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Mind: Path to Thalamus

Buena incorporación
Por Adrián Suárez Mouriño

Mind: Path to Thalamus es toda una experiencia, como un sueño raro en el que haces cosas no porque tenga sentido hacerlas, sino porque obedecen a las extrañas normas de ese sueño. Nada encaja hasta que poco a poco todo va dando forma a un puzzle, que siempre sigue siendo extraño.

 

El título de Carlos Coronado nos introduce en la mente de un hombre que, tras el ataque de un tornado, acaba sucumbiendo a un proceso de coma. Lo malo (o lo peor, mejor dicho) es que ese tornado amenaza con acabar también con Sofía, su hija. ¿Puede el protagonista salir del coma? ¿Puede ayudar a su hija, a la que persigue a través de su mente herida? Quizás si llega al Tálamo.

 

La narración de Mind tiene mucho de Dear Esther pasado por el tamiz de Portal. Es decir, hay relato, hay paseos, pero estos desembocan en unos potentes puzzles situacionales en los que se evoca al maravilloso título de Valve. La narración está resuelta con acierto. Lo que se nos cuenta a través de una voz en off es interesante, evocador y entronca con los oníricos paisajes que recorremos.Todo preparado para que nos sumerjamos en una experiencia sosegada a la vez que angustiosa; porque nunca acabamos de tener claro el motivo por el que hacemos lo que hacemos, o el razonamiento tras los puzzles o porqué avanzamos. Pero a la vez esta clarísimo.

 

 

De todos modos, se producen situaciones en las que el discurso se lía demasiado. El protagonista habla para señalar que estamos en un lugar concreto de la historia, y así marca nuestro avance, pero lo que dice no siempre importa; aunque esto tenga cierto peso en el propio juego.

 

De nuevo, como en un sueño. En esta composición también colabora la música, que acompaña pero también funcionando como guía en determinadas situaciones (la voz de su amo), tirando de nosotros, como pidiéndonos que salgamos de nuestro encierro psíquico. La verdad es que Mind: Path to Thalamus tiene mucho de experimento, y hasta de recopilación enciclopédica de las maneras de narrar que han eclosinado y se han acentuado en esta generación; sobretodo a través del fenómeno indie.

 

Se cuestionan los motivos de andar hacia adelante, ¿por qué lo hacemos? De seguir una luz, de dilucidar la resolución de un puzzle y hasta de conocer nuestras propias metas; de jugar por jugar. A medida que avanzamos en Mind nos dejamos atrapar por sus razonamientos particulares; muy confusos la mayoría de ellos por lo mucho que divaga el protagonista, pero a los que acabamos de encontrar sentido en el marco de la aventura.

 

Donde el título tiene más problemas, sin llegar a ser algo realmente incómodo, es en la relación del personaje con lo que atrapa. Tenemos que recoger, en muchas ocasiones, unas esferas que sirven para solucionar los puzzles que nos propone el juego, pero estas se nos escapan de entre los dedos o cuesta atraparlas, tomando un esquema de control heredado de Valve (lo que tomamos flota ante nuestros ojos). Pero no llega a ser un motivo para criticar un juego muy interesante que tiene en cuestionarse quién es el jugador, y por extensión el videojuego, y sus mecánicas, su fondo.

 

Un sueño bien hilado, con unos escenarios muy bien construidos y unos puzzles que son mejores porque nunca nos son explicados. Tras hacer un par de ellos intenta detallarle a un profano a Mind su lógica. No la entenderá, pero tú sí. Ahí está la magia del título, la misma con la que se construye toda la experiencia.


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