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La insultante jugabilidad de Karateka

Juegos para tontos
Por José Manuel Fernández "Spidey"

No hace mucho os comentaba por estos lares la noticia del advenimiento de Karateka, remake del programa con el que Jordan Mechner (Prince of Persia, The Last Express) se estrenara en esto de los videojuegos. La mera idea de retomar las premisas jugables de aquel clásico me hacía tremendamente feliz, esperanzado en que se supiera reflejar correctamente la magnífica ambientación del título original y, claro está, su particular mecánica.

 

Para el que no lo sepa, el viejo Karateka no era más que un juego de lucha uno contra uno. En pos de rescatar a nuestra amada, nuestro joven artista marcial debía avanzar por el escenario y acabar uno a uno con los secuaces del malvado de turno, en unos combates que se caracterizaban por su notable ejecución y por la tensión que lograban imprimir. Es, por así decirlo, uno de los más clásicos exponentes del one vs one, solo que con el toque peliculero que tan bien se le daba a Mechner y que supo rematar en el genial Prince of Persia. Y hablando del famoso príncipe, decir que en sí éste salió bien parado en sus variados remakes, donde por obra y gracia de Ubisoft supo volver a la actualidad como pocos veteranos han podido hacer a día de hoy. Sin embargo, creo que no es el caso de Karateka.

 

Karateka

 

Los encargados de la programación han sido los muchachos de Liquid Entertainment. En teoría supervisados por el mismísimo Mechner, Liquid ha desarrollado un juego que, en esencia, tiene muy poco del viejo Karateka. Para empezar, lejos de retomar su estética cinematográfica, sus gráficos han adoptado un estilo que lo acerca sobremanera a los diseños de la película de animación Mulan. Este apartado sería perdonable, porque en sí el apartado visual es de lo más agradable para la vista. Sin embargo, todo el conjunto se derrumba en base a una metodología lúdica absurdamente sencilla, un toma y daca de lo más ridículo que parece haber sido diseñado para niños de teta.

 

Lo que antes era una pelea sin cuartel, ahora son unos combates que se alejan totalmente del concepto arcade de antaño. Por así decirlo, con el nuevo Karateka tenemos ante nosotros un Quick Time Event a base de soniquetes, donde el rival nos anuncia cuándo nos va a pegar y cuántas tollinas nos van a llover... y, en consecuencia, debemos actuar para cubrirnos de esos golpes. Si logramos evitar el golpe (o el combo), llega nuestro turno de hacer lo propio. Y ya está. Esa es la mecánica de Karateka, más simple que la de un chupete. La gracia de todo esto es que, para aprender esta fórmula jugable, nos tendremos que tratar un largo tutorial que, todo hay que decirlo, no deja de ser inexplicable en lo que a su presencia se refiere.

 

karateka 2

 

Dicho esto, no me queda otra cosa que decir que las compañías piensan que los usuarios de hoy día son idiotas. Cuando contemplo un lanzamiento como Karateka, no me queda otra cosa que discurrir acerca de los estudios de mercado, de la mentalidad que se supone que tienen los compradores potenciales, de la sapiencia a la hora de diseñar un videojuego que tienen los desarrolladores. Viniendo de un producto tan puro en lo lúdico como el Karateka del 84, se me hace imposible asumir que el que hoy nos ocupa viene de aquel, terminando por enlazar nuevamente que esta industria piensa que el usuario es un imbécil que necesita cuidados intensivos para no mearse encima.

 

Me quejaba regularmente de los tutoriales en los juegos, me quejaba de aquellos títulos que en su desarrollo te llevan de la manita, de aquellos que no penalizan tus errores... pero ya toparme de bruces con un programa -supuestamente de artes marciales- con una manera de jugarse que simplifica sobremanera la ya expuesta hace años por aquel divertido Space Channel 5 pues... en fin, me entristece. Afortunadamente siempre nos quedarán los Dark Souls, los ZombiU y algún viejo Gradius que nos ponga las cosas difíciles; pero mientras la industria del videojuego lance señales a la usanza de este Karateka, hay momentos en los que me dan ganas de que se pare el barco para terminar de bajarme definitivamente.

 


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