La muerte en los videojuegos
Compañera de viaje

Mientras que en la vida real nos resulta mucho más fácil hablar del amor que hablar de la muerte, parece que en los videojuegos el fenómeno es justo el contrario. Como os comentaba el otro día, es difícil ver el amor como centro de un videojuego. Sin embargo, la muerte es un tema que rondamos continuamente en determinados títulos, pero, ¿por qué? ¿Acaso sentimos atracción por lo desconocido?
A grandes rasgos, definir el amor es más sencillo que definir la muerte. Después de todo, muchos de nosotros hemos sentido amor, de alguna forma o de otra; sin embargo, difícilmente podemos hablar de la muerte una vez estamos muertos, ¿verdad? Sería un poco preocupante. Pero los videojuegos son obras de ficción, y las obras de ficción pueden permitirse algunas lindezas, pudiendo tirar de imaginación a la hora de hablar de este tipo de temas. Lo mejor no es eso, lo mejor es que el videojuego puede llegar a permitirse el profundizar en la muerte desde muchas visiones distintas.
Eso nos deja un catálogo bastante extenso de videojuegos que tratan la muerte de forma diferente. Desde el simple (bueno, si podemos llamarlo simple) miedo a la muerte, la existencia de un más allá o un terreno sensorial distinto (véase, Limbo), la pérdida de un ser querido y cómo sobrellevarlo (Heavy Rain), la encarnación de la propia Muerte (Darksiders II o Grim Fandango, por poner ejemplos muy dispares), e incluso el morbo de conocer distintas formas de matar. Hay juegos en los que el protagonista está muerto, y otros en los que tenemos que matar a La Muerte. Ese toque poético queda bien en este tipo de obras, como en Castlevania. La muerte también es planteada en casi todos los juegos existentes como una experiencia de superación al obligarnos a aprender de los errores que nos han llevado al clásico Game Over. A veces se torna también como una experiencia más con la que evoluciona el propio juego, como en títulos del corte de She Wants Me Dead.
A pesar de haberse tocado de tantas formas distintas, y más allá de las muertes cómicas que podemos llegar a encontrarnos en los videojuegos, la muerte se ha tomado, en la mayoría de los casos, como un elemento a tratar desde lejos, con respeto. Así es capaz de incluirse en títulos de todo tipo, incluso en aquellos que se toman como un género mucho más infantil. Está claro que Pokémon es un gran ejemplo de esto, con la Torre Pokémon de Pueblo Lavanda.
Otros, como Final Fantasy IX, han sido capaces de acoger en una misma historia distintos tipos de muertes: el miedo a dejar de moverse, a no ser recordado, a la soledad, a la pérdida de identidad. Así, desde un aspecto infantil, sencillo, se es capaz de tratar temas profundos que los niños no van a cuestionarse, o eso pensamos, atrayendo a otro público más allá del supuesto objetivo.
La muerte no siempre es derrota, a veces es el triunfo a través del sacrificio del protagonista, o de un personaje que nos es cercano. En otras ocasiones es el recuerdo de lo que tuvimos o de lo que nos queda, de cuánto vivimos, como en What Remains of Edith Finch. Es entonces cuando comprendemos que la muerte a veces no es más que la eterna compañera de viaje, la que no nos dejará nunca, ni en la vida, ni cuando nos acaricie con su gélida mano. El conocer esa presencia sempiterna es lo que nos atrae hacia esos títulos, toquen el aspecto de la muerte que toquen. Después de todo, nos gusta ver cómo puede ser, explorarla, por hacernos a una idea, si es que podemos, de cómo será cuando llegue el momento. ¿Será un jinete oscuro y hostil, que nos arrancará el alma sin miramientos? ¿O será, quizás, como en la canción de Warcry, una dama que nos acunará en nuestro último aliento, recordándonos la nana que nos cantaban cuando éramos pequeños?
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- general_ada
- 06-12-2017 16:42
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- dios, aun me sigue doliendo la muerte de Lee en el juego de TWD :c
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