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La absurda felicidad de vivir en el mundo de Pokémon

Si no has oído hablar de ella ni una sola vez, bienvenido
Por Bruno Louviers

Tienes diez años, tus padres te levantan y te llevan a ver un doctor que te da una criatura. Te incita a que batalles con ella a lo largo del mundo contra otros animales, salvajes y amaestrados a cambio de experiencia y dinero, es decir, apuestas. ¿Debo dejar los estudios? ¿Mi vida gira en torno a una extraña competición de criaturas con poderes místicos? ¿Abrasar a ese perro estará bien? Técnicamente, el mundo de Pokémon visto desde un prisma real es de lo más psicodélico… ¿Imagináis vivir en un mundo así?

 

Insisto: con diez años carretera y manta, y no vuelvas sin la Liga Pokémon bajo el brazo. Eso explicaría mucha de la gente que está parada en las esquinas de nuestro peculiar mundo… ‘¡Llevas los calcetines mojados!’, lucha; ‘El otro día me pareció verte en la televisión’, lucha; ‘¡TU MADRE ES P*TA!’, LUCHAS. Es un trauma que tus padres te echen de casa para competir con animales… ¿Te imaginas eso con peleas ilegales de perros o gallos? ¿Hay tauromaquia en el Mundo Pokémon? ