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Menos mal que tenemos juegos-minijuego

Pequeños respiros
Por Brenda Giacconi

No hace falta decir que nos encontramos en una semana muy emocionante para los videojugadores del mundo. La next-gen, de la que ya hemos podido catar un poquito, acaba de llegar. Y, con ella, nos caen estrepitosamente varias aventuras potentes con las que estrenar las primeras (de muchas) horas de las nuevas consolas. Yakuza: Like a Dragon, Assassin’s Creed: Valhalla, los próximos Demon’s Souls Remake y Spider-Man: Miles Morales, y servicios de suscripción en los que ya confiamos como Xbox Game Pass son algunas de las razones por las que podríamos quedarnos en casa durante días. Entregas y bibliotecas virtuales que nos prometen largos ratos de diversión con uno solo de sus productos.

 

Part Time UFO

 

Y, para contrarrestar, estoy yo, que hace unos pocos días estaba montando y desmontando estructuras en Part Time UFO, de Hal Laboratory. Un título adorable con una propuesta increíblemente sencilla que ha conseguido que tenga un par de tardes de lo más entretenidas. Evidentemente, tengo tantas ganas como vosotros de jugar a todo lo mencionado anteriormente, pero, ante todas las noticias bomba y expectativas por las nubes que observamos en las redes sociales, me ha venido muy bien respirar con un OVNI que, simplemente, construye cosas. Y no he podido evitar recordar con cariño aquellos títulos que, siguiendo la misma pauta, me han encandilado con unas pocas horas de uso.

 

A primera vista, esto no tiene mucho sentido. En mi análisis de Part Time Ufo recalqué la explotación de una mecánica única que consiste en agarrar y soltar objetos con el gancho del alien protagonista. Una característica que podría haber pasado por aburrida a lo largo del tiempo de juego, pero que se combinaba a la perfección con unos retos complementarios de dificultad creciente. Y esta unión entre simpleza y aumento de complejidad se observa en este género al que me gusta denominar “juegos-minijuego”. La saga Rhythm Paradise se basa exclusivamente en seguir el ritmo de una tonadilla basándose en ciertos indicadores de la pantalla, que actúan de estímulo previo para indicar el momento en el que el jugador debe responder. El usuario ni siquiera crea la melodía, pues ésta viene establecida, y tan solo persigue el patrón característico de cada fase. Pero qué gustazo da hacer golpes perfectos y escuchar las canciones. Esta impresión vuelve a aparecer en Wario Ware Touched!, que se estrenó como uno de los títulos que muestran las funcionalidades, en aquella época innovadoras, de la Nintendo DS. De este modo, los movimientos consistían en tocar la pantalla táctil, soplar al micrófono, quedarse en silencio cuando se requería, etc. Nada de exploración, ni de conversaciones reflexivas, ni de batallas casi imposibles.

 

 

En sus cimientos, dichos juegos exponen mecánicas muy repetitivas que se contextualizan en unos espacios lo suficientemente coloridos y originales como para que distraiga de esta sensación de reiteración. Además, su corta duración suma a que el entretenimiento no se torne pesado con dicha característica. Porque el objetivo de los desarrolladores de tales ideas es alejarse del estilo de los Triple A y sus amplios terrenos en los que perderse durante meses, y crear un producto mucho más fútil en narrativa con propuestas rápidamente exprimibles. Y la intención cumple con creces: el usuario juega en sus ratos libres, se divierte gracias a los fundamentos sencillos de estas entregas y las guarda en un cajón para, probablemente, no volver a tocarlas. Sin embargo, lo más importante es que, aún con sus pocas horas de uso y sus ideas simples, se recuerdan con cierto cariño como algo que ayudó a animar algunas tardes.

 

No tienen ni punto de comparación con los títulos con los que he abierto este texto, pero quizás de vez en cuando viene mejor ir al grano y distraerse de manera fácil que buscar misiones secundarias y recorrer llanuras interminables que, aparentemente, justifican la decisión de hacer mundos abiertos de cientos de horas de juego. Entre tanta muestra de potencia y gráficos alucinantes, los juegos-minijuego abren una ventana de aire fresco que se agradece.


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