Me cuesta leer en los videojuegos
Como todo en la vida, cada videojuego tiene su momento. Hay temporadas en las que como jugador estás más receptivo a determinadas producciones que otras veces no quieres ni ver, y hay géneros que tras visitarlos requieren un tiempo prudencial antes de volverte a dejar atrapar por sus garras. Es tan malo jugar siempre al mismo género como no haberlo probado jamás. Sin embargo, hay algo que me viene acompañando desde mis primeras partidas: me cansa leer. No sé si es cosa mía.
Nunca ha sido algo que me haya impedido disfrutar de títulos con mayor carga textual -de hecho parte de mi juventud la pasé jugando a aventuras gráficas y a JRPG’s- pero siempre me ha parecido un precio a pagar, como quien disfruta haciendo el camino de Santiago a sabiendas que le dolerán las rodillas. Solo a nivel de lenguaje, el videojuego tiene multitud de recursos que le permiten salvar la necesidad de explicarse mediante párrafos, fragmentos escritos y demás. Los acepto como complemento, pero me molesta cuando son una parte esencial de títulos que podrían existir sin ellos. Me explico.
Skyrim, Dishonored, Fallout 4, The Witcher y el nuevo Hitman son juegos que saben hacerlo bien y mal al mismo tiempo. En todos ellos es posible disfrutar de la experiencia prescindiendo de la lectura casi al completo, pero por otro lado te pierdes gran parte de lo que ofrecen si no te paras a leer. Los libros -o la biblioteca, más bien- del quinto The Elder Scrolls nos cuentan muchísimas cosas sobre Tamriel, sus antiguos señores, su mitología, además de ofrecer una cantidad de relatos cortos de una magnitud tal que apabulla. Fue, de hecho, la primera vez en la que constaté que un juego podría conmigo, que no iba a conocerlo al completo.
La obra de Arkane, el cuarto Fallout y la última aventura del brujo Geralt son partes pequeñas del mismo pastel, uno de aquellos difíciles de digerir. Pero como decía también saben solventar la dependencia del texto con narración contextual, dejando que la disposición del escenario nos hable o que nos empapemos de conocimiento parando a escuchar. Tenemos las holocintas, las conversaciones ajenas de Hitman, las misiones secundarias de The Witcher 3 -más centradas en la descripción sociocultural de su mundo que en salir a matar bichos- y la decadencia en las calles de Dunwall. ¿Si te sabes expresar de una manera que no frena el ritmo de la experiencia, por qué sigues haciéndolo?
Para ampliar contenido, tal vez. No es difícil pensar que la manera menos problemática de enriquecer tu videojuego es llenarlo de notas dispersas, escondidas incluso, y es la vía rápida para poder afirmar que tu título está ‘lleno de secretos’ y ‘plagado de extras’. En Dishonored 2 me estoy forzando a leer cada nota porque puede ser la única manera de saber si mi objetivo merece clemencia, en Fallout 4 prácticamente solo puedes conocer el pasado de cada refugio leyendo en los archivos que cada ordenador, en lo último de CD Projekt RED me paro a leer la descripción de mi próxima presa para hacer que nuestro encuentro sea épico. Para profundizar en las capas de cada juego, no te queda otra que pasar por el aro.
Evidentemente, no es algo de lo que podamos prescindir en su totalidad. Lo que vengo a decir es que los textos también son el recurso fácil para exponer algo que podrías conocer de otra manera, uno que además suele presentarse sin demasiada originalidad -y a veces con problemas con el tamaño de la fuente que dificultan la lectura- recurriendo a las notas, las cartas y los memorándums que siempre terminan llevándote a la misma pregunta: ¿de verdad hay tanta gente parándose a escribir y perdiendo sus notas? Sin embargo no termino de deshacerme de la sensación de que igual es una manía, que los textos son un medio expresivo tan válido como otro y que lo que yo veo como un bache en el camino no es más que otra demostración de la naturaleza interdisciplinar de nuestro medio. ¿Qué pensáis vosotros?
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