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La despreocupación de la industria por la conservación del videojuego

Prueba a jugar con tus consolas dentro de 20 años
Por Gracia Gutiérrez

A lo largo de la Historia, el artista o creador siempre ha intentado solucionar el problema del deterioro de las obras debido al paso del tiempo, investigando y utilizando los mejores materiales y técnicas durante siglos para que su huella en el mundo perdure. Esto se ha dado en todas las disciplinas artísticas excepto en el mercado actual de los videojuegos. 

 

La tendencia actual del videojuego se acerca cada generación más al voraz consumo que impera en la sociedad, donde lo importante es el ahora, lo de ayer queda obsoleto e irónicamente no hay preocupación por la perdurabilidad del producto en el futuro. No siempre ha sido así, puesto que a día de hoy muchos fans de los videojuegos se dedican a coleccionar juegos, consolas y accesorios de décadas pasadas como si de una colección de arte particular se tratara, y siguen disfrutando de los icónicos productos retro en sus casas porque hemos reconocido su valor cultural. También recientemente, muchos títulos clásicos, y no tan clásicos, han sido acogidos en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, pero debido al carácter de obra interactiva el lugar idóneo para ser rememorados debe ser el hogar de cada jugador

 

Curiosamente, la preocupación por fabricar productos de calidad que perduraran en el tiempo sólo se ha mantenido mientras los videojuegos se han tratado como juguetes, en el momento en el que éstos fueron reconocidos como cultura tomaron  prestados los modelos efímeros de la informática, la telefonía móvil y las nuevas tecnologías. Este modelo se basa en la constante actualización de productos y desecha periódicamente todo componente que queda obsoleto, en un claro intento de crecimiento de ventas infinito y por tanto insostenible. 

 

SegaMegaDrive

Prueba a jugar con tus consolas de última generación dentro de 20 años.

 

Sin entrar en detalles de lo frenético que resulta el modelo de consumo imperante en la sociedad, en el caso particular de los videojuegos podemos afirmar que se trata de una política que, por mucho que beneficie a las industrias a corto plazo, puede terminar con la cultura y la historia del videojuego a la larga. Pongámonos en situación: dentro de 20 o 30 años ya no se comercializarán Xbox 360 ni PlayStation 3, sin embargo se trata de una generación en la que muchos títulos han destacado y seguro que querremos volver a jugar en el futuro, pero es muy probable que pocas consolas de la pasada generación (y de futuras) sobrevivan tantos años como lo han hecho las primeras máquinas

 

Si a la mala calidad de materiales, o síndrome de autodestrucción, de las consolas añadimos la eliminación de retrocompatibilidad de los títulos, sólo nos queda rezar para que las compañías vuelvan a editar nuestros juegos, que pasada otra generación volverán a quedar obsoletos. Esta política de despreocupación por la preservación de la cultura del videojuego también se ve reflejada en muchas tomas de decisiones, como en la creciente tendencia del juego online, una opción que soluciona problemas actuales como la piratería pero que provoca nuevos. Sim City y su modelo de juego permanentemente supeditado a los servidores de Electronic Arts es un ejemplo de cómo buenos juegos se perderán en el futuro, puesto que llegará un día que la compañía cierre todos sus servidores. 

 

Si yo fuera desarrollador sufriría al comprobar que en efecto mi obra no perdurará en el tiempo, porque el modelo importado de las nuevas tecnologías puede funcionar con estas pero jamás con las manifestaciones artísticas. Quizá el problema es que ni ellos mismos se ven como artistas influyentes de un periodo histórico, quizá se siguen viendo como fabricantes de juguetes y por tanto no se preocupan de salvaguardar su legado.


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