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La delicada postura del redactor. ¿Por qué nos volvemos `haters´?

Otra de esas de periodismo especializado
Por Rafa del Río

El otro día, hablando de Oculus Rift, muchos os quejasteis de que estaba poco documentado, que el artículo estaba vendido, que hablaba de algo que me tomo a chiste (eso es cierto, aunque es un chiste de humor negro) y que todo era un lloriqueo de un niñato que quiere lo que no puede tener. Me hicisteis daño, tíos... Bueno, en realidad no, pero sí que me hicisteis pensar: ¿Por qué he elegido ponerme en el bando contrario de la compañía de Carmack, Iribe y Palmer?

Buena pregunta, para que lo entendáis voy a contaros mi vida. Os aviso por si os apetece pasar de seguir leyendo, que a veces me pongo muy pesado.

¿Seguís ahí?

Guay, no digáis que no lo advertí.

 

Redactor de Mundogamers

Cuando entré en Mundogamers, hace ya unos meses aunque tampoco una barbaridad, recuerdo que una de las pegas que el boss puso a mis artículos era que resultaban demasiado... 'positivos'. 'No te digo que esté mal, ojo, que luego nos llaman MundoHaters, pero intenta un equilibrio medio, no te pases con los epítetos'. Y es que, lo reconozco, cuando empecé a escribir en Mundogamers escribía todo como si fuera el puñetero comunity manager del juego a mencionar. ¿Sabéis cómo escribo en MGRetro o cuando hablo de CD Projekt RED? 'Este esperadísimo juego' 'clasicazo que sentó precedente e hizo soñar a toda una generación' 'compañía que se preocupa por el usuario de tíos mejetes a los que apetece sacar a bailar, invitar a una cena en un sitio elegante y luego, quién sabe'... Pues así escribía todo.

Al principio.

 

Lo más curioso es que esto de redactar sobre cosas no me pillaba de nuevas. Creo que va para 20 años que escribo de videojuegos, manga, cine o lo que me pille más a tiro. Supongo que el descanso de unos meses entre el anterior medio y este me aplatanó, o tal vez pensara que con la nueva generación la cosas iban a ser cojonudas, o quizá no me planteara el gasto que supone un juego para un usuario medio... Yo que sé, el caso es que estaba blandito.

Al principio.

 

Un cuatrolatas pariendo un deportivo.

 

Luego la cosa cambió.

Poco a poco me fui dando cuenta -recordando, más bien- de que las cosas no podían ser así. Oh, sí, Black Flag molaba cuando navegabas cantando salomas a pleno pulmón, pero ¿qué pasaba con los 'spider-horses' trepa árboles que saltaban por los edificios como el caballo de Enredados en el corto de la boda?  Watchdogs estaba chulo y lo disfruté, pero... ¿Acaso no tenía razón Dayo en que la historia se iba a la mierda por culpa del descuido de la compañía con los elementos integrados?

 

Y lo mismo podía decirse de todos, casi todos los títulos que estaban saliendo al mercado, con especial atención al panorama indie, que parecía estar en el punto ciego de la prensa que les permitía ser meros clones de los ochenta sólo porque son monos y sus autores no hacen daño a nadie. 

 

¡¡Ese no era el trato, Belcebú!!

 

Entonces empezabas a darte cuenta de cómo funciona a día de hoy la industria en relación con la prensa -creedme, ha cambiado en los últimos años- y a todo ese rollo del 'no hables de mi juego hasta que lo hayan comprado' se unieron los downgrades, las presentaciones de videojuegos en megamáquinas que ríete tú de Asimov -videojuegos que luego saldrán capados para esas megamáquinas- las mierdas internas de los estudios, los despidos, las acusaciones, la deslealtad...

 

...Y entonces un día, navegando por unas páginas que no deberías ves un vídeo que no deberías del gameplay que ha subido alguien que no debería tener aún ese juego. Y ves que todo lo visto antes es mentira, y piensas que el mundo debería saberlo, y se hace la luz ante tí, como cuando descubriste que los videojuegos sí que pueden ser arte...

 

...Ese día te conviertes en un hater.

O en mi caso, quienes me conozcais de mis viejos tiempos de Minami, volví a serlo.

 

Así que ahora os respondo a la pregunta: ¿Por qué he decidido ponerme en el bando contrario de Carmack, Iribe y Palmer? Porque alguien tenía que hacerlo, porque lo que estos tíos venden, por chulo que pareca, es, a día de hoy, humo, y porque por muchas ganas que tenga de realidad virtual, -y creedme, llevo leyendo sci-fi desde antes de jugar al spectrum con cinco años, así que tengo más ganas que tú, tú, tú y tú-, no voy a morder el anzuelo hasta que vayan por el tercer modelo y la cosa baje de precio. 

 

¿A alguien le cabrea que critique a Carmack por haber aprovechado las instalaciones de Zenimax Media para colarnos el producto? Que beba agua, lo hizo y eso está mal. ¿A alguien le cabrea que me ponga de los nervios que Palmer se subiera a la parra hablando del futuro de las comunicaciones con el casco en la cara? Que coma ajo, es una estupidez como un piano. ¿Te dolió que criticara a Iribe por arremeter contra la competencia de forma estúpida y prepotente? Pues así es la vida, alguien tiene que decir 'cuidadín', y ese día me tocó a mí.

 

Hijo, te pones de un tonto cuando no te dejan conducir...

 

El niño que soñaba con jugar al Spectrum

En toda esta evolución hacia el haterismo ilustrado de la que tan sólo me salvan de vez en cuando algunas compañías y mis viejos juegos Retros a los que puedo alabar porque ya nadie sacará dinero de nuestra ingenuidad, hay una cosa que nunca os he contado y, estoy seguro, os habrá pasado a muchos de vosotros.

 

En mi caso, como soy viejo, la cosa va de ordenatas de los años 70-80. También podéis poner aquí arcade o cualquiera que fuera vuestra primera plataforma. El caso, cuando era pequeño tenía un Spectrum en casa, regalo de reyes para los cuatro hermanos, aunque al ser el pequeño al final terminó siendo para mí. Mis padres eran muy vieja escuela y no me dejaban jugar entre semana, pasábamos el verano en el chalet de mi abuela 'sin tele ni ordenador', y para colmo los vejetes pensaban que los juegos se generaban de forma espontánea en la cassette y no hacía falta comprarlos.

 

Todo esto os hará suponer que jugaba poco, sólos los fines de semana y algún día festivo, eso sí, a piñón, y que no tenía lo que se dice muchos juegos -al principio, luego el intercambio y el trapicheo hicieron la cosa más llevadera-. Esto significa que los pocos juegos que me compraban al principio fueran puñeteros dones que caían una, dos o cuatro veces al año como mucho. Comprar un juego era un acto de fe absoluto, y si la cagabas y te llevabas a casa un ñordo, podías estar dándote de palos hasta varios meses después que cayera otro. 

 

 

Ahora hay alquiler, hay préstamos, hay intercambios y hay capullos como yo, peña que pone a parir a un juego para que sepáis lo que os váis a llevar a casa y no tengáis que pasar por esa frustración puñetera de haber tirado un puñado de pavos a la basura. ¿Nos pasamos a veces? Por supuesto ¿Es una putada para quien tenía el juego y no se había percatado de sus fallos? Posiblemente. Sin embargo los haters somos un mal necesario, una lacra aceptable, y si con nuestras palabras os hcemos sentir mal, lo sentimos, pero peor os sentiréis cuando veáis Unity en vuestras consolas si sólo habéis leído aquello que Ubisoft quería que supiérais. 

 

¡Nos leemos!


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