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La industria debe madurar ¿Y eso qué significa?

Cómo la rutina puede matar un juego
Por Dayo

Ha llegado el verano, las minifaldas y los shorts poblan las calles, y lo único de lo que nos preocupamos en Mundogamers es en ponernos filosóficos y profundos. ¿Pero qué no han dado? Iniciamos el debate con la necesidad de un Ciudadano Kane en el mercado de los videojuegos y la posibilidad de haberlo encontrado, continuamos con la edad de la industria, que según Dayo aún debe madurar, y hoy ponemos la puntilla poniéndonos abuelos cebolletas con la pregunta que, como bien apuntó Izanagi, debería haber abierto el debate: 

 

¿Qué significa madurar?

Según la RAE, después de varias acepciones acerca de frutas, planes y tumores, madurar es alcanzar el pleno desarrollo físico e intelectual. Una definición cortita que tampoco es muy fiable en manos de los boicoteadores del lenguaje, así que tendremos que ir a la experiencia de cada uno y a esos niveles del vulgarismo que todos compartimos, a lo conciencia generacional, de lo que significa el concepto. Algo así como ser más sabio, más serio y más adulto, aplicado, claro está a los productos de la industria del entretenimiento. Soy yo o esto suena muy...

 

 

O lo que es lo mismo, como un auténtico coñazo. Supongo que esto me valdrá el sanbenito de complejo de Peter Pan del que habla mi compañero, pero antes de sacar conclusiones, dejad que os cuente una cosa: Hubo unaépoca en la que la madurez también fue muy importante para mí. Puede que por ser el pequeño de cuatro hermanos, porque llevo leyendo todo lo que caía en mis manos desde que tengo uso de razón o porque tengo la traba de haber sido un pedante insufrible en mi juventud a pesar de no haber escuchado Slipknot en mi vida o pensar que Linkin Park hace mucho que perdió el norte. Cuando, con cuatro años, mis amigos escuchaban Parchís, a mí me daban vergüenza ajena y le tangaba a mi hermano las cintas de Loquillo, Deep Purple o los Rolling. Cuando en el autobús se cantaban canciones de viaje ocultaba la cara entre las manos, y he llegado a tirar literalmente -nunca mejor dicho- libros por la ventana por parecerme tan ridículamente infantiles que me da asquito tenerlos cerca. El último en volar, por cierto, fue el amigo Martin y su Danza de Dragones, que apenas llega a Chachachá de Lagartijas

 

¿Seguís ahí?

Estupendo. Con catorce años mis expectativas del mundo eran tan altas como bajas mis esperanzas en la especie humana. Se me rompió la Famicom y decidí abandonar las consolas por ser 'un entretenimiento para niños', me centré en la literatura, mi viejo spectrum -que tenía juegos más adultos- y, por supuesto, las chicas. Y cada año que cumplía me preguntaba por lo que significaba 'ser maduro' y decidía que ya había alcanzado esa meta a pesar de que los recuerdos de mi actuación en el año anterior, en ocasiones, me daban vergüenza.

 

Con 18 años empecé a salir con mi actual esposa y a compartir con ella estos pensamientos. Entre tanto hypterismo, que en aquella época se llamaba cinismo y hastío vital, ella supo reconocer mi pasión por los videojuegos, y me hizo volver a mi afición a la vez que compartíamos el mundo manga y empezábamos a trabajar en el mundo de la prensa del manga y el anime.

 

Pasaron cosas, no os voy a aburrir con más historias. Lo importante, lo realmente importante es que al cumplir los 23 me di cuenta de que todo eso de la madurez era -es- una soberana gilipollez. Mi padre me preguntó, al cumplir yo los 19, cuándo iba a dejar de jugar con esas 'maquinitas de niños', pero él ya ronda los 75 y todos los domingos se sienta a ver cómo 22 tipos en calzoncillos hacen lo mismo que cualquier crío de colegio en el patio y corren detrás de una pelotita. Mi hermana criticó las portadas de mis libros de Pratchett por su colorido, si bien ella nunca ha leído nada que se aleje de Crepúsculo, 50 Sombras o los viejos libros de 'WC' Andrews, y podéis cachondearos de mí por haber dejado de ver Hostel por puro canguelo, pero habrá que ver las pelis que adornan vuestra habitación. 

 

El tito Einstein

 

Como dato curioso, con 29 años, tras más de diez años de profesión dedicada al mundo del manganime, abandoné de una vez para siempre se mundillo. ¿Por qué? Porque terminó cansándome su reiteración de patrones y su aspecto, en ocasiones insufriblemente infantil. ¿Repiten patrones lo videojuegos? Pues por favor, no me hagáis hablar del manga. Pero no os confundáis, entiendo a los otakus y entiendo a quien sigue disfrutando la afición, soy yo quien ha decidido que ya no me llega, pero no por ello voy a intentar transformarla en lo que no es para que se adapte a lo que yo quiero. Esa, querido Dayo, es la causa por la que aún no nos hemos cosido a puñaladas: Porque compartimos un lugar común en el que ya estuve hace unos años. 

