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Majora's Mask, uno de los Zelda más especiales

Una aventura no tan legendaria
Por Brenda Giacconi

Creo que, a lo largo de mi breve andanza por la casa Mundogamers, os he dado mucho la chapa con algunos de los títulos que más me han marcado en mi vida de videojugadora. He hablado en múltiples ocasiones de Nier: Automata y las maldades que atraviesan la cabeza de Yoko Taro, así como de Undertale, que se convirtió en la sorpresa personal que me invitó a observar los videojuegos más detenidamente. Esta epifanía de análisis del medio más allá del puro entretenimiento fue lo que me llevó a estrenarme oficialmente aquí como redactora tras mucho tiempo de escribir casi en soledad. El abrupto comunicado de que esta web cerraría sus puertas próximamente ha hecho que adelante uno de los juegos que tenía pendientes de alabar, de escribir sobre él en la página y, en definitiva, de volverme a emocionar vertiendo algunas palabritas que nunca llegarán a definir correctamente lo mucho que me gusta. Zelda Majora’s Mask, mi entrega favorita de la franquicia y, por desgracia, uno de los olvidados en la saga.

 

Pero, ¿qué hace tan especial a este juego? Por un lado, lo diferente que es respecto al resto de los Zelda, no en cuanto a jugabilidad, sino en el ambiente conseguido. Esto se lleva a cabo con pequeños experimentos como el uso del concepto del tiempo, el reinicio y la conservación de lo explorado, algo que se presenta desde un prisma extraño, adecuándose al resto del entorno del juego. Esta incisión en el paso de las horas afecta, evidentemente, al resto de habitantes del reino de Términa, a los que se imbuye de historias y anécdotas cuyo desarrollo se basa en la evolución de los 3 días que dura el juego. De este modo, se ha programado a los personajes para que se alejen del papel tradicional de mediador entre jugador y misión, y se convierten en contenedores detallados de alguien con una preocupación personal, afectado/a por la histeria general de la caída de la Luna y que, detrás de todo eso, tiene una personalidad labrada por su pasado. Estos pequeños detalles se van conociendo dentro de la partida y constan como uno de esos alicientes que enganchan al jugador, pero, en líneas generales, hay aspectos que vale la pena comentar y a los que se les nota demasiado el esfuerzo de la compañía y la originalidad propia como para pasarlos por alto.

 

Majora's Mask Skull Kid

 

Más que un inicio, un desafío

 

Cuando pensamos en la Nintendo 64 y, concretamente, en la saga Zelda, es muy probable que muchos oigáis la ocarina que sonaba durante la pantalla de presentación de Zelda Ocarina of Time. Claramente, fue un referente importante en la historia de la consola y de Nintendo en general cuya popularidad eclipsó al título que me trae hoy aquí. Majora’s Mask se lanzó poco tiempo después, pero su desarrollo se alejó de lo normal en la saga y se convirtió en todo un reto personal para Eiji Aonuma. El actual responsable de la saga comunicó sus dudas sobre la que sería la secuela de Ocarina of Time, con el nombre en clave Ura Zelda, y Miyamoto, sorprendido ante sus palabras, le propuso la creación de un nuevo juego de Zelda en un año.

 

De este modo, el equipo reutilizó texturas ya conocidas de Ocarina of Time, pero las situó en un reino completamente distinto a Hyrule: Términa. Evidentemente, algunos cambios fueron introducidos con tal de proporcionar nuevas historias (Malon, del Racho Lon-Lon en Ocarina of Time en niña y adulta se convirtió en las hermanas Romani y Cremia, del rancho Romani), pero esto apenas se percibe en una aventura que cambia casi todas las dinámicas propias de la franquicia. En todo caso, invita a volver a hablar con estos personajes aparentemente conocidos, pero totalmente cambiados.

 

Luna Majora's Mask

 

El más diferente

 

En esencia, Majora’s Mask es un Zelda más: cuenta con Link como protagonista, ataca con la espada, hay que salvar a un reino y esto se consigue completando unas mazmorras llenas de enigmas y enemigos, lo que nos lleva al jefe final del título. Sin embargo, el segundo título de la saga para Nintendo 64 se presenta de una manera tan siniestra y, en ocasiones, lúgubre, que consigue diferenciarse de todas sus entregas hermanas. Para empezar, el recorrido que realizamos a lo largo de Términa para la superación de las mazmorras necesarias se siente muy distinta a lo que suele verse en el resto de juegos. Tan solo hay 4 mazmorras, pero todas son algo estrambóticas o sufren alguna particularidad que desencadena tristeza y muerte. En una el agua está envenenada y se ven afectados los simpáticos monos de la zona, en otra conocemos a una tribu acostumbrada al calor que parece destinada a la congelación, en la tercera exploramos una bahía con aguas contaminadas y piratas que roban huevos Zora y en la última visitamos los últimos resquicios de una familia real casi caída en el olvido.

 

Esto por no hablar de las distintas anécdotas que hay en el juego, muchas de ellas relacionadas con la obtención de las máscaras. Un muchacho que quiere ver a sus polluelos convertirse en gallinas hechas y derechas, pero sabe que la Luna destruirá todo antes de poder ver el crecimiento de sus amigas emplumadas. Una joven trabajadora a la que siempre asaltan el carro de sus víveres. Un joven prometido al que maldicen y su amada que le espera hasta el final de sus días… Y, como guinda principal del pastel, la amenaza constante de una Luna de cara malvada a punto de caer porque una máscara maldita controla a un niño. Y esto sin entrar en las máscaras que nos permiten transformarnos en diferentes personajes, que a su vez tienen las historias más tristes del juego.

 

Claramente, Majora’s Mask no es la entrega más “legendaria” de la saga. Ocarina of Time tenía ese puesto en su momento (aunque el paso del tiempo ha sacado nuevos competidores para este título) con un Link que se convertía en adulto, que salvaba a la princesa, que vencía a una de las encarnaciones del mal más conocidas de los videojuegos… Majora’s Mask es más apagado en ese sentido, ya que no se vanaglorian tanto las hazañas de Link y se dedica a mostrarnos un argumento igual de heroico, pero en un reino desconocido y pequeño en el que tomamos el papel de forastero que, simplemente, ayudaba porque pasaba por allí. Ambos Link en Ocarina of Time y Majora’s Mask habrán cambiado la vida de los habitantes de Hyrule y Términa, pero mientras uno era un Héroe del Tiempo profetizado y esperado durante años, el otro se contempla como un alma caritativa del que ni siquiera se recordará el nombre. Porque un héroe no tiene por qué llevar capa y ser reconocido, igual que una franquicia fantástica no necesariamente será siempre sobre el rescate de una princesa con conclusiones felices. Majora’s Mask es único entre las entregas de Zelda, y la experimentación que ha hecho Nintendo, tanto a nivel técnico como emocional, lo convierte en uno de los títulos más especiales de toda la saga.


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