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La emoción de sentir la llegada de una nueva generación

Poder decir "he vivido"
Por José Manuel Fernández "Spidey"

Qué cerca está el próximo salto generacional. Cuando uno ama con pasión el mundo del videojuego, un momento tal que así se torna inconmensurablemente pleno de emoción ante el torrente de sorpresas e inesperados matices que nos vamos a poder encontrar. Es entonces cuando uno, esperando un nuevo salto tecnolúdico de cara a las nuevas plataformas de Microsoft y Sony, retrocede en el tiempo para acordarse de aquellas vivencias que marcaron otros tiempos, momentos y épocas señaladas por el advenimiento de hardware refrescante y, en consecuencia, de poderosos juegos. De ese modo, se me viene a la memoria lo que he vivido con la presente generación, donde desde el mismísimo nacimiento de Xbox 360 he disfrutado -no sin sorpresas- de las maravillosas texturas de Kameo o del gran poderío de conversiones como Call of Duty 2, Condemned o Quake 4 (cosas de tener por entonces un PC de lo más humilde).

 

También he vivido, en plena era de las máquinas de 128 bits, la grandeza de una PlayStation 2 que se sobreponía al potencial técnico de sus competidoras a base de un catálogo sin igual y la más que cumplida promesa de ver aprovechado su hardware de manera inimaginable. He saboreado las mieles del primer Halo en Xbox y he alucinado con el poderío audiovisual de aquel Rogue Leader de Game Cube... sin embargo, nada de esto se puede comparar al momento en el que, por vez primera, pude contemplar con mis propios ojos el maravilloso espectáculo de un Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty que parecía auparse por méritos propios sobre todo lo existente por aquellos entonces.

 

 

He vivido, gracias a Sega y su Dreamcast, lo que es el tener un verdadero salón recreativo en mi propia casa. Más allá de la magia de Shenmue, el disfrutar de sus fidedignas conversiones (Sega Rally 2, Virtua Fighter 3, 18 Wheeler, The House of the Dead 2...) era un espectáculo digno de elogio que, de lejos, superaba a nivel técnico a todo lo que había por aquellos entonces en el mundo de las videoconsolas. No obstante, como vivencia me quedo con el hecho de haber podido jugar por vez primera a una máquina de estas características a través de internet. Con Dreamcast conectada a la red de redes recuerdo partidas absolutamente antológicas a Phantasy Star Online y a Quake 3, algo absolutamente inaudito para la época.

 

He vivido, de la mano de Panasonic, Atari y Nec, el fracaso en forma de inversión perdida, el apenas saborear una serie de máquinas que desde su mismísima concepción parecían estar sentenciadas a muerte. 3DO, Jaguar o PC FX sufrieron poco en comparación con los pobres usuarios que se atrevieron a invertir en ellas, consolas prometedoras sobre el papel pero insufribles ante una competencia que se comía el mercado sin compasión alguna. La vida está llena de momento buenos y malos, claro está.

 

 

He vivido, nuevamente de la mano de Sony, el renacimiento del mundo del videojuego. PlayStation logró que el ocio electrónico fuera más reconocido que nunca, algo que solo había conseguido Nintendo en la época de los ocho bits allá por tierras americanas. La vieja PsOne llegó para quedarse en miles y miles de hogares, mostrando al gran público la grandeza de algo tan sencillo como el disfrutar de los marcianitos sin tener la necesidad (y necedad) de tachar o ser tachados de raritos o frikis. Todo ello gracias a títulos tan populares como Pro Evolution Soccer, Gran Turismo, Tomb Raider o Resident Evil, que junto a uno de los catálogos más grandes de la historia hicieron que Sony se convirtiera en la reina del videojuego.

 

He vivido el sueño de moverme a través de un entorno tridimensional como pocas veces había soñado antes. Nintendo y su consolón de 64 bits lo consiguió gracias a Super Mario 64, y de paso, regalándome la posibilidad de hacer lo propio con Pilotwings 64, Banjo & Kazooie o Conker. No se podía esperar menos de la compañía que me diera tan maravillosos momentos con Super Nintendo (muchos de mis juegos favoritos están en esta máquina) o la vieja NES, siendo a todas luces lógico y comprensible el que una gran porción del público aficionado al videojuego tenga un amor desmedido por esta gran compañía.

 

Y antes de todo esto, he vivido mágicos momentos nacidos de los ordenadores personales, con máquinas de limitado potencial técnico que, sin embargo, fomentaban el uso de la imaginación hasta límites insospechados. He vivido el nacimiento de sagas, he visto los primeros pasos de Metal Gear, de Castlevania, de Dragon Quest y Final Fantasy... he escuchado las portentosas melodías de un Commodore Amiga repleto de grandes juegos y, por otro lado, de las penosas conversiones de US Gold. He asistido al nacimiento de esta industria a nivel doméstico, con esa vieja consola de Atari que aún se sostiene plenamente funcional. Y he jugado a los marcianitos con mi padre, cuando aún no existía aquello de colorear al píxel.

 

 

Por todo esto y por muchas cosas más espero con suma emoción cualquier noticia de la generación que se nos avecina. He disfrutado mucho recientemente de las revolucionarias novedades que pone sobre nuestras manos Wii U (mucho más de lo que lo hice en su día con Wii y su wiimote), pero no dejaré de tener ansia de conocimiento y mono tecnológico hasta que no tenga lo próximo de Sony y Microsoft enchufado a mi pantallón. Entonces, también podré decir que lo habré vivido


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