 

Ese complejo de abuelito cebolleta

Habla mi compañero del complejo de Peter Pan, y me temo que obvia ese otro complejo, el de abuelito cebolleta que ve el mundo a su alrededor y no comprende cómo 'la juventud' se conforma con algo 'tan infantil'. Como digo, entiendo su postura mucho mejor de lo que él mismo podría llegar a asumir, al fin y al cabo ha sido una postura propia para mí durante casi toda mi pre y post adolescencia. Es más, fijo que en algún momento también ha sido una postura en vuestras vidas. Cada vez que criticáis a alguien por escuchar reggeton, cada vez que os sentís más adultos por jugar a TLoU en vez de a CoD, cada vez que os sentís superiores a alguien por sus gustos y aficiones, estáis adoptando esta postura, estáis adquiriendo este complejo de 'abuelito cebolleta' sin daros cuenta, ni por un momento, que así le damos la razón a los que critican nuestra afición -cada vez menos- como 'cositas para los chiquillos'. Es un mal de la especia humana: 'lo que nos gusta mola y lo que no es para idiotas', si no fuera así, sería difícil mantener una afición.

 

¿Os acordáis de Theme Hospital o Theme Park? Llamad Theme Frontier a Papers, Please! y pierde toda su magia.

 

A mí me pasó, me sigue pasando, con la literatura. Me revienta entrar en una librería y darme de morros con la basura best seller de la semana, me revienta ver cómo las pequeñas editoras están siendo absorbidas por Random House -ahora Penguin porque suena más chachi-, y me revienta esa mierda de leer en eBook y perder el tacto de unas páginas de papel y de unas bibliotecas que, como la de Alejandría, tienen lo días contados. Así que os entiendo... Pero no debería ser así. 

 

Porque nuestra función es informar,

como mucho, como crítica, ayudar a reflexionar, pero nunca, jamás, educar. ¿Por qué? Porque para educar hay que ser maestros, y para ello antes hay que haber sido educado. No se puede educar en base a Dark Soul sin comprender su dimensión previa con Demon Soul, King's Field, Última y, remontándonos aún más, Zork y Adventure para PDP y la importancia de Moorcock, Silverberg o Jack Vance. No se puede hablar de El Señor de los Anillos sin conocer y comprender La Princesa y los TrasgosEl Anillo de los Nibelungos, La Odisea o el poema de Gilgamesh, y no se puede mencionar Star Wars sin comprender toda la tradición -cutre- de sci fi que hubo a sus espaldas y sus conexiones más que obivas con la Segunda Guerra Mundial. No se puede educar colocando el punto de información en el momento presente, como no se puede educar por tus principios y en base a tus convicciones. Eso es alienación -o así nos lo indican Philippe Pinel, Hegel, Michel Foucault y, por supuesto, el amigo Marx -Groucho no, Carl-. Esa alienación nos acerca peligrosamente a ciertos momentos de la historia en los que una élite ha decidido lo que era mejor para el pueblo. Y ya sabemos todos que eso nunca ha sido buena idea.

 

No todo es matar zombies y salvar el mundo a tiros, también hay que trabajar.

 

¿Quienes somos? ¿Qué es lo que queremos? Esas son las preguntas que nos plantea la búsqueda de la madurez, y pecan de algo muy gordo que no comprendo cómo se le ha podido escapar a nadie: El generalicionismo o el someter al individuo a la naturaleza de mero elemento componente de una masa no pensante, muy Ortega y Gaset. No se trata del 'quiénes somos', sino del 'quién soy', y no cabe el 'qué queremos' en esta trama, sino el simple 'qué quiero'. Individual, desligado y perfecto. Qué quiero como usuario, qué quiero como desarrollador, qué quiero como productora y qué quiero, en fin, como ser humano. Siendo tan distintos en nuestros gustos y elecciones... ¿Cómo podemos abogar por una forma única de producto que contente a todos? No se puede defender la libre creación y enjaularla en los parámetros de lo correcto y lo incorrecto, como no se puede hablar de un arte dirigido por la convicción de unos pocos, ni siquiera aunque estos pocos sean muchos ni dignifiquen a la especie con su inteligencia por encima de la media. 

 

Rompamos el doble rasero

¿Le queda mucho por crecer a la industria del videojuego? Es obvio que sí, y siempre es una alegría preocuparse por esta pregunta en vez de por esa otra de ¿le queda poco a la industria? de hace unos años. Pero alegrías aparte, una cosa es que le quede mucho por crecer y otra muy distinta tratar de marcar su camino en pro de lo que a mí me parece que debería ser. No deja de sorprenderme este doble rasero en una generación que trata con indolencia y amabilidad a un cine al que se le permite que casi la totalidad de su producción sea fast-food de palomitas y manta con alguna excepción para el festival del momento, rompiendo una tradición de calidad que ya ha quedado más que olvidada en el pasado.

 

El primer Operation Flashpoint fue guerra en estado puro. Eso sí, dificilillo.

 

Para terminar, me gustaría hacer una reflexión acerca de vuestras diversas respuestas al debate. No deja de ser curioso que seamos precisamente los que ya pintamos canas los que nos preocupemos más por ver cómo evoluciona el mundillo y aleccionar a los ususarios en que busquen más alá en el producto terminado, mientras sois los más jovencitos los que queráis obligar a éste a evolucionar hacia la madurez que vuestra convicción dibuja. Tal vez, como apuntaba Atticus, la madurez sea aceptar la propia naturaleza y no sentirnos mal por simplemente jugar a un juego -lo que parece venir intrínseco en el término- o tal vez los hijos de los setenta seamos víctimas de ese maldito complejo de Peter Pan. Sea como sea, os invito a jugar al MGRetro de hoy: The Great Scape. Estoy seguro de que aprenderéis un par de cosa acerca de una madurez que se ha perdido con el tiempo porque, a grandes rasgos, si se hubiera popularizado habría hecho peligrar la industria. No todo el cine puede ser Truffaut como no toda la literatura puede ser Tolkien ni todos los juegos pueden ser Telltale Games.

 

¡Nos leemos! 


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