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Los videojuegos cada vez dejan más de lado el verdadero juego social

Cervezas y multitaps
Por Raúl Rosso

Más o menos cada mes realizo un ritual en el que intervienen tres amigos, una consola de alguna generación pasada y un videjuego con modo cooperativo para cuatro personas. Ya saben de qué va el asunto. Unas cervezuelas, codazos, insultos desde el cariño y la terrible sensación de que estos momentos cada vez son más difíciles de vivir si no se recurren a máquinas de otro tiempo, pues en la actualidad, aunque se abogue por este tipo de experiencias en el ámbito de los party games, a los clasistas les sigue urgiendo la necesidad de poner a sudar el gamepad en sus manos.

 

El problema en sí no está en el hecho de permitir en el título de cuatro personas simultáneas; con la infraestructura del juego online instaurada en los hogares como un estándar básico para el ocio interactivo, la propuesta lúdica es enorme y las posibilidades del disfrute e interacción masiva están a tiro de piedra. Pero los carcamales del sector como el que suscribe, que han vivido durante muchos años esa cultura del guateque gamer y han podido mezclar la socialización más primigenia con el moderno divertimento que son los videojuegos, no acabamos de pillarle el punto a la alternativa multimedia que se nos presenta.

 

Wall E gordos

 

El juego online, por muy divertido, excitante y revelador que sea, es frío. El distanciamiento del individuo y el levantamiento de esa infranqueable fachada de privacidad, seguridad y anonimato puede resultar reconfortante a la hora de guarecernos del frenético mundo en el que vivimos, y más con la que está cayendo, pero por muchos avances tecnológicos que haya no podemos olvidarnos de que la verdadera interacción social requiere obligatoriamente de una interacción física. ¿Se acuerdan de cómo le iban las cosas a la civilización humana en la película Wall-E? Pues eso.

 

Ayer jugué a un videojuego de PS2 llamado Mashed, que bebe del concepto multijugador de los clásicos Micromachines de Codemasters en cuanto al frenetismo de sus carreras. Y por mucho FPS estratosférico y juego social descacharrante que pruebe, tan solo con estos jueguecillos se me sube por la espalda ese gustirrinín de estar realizando una actividad en grupo y un juego que no se entretiene con barrocos y engorrosos sistemas de juego con una ristra de opciones online, entramado social, contenido adicional y leches en vinagre.

 

 

El nuevo dominó de tasca en el siglo XXI, el nuevo juego de canicas para talluditos comenzó hace un par de décadas y empieza a apagarse. Una experiencia social hermanada con la tecnología más actual que ha servido de puente entre el ocio más peregrino y la nueva ola tecnológica. No me gustaría que eso se perdiese, por mucho que todas las consolas actuales se obcequen con el rollo interactivo, los mensajitos entre amigos y la madre que los parió. Al final todo eso es una milonga para despistar la idea que no deberíamos dejar de tener en mente: Para disfrutar de la vida hay que compartirla en persona con los que tienes cerca.    


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