Las exclusividades de la next-gen: trucos y baratijas

En The Final Bosman, Kyle Bosman hace una reflexión muy interesante a tenor de la última conferencia de Sony, donde se anunció entre otras exclusividades que Watch Dogs y Assassin's Creed IV tendría contenido exclusivo para PS4. Uno de estos contenidos puede resultar tentador, ofreciendo una hora más de juego que el resto de versiones. ¿El otro? Un acelerador para el hackeo. Vamos, un truco de toda la vida para que tardemos menos en colarnos en los dispositivos electrónicos con nuestro teléfono móvil en la primera aventura de Aiden Pierce.

¿Qué tipo de anuncio es ofrecer en exclusiva un truco? ¿Existe realmente algún jugador que vaya a ver ese anuncio y pensar «oh, voy a comprar la versión de PS4 porque con este truco hackearé más rápido»? Partiendo de la base que cualquier tipo de modificación para facilitar las cosas rompe totalmente el balanceo de un juego, ¿quién estaría tentado por esta oferta?

Lo peor de todo no es que en una de las conferencias más importantes del año se realicen estas prácticas. Lo peor es la comparación otros tiempos. La guerra de consolas es cada vez más una cortina de humo que esconde una terrible verdad: los dos bandos son prácticamente idénticos, ofrecen prácticamente las mismas funciones, los mismos juegos y son los usuarios los que sacan la puntilla. Que si GDDR5, que si el poder de la nube. Realmente somos nosotros los que queremos buscar pistas por donde sea: en una declaración, en una comparativa de imágenes, dentro de la consola... ¿Porque queremos justificar nuestra inversión frente a los demás? ¿Porque admitir que son prácticamente iguales sería demasiado aburrido?

La presente generación que acaba se ha caracterizado por esas comparativas entre versiones, y podía estar justificado en cierto modo, porque muchas versiones se veían muy deslucidas frente a la original (sólo hay que ver juegos como Bayonetta, por ejemplo), pero ¿de verdad creemos que esta generación el cambio va a ser tan sustancial? El ecosistema de nueva generación se ha planteado casi como si hubiera habido un consenso para que tanto versiones de Xbox One como de PS4 luzcan igual. Después, tendremos versiones satélite para PC y Wii U, una que se seguirá viendo superior (o en su defecto, ganará en tasa de frames o resolución) y otra que, de tener versión, lucirá algo más modesta.

No nos cansamos de repetir que en tiempos de NES, SNES, Master System y Mega Drive cada versión de un videojuego estaba específicamente diseñada para esa plataforma. Luego podíamos ponernos a divagar sobre cuál nos gustaba más, pero, por ejemplo, Jurassic Park no tenía nada que ver la versión de Ocean para Super Nintendo con la de PC, o la de BlueSky para Mega Drive (me quedo con la de PC, chicos, por mucho que molara pensar controlar al velocirraptor cuando eras pequeño).

Con cada generación, esa línea que separaba cada versión se fue haciendo más pequeña. Ahora, tecnológicamente, no vas a notar una gran diferencia entre versiones, por lo que los estudios buscan cualquier manera de otorgar un valor añadido a su versión, sin importar si están despedazando el juego en el proceso. No ha empezado la próxima generación y ya se empieza a vaticinar que, sea como sea, será la última en un estricto sentido de la palabra. Quizá venga la nube, quizá otra revolución, pero a día de hoy, salvo por ocho o diez franquicias exclusivas, comprarse una u otra consola es como comprarse un reproductor de vídeo marca Sony o marca Microsoft.

Ah, sí. Y luego está Nintendo. A lo tonto, quizá su falta de apoyo third-party, obligándola a acelerar la salida de juegos First, le esté dando un valor añadido que nadie, a día de hoy, se puede permitir.