos duros, durísimos, e historias con una melancolía que en ocasiones quitan el aliento. Y no contentos con ello, logran conectar sin aburrir al jugador con palabrería superflua y sin sentido ni mecánicas de juegos de superproducción.

 

Brothers, a Tale of Two Sons es una joya. Un bunraku -teatro de marionetas japonesas- de aspecto moderno, una trufa amarga pero deliciosamente confitada... Con unas cuatro horas de juego que no sólo enganchan al jugador con sus puzles, su simpleza y el preciosismo de sus escenarios, sino que además lo hacen cómplice, protagonista y actor de un cuento más moderno que esos de princesas y dragones. Un cuento que se hace un hueco en nuestro corazón y que, una vez conocido, no nos abandonará jamás. 

 

¡Nos leemos!


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