1. Mundogamers
  2. Noticias
  3. XONE

La aleatoriedad perfecta de Cuphead

Cuando la comprensión del escenario suple a la dificultad
Por Brenda Giacconi

Allá por 2017, después de varias presentaciones atractivas en aquel antiguo formato veraniego llamado E3, se estrenaba oficialmente Cuphead. En resumidas cuentas, el juego de Studio MDHR se basa en una combinación increíblemente imaginativa de aventuras ‘run and gun’ y animación infantil de 1920 aderezados con una banda sonora de jazz. Siguiendo esa línea periodística casi absurda de catalogar todos los títulos difíciles como “el Dark Souls de su género”, Cuphead destacó por su aparentemente elevado nivel de dificultad. Y sí, digo “aparentemente” porque, en mi opinión, no deja de ser una obra estricta que anima al jugador a concentrarse al máximo para vencer a todos sus enemigos.

 

Sirena boss en Cuphead

 

Por desgracia, muchos jugadores se negaron a aceptar esta simple realidad y tildaron la entrega de complicada y poseedora de una aleatoriedad tan grande que impedía el buen movimiento de Cuphead y Mugman, los hermanos protagonistas. Tampoco podemos culparlos, pues las batallas suponen una lluvia de balas, monstruos, trampas y otras triquiñuelas sorprendentes que merman los pocos puntos de vida con los que se cuenta. Pero esto no acaba aquí; todos los elementos de la escena se combinan para formar un momento de frenesí máximo: la animación rítmica y constante, la banda sonora imparable, el diseño de escenario único, los rivales rápidos y nuevos ataques enemigos en cada nivel. El conjunto de estos aspectos, que suceden al mismo tiempo en una única batalla, se adueña del usuario que, sugestionado por la rapidez general, pierde el control del personaje ante situaciones de esquiva milimétrica.

 

Porque Cuphead, dentro de su propia amalgama de figuras en pantalla, actúa de manera perfectamente mecánica. Hay escenarios cambiantes y enemigos con más de una manera de tumbarte, pero todo sigue su propio patrón. Y esta perfección impredecible se vuelve negativa desde la posición de jugador imperfecto que duda una milésima de segundo fatal antes de moverse, no ve venir el 100% de las balas o se distrae con las animaciones. El juego está perfectamente balanceado, pero se observan tantos elementos al mismo tiempo que se percibe como injustamente aleatorio.

 

Payaso boss en Cuphead

 

Al fin y al cabo, tal y como sucede en un título estricto, no hay más secreto que el de concentrarse y aprender todos los movimientos de un enemigo. Sabiendo desde el principio por dónde podría venir cada ataque, es más probable que se avance hasta el final de la lucha. Sin embargo, esto no significa que el estudio exhaustivo de un jefe sea una solución infalible, pues ni así está garantizada la victoria. Repito: el jugador imperfecto puede venirse abajo ante una supuesta aleatoriedad que no supo esquivar. Aún así, y con un modo fácil que alienta a observar detenidamente a los rivales, es un error tachar al juego de complicado tan solo por una sucesión mecánica de acciones ofensivas.

 

Supongo que esto es lo que tanto me gusta de Cuphead. Es perfecto y obliga al usuario a adaptarse a unas reglas estrictas, pero justas. Esto, combinado con el estilo artístico encantador, la música agradable y una originalidad que se percibe en cada fragmento de la pantalla, ayuda a que los niveles no terminen en un abandono, sino en un intento más por comprender esa “aleatoriedad” que lo hace tan especial.


<< Anterior Siguiente >>