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Lady Dimitrescu desata mi pasión por los gigantes en Resident Evil Village, pero, ¿por qué nos gustan tanto?

Además de por la fantasía de dominación, claro
Por Adrián Suárez Mouriño

Me fascina Lady Dimitrescu, la gran dama de Resident Evil 8 Village; y no por nada sexual ni por ningún rol de dominación (todo sería hablarlo), sino por la propia figura del gigante, del juego de proporciones y de la identidad que se les da a estos seres. Emplear a criaturas inmensos para enfrentarse al jugador no es algo nuevo, lleva haciéndose desde Adventure, desde aquella primera aventura de acción de Atari.

 

En aquel juego, aparecían unos dragones con boca de pato que eran majestuosos porque eran gigantes en relación con el avatar. Y hemos visto una y otra vez a estos seres en videojuegos a modo de jefe final. El problema es que cuando, siendo de proporciones humanas, luchas contra alguien tan grande, el combate se tiene que volver absurdo para poder ganar. Por lo tanto se acaba recurriendo a disparar al punto rojo de su cuerpo o alguna chorrada por el estilo.

 

 

El gigante más ridículo al que recuerdo haberme enfrentado fue uno que aparecía casi al comienzo de Castlevania Lord of Shadows. Para matarlo había que hacer una coreografía súper concreta para poder trepar a su cuerpo y matarlo, muy poco natural y torpe.

 

Pero, de repente, al mundo del videojuego se le ocurrió que podían aparecer gigantes con implicación en la historia y no como grandes jefes finales. Yo admiro profundamente Dark Souls 2 por sus gigantes, por cómo aparecen representados como seres arbóreos con sueños y también como criaturas afines a los dragones; más bien, afines a no ser violentos y a respetar las reglas de la naturaleza.

 

Cuando alguien tan enorme te habla en un videojuego se produce un momento especial. La cámara suele anclarse en la cadera de tu personaje, con lo que el punto de vista y la fuga transforma la escena en un contrapicado. Te sientes minúsculo y te preguntas qué va a ser de ti, si ese ser te va a matar. También necesitas saber por qué es tan grande, qué le queda de humano y cuánto de monstruo. Es una mezcla maravillosa entre terror y fascinación, ¿verdad?

 

Todo eso está en Lady Dimitrescu, sumado a lo atractivo y hasta obsceno que resulta la forma que tiene de moverse por la casa, de agacharse para entrar en una sala y la manera en la que la arquitectura la arropa. Es por todo esto por lo que me parece tan interesante que sea un personaje principal que hable, que tenga implicaciones en la narrativa y que no sea un mero jefe final con un punto rojo que eliminar. Con los gigantes en los videojuegos soy como una polilla atraída por la llama.

 

Que los dos metros noventa de Lady Dimitrescu me abrasen.


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