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La adicción a los videojuegos SÍ es una enfermedad mental

Hay que saber diferenciar
Por Kysucuac

Parece que en estos días hay una muy buena noticia y otra muy mala. La primera, la buena, es que la transexualidad ya no es una enfermedad mental. ¡Ya era hora de que os dierais cuenta, gilip...! La segunda, la supuestamente mala, es que su sitio en el informe de la OMS (Organización Mundial de la Salud) va a ser ahora entregado a una enfermedad distinta, o eso dicen. Hablamos de la adicción al videojuego vista como una enfermedad mental. Los memes no se hicieron esperar, porque en las redes sociales somos mucho de esto, pero más allá de las discusiones y las bromas, hay que entender qué es la adicción real a los videojuegos y por qué es importante que la tengamos en cuenta.

 

Rasgar la superficie: el contexto

¿A qué viene que la OMS califique los videojuegos como algo peligroso, así, a grandes rasgos? Desde luego, no se debe a los debates que soléis tener por Twitter. El contexto nos traslada directamente a Estados Unidos (cómo no). Por si no andáis muy al tanto, el debate de las armas, si es que podemos entender que exista algo así, ha trasladado una vez más la atención a algo distinto a la licencia para ir armado y a los escasos controles que se realizan. En esta ocasión no ha sido la música del género metal, ni mucho menos Marilyn Manson. Esta vez le ha tocado, como tiende a suceder en los últimos años, al videojuego. Para ser más exactos, últimamente no hacen más que señalar a Fortnite. ¡Y con razón!

 

Fortnite se ha vuelto el juego más popular del momento. Todo el mundo juega a Fortnite, incluso vosotros, aunque no lo sepáis. Eso hace que los padres conozcan el juego, que este pueda salir en la tele y que se le nombre cuando un desalmado con trastornos mentales decide arrasar con un colegio o con su propia casa. Los padres se escandalizan, el Gobierno le pone nombre propio al problema y las armas, una vez más, quedan libres de todo pecado. Que tampoco es que las armas maten, como ya explicó Padre Made In USA (y eso que la serie ni tan siquiera me gusta).

 

Con Estados Unidos en pleno escurrimiento del bulto, es normal que la OMS presente un borrador en el que los videojuegos son los principales protagonistas. No obstante, aunque nos escueza, nosotros, los despiertos, los de los ojos abiertos, los que jugamos, debemos ser los primeros en aceptar esa adicción como enfermedad mental.

 

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Porque no se trata de jugar mucho, se trata de no dejar de jugar

Con el fenómeno de los esports cada vez más presente en nuestras vidas, es lógico que nos de por pensar en los adictos al videojuego. Esos jugadores semi-profesionales que se llevan horas jugando al LoL. ¿Y qué hay de los profesionales, de los pr0? ¿Habéis visto cuántas horas al día tienen que entrenar? No obstante, debemos ser los primeros en ser capaces de entender en qué consiste esa enfermedad mental que nos describe la OMS.

 

La adicción al videojuego sí es una enfermedad. Y no lo es por los del “jijijaja, qué viciado estoy a esto”, sino por personas que realmente tienen un problema. Como cualquier otra adicción, necesita ciertos tipos de atención para que el enfermo pueda llegar a tratarse y curarse. Hay personas que han muerto por pasar largas sesiones de juego sin apenas darse cuenta. Sí, y no es sensacionalista decirlo. Hay personas que han sufrido graves trastornos por no ser capaces de levantarse de la silla y dejar de jugar. Yo misma he estado en cierto límite una vez. No todos nos damos cuenta de ello. Pero basta con mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de que, aunque quizás no sea algo tan común como nos quieren vender, sí hay personas que deben ser atendidas por sufrir una enfermedad.

 

Esto tiene una parte mala, muy mala. Es la misma parte mala que tienen otros tantos aspectos de la vida que sufren de la desinformación de los medios de comunicación. La tele te dice que es malo que tu hijo juegue a videojuegos. Puede acabar siendo un asesino. Y aquí viene la parte mala: tú no te preocupas de ser capaz de controlar los hábitos de tu hijo o a qué juega, sino que optas por lo más fácil. Culpar al videojuego como un ente, no a ti mismo, al ser incapaz de saber lo que es el PEGI, a ver a tu hijo mientras juega para saber a qué juega o a ejercer cierto control. Y con control no me refiero a eliminar la privacidad de tu hijo, porque por muy joven que sea también la necesita. Con control me refiero a dejar de darle a tu hijo una consola o un móvil para que se calle. Pasar a establecer horarios, a saber cuándo decirle que pare, a ser capaz de buscar otras actividades. Al final, es lo mismo que culpar a los profesores (únicamente, matizo) de la falta de educación de los niños. Es lo mismo que culpar al videojuego, como única posible razón, de la violencia. Porque lo malo no es Fortnite ni las horas que puedas pasar jugando. Lo malo es no saber diferenciar. Lo malo es no saber entender.


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