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Los videojuegos en 2D tienen futuro más allá del indie

Todavía hay cosas interesantes
Por Rafa del Río

El otro día, por aquello de ocupar un media horita jugando a algo, volví a descargarme Dust, an Elysian Tail y retomé la partida que, en su momento, dejé colgada en pro de títulos más potentes y, ya de paso, que estuvieran en 3D en cuanto a la profundidad de su 'scroll'... Si es que puede seguir llamándose Scroll al movimiento libre en las tres direcciones. 

 

Lo curioso es que en esta segunda vuelta ha logrado engancharme mucho más que la primera, y dejando a un lado que los dibujos de los personajes principales son bastante malos y la animación, que parece hecha por alguien que hace poco empezó a manejar flash -a la altura del primer Mirror's Edge, vaya- el juego es más que interesante a tantos niveles que me sorprende no haber sabido valorarlo antes: Buena jugabilidad, unos enemigos muy bien trazados, una historia interesante con sus momentos de humor y unos escenarios preciosos muy reconocibles en cada nueva pantalla. 

 

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Y todo esto en 2D

Las 2D siguen presente en nuestro mercado, y no sólo en los juegos indies, sino también en los títulos de presupuesto más humilde de estudios más enfocados a los triple A. Valiant Hearts, Total Spy, Child of Light u Ori and the Blindforest son tan sólo un pequeño ejemplo de lo que un estudio grande -o uno medianito con el apoyo económico de un estudio grande- son capaces de hacer con las 2D.

 

Y es que por mucho que a veces nos olvidemos de estos títulos en pro de los más ambiciosos, las 2D siguen pegando fuerte, aunque en su inmensa mayoría suelen venir de la mano del pixel art o de la genialidad de añadir puzzles, puzzles y más puzles con nuevas mecánicas que, al final, termina convirtiendo al juego en un esclavo de las mecánicas creadas a tal efecto, lo que le resta diversión al título. 

 

Podéis llamarlo Broforce y su mecánica de cambio de personaje de forma aleatoria, Super Time Force y su jugabilidad a trompicones gracias al uso del tiempo, el brillante Apotheon que acaba por cansar con su estética griega y sus letras diminutas Super Meat Boy y su planteamiento a medias que no acaba de ser gran cosa o todos los juegos que se rinden al pixel art para no pagar demasiado empezando por el aclamado y posteriormente olvidado FEZ.

 

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Buenos juegos en 2D

Es muy difícil hacer un buen juego en 2D, crear nuevas mecánicas exclusivas y que el producto funcione sin pecar de pesadez en las rutinas o de pixel art. Se me ocurre Contrast y esa forma magistral de usar su rutina sin que esta canse, Never Alone y su ambición documental, This War of Mine con su 'mensaje', Unravel y ese nostálgico paseo por los recuerdos, de sus creadores y los nuestros propios, y, tal vez, Deadlight por meter un juego español de gran calidad en el ajo. 

 

Más allá de estos, los juegos clásicos en 2D siguen teniendo fuerza gracias a aquellos de los que Dust copia la fórmula; Odin Sphere, el espectacular y colorido hack and slash de Vanillaware, y Muramasa: the Demon Blade, la preciosista vuelta al Japón más feudal de la mano, una vez más, de Vanillaware.

 

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Puede hacerse mucho más

Que sí, que soy consciente de que me dejo muchos en el tintero: ahí quedan Mark of the Ninja, el no demasiado bien recibido Shadow of the Beast y mil millones de juegos más, pero al margen de los mencionados, los olvidados y los deconocidos, sigo pensando que el mercado de los videojuegos en 2D aún puede darnos mucho más que un Trine que termina por aburrir, otra entrega de Metal Slug, ese Whispering Willows que nos dejó entre que sí y que no o, por excelente que sea, una secuela de Shovel Knight

 

Ahora mismo el formato está casi de moda en kickstarter gracias a Keiji Inafune y Mighter No.9 o Koji Igarashi y su prometedor Bloodstined: Ritual of the Night, pero mucho más allá de lo que ya hemos experimentado, de lo que los genios nipones proponen y lo que queda por investigar a nivel indie, lo cierto es que la plataforma podría dar muchos más frutos si enfocan el sistema con la ambición propia de un triple A.

 

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Hace unos años, Koji Igarashi demostró a un mundo obsesionado por los polígonos y las 3D que las dos dimensiones podían seguir pegando fuerte con su Castlevania: Symphony of the Night. Ahora necesitamos a alguien que dé un nuevo golpe en la mesa y vuelva a hacer lo mismo, aplicando todo lo bueno de las grandes producciones actuales a un formato más barato pero igualmente digno y con sus bondades propias. 

 

Quiero más juegos en 2D, pero quiero que sean juegos ambiciosos, títulos que busquen el éxito sin ir de mediocres ni de humildes y que no recurran al pixel art o a las mecánicas supermegachachis para convencerme de su compra. Parece que ese mercado aún está en auge, y puede que, dentro de poco, mis deseos se hagan realidad. 

 

¡Nos leemos!


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