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La dulce tristeza de Final Fantasy X regresa el 16 de abril

La eterna despedida entre Yuna y Tidus
Por Adrián Suárez Mouriño

Un nuevo port de Final Fantasy X regresa, en este caso, para Switch. He rejugado este título un montón de veces ya, pese a ello, su nuevo advenimiento consigue devolverme las ganas de echarle otra run, ¿por qué? ¿Qué tiene este Final Fantasy que hace que sea tan especial?

 

Final Fantasy X, aunque ahora lo tengamos como uno de los mejores Final Fantasy, se comió bastantes críticas en su lanzamiento. El título es abiertamente lineal. A las claras te dice que su desarrollo es pasillero de principio a fin gracias o por culpa del peregrinaje que nos quiere contar. Los diseños de vestuario son arriesgados, el tablero de esferas es confuso y el blitzbol está desaprovechado. Todo eso es cierto, pero no por ello deja de ser un título fantástico, ¿qué tiene de mágico?

 

 

Los videojuegos de rol japoneses hacen muy bien algo que no manejan de igual modo los occidentales: la entrega de una ‘pena feliz’. Cuando Kairi y Sora se ven obligados a separarse, nos apena, pero a la vez nos resulta hermoso. Me gusta Final Fantasy X por lo mismo: porque es la historia de una continua despedida entre Yuna y Tidus; de hecho, el juego comienza con una puesta de sol, siendo el ocaso una forma habitual de representar un adiós visualmente.

 

Pero no solo Yuna y Tidus se despiden desde el principio del juego, también Auron intentando transformar al hijo de su amigo en un adulto, el propio Sinh y el mismo mundo de Spira que parece estar condenado a destruirse. La trama principal del juego habla desde el primer momento del final del relato, del punto al que hay que llegar, y eso es fabuloso, porque esa hermosa pena japonesa te abraza desde el principio.

 

Es por esta idea de concepto por lo que me parece que Final Fantasy X es uno de los más sólidos, tanto en su trama como en su mensaje, porque se dan la mano. También es el motivo por el que siempre me apetece regresar a él, porque es como meterse debajo de una cálida mantita en un domingo frío y en el que llueve.

 

Toda esta idea que aquí comento se refuerza con los viajes en el tiempo. Empezamos en una tierra prospera y tecnológicamente puntera, viajamos en el tiempo y llegamos a un lugar en ruinas, triste y decadente. Todo es oscuro, y comienza la despedida.


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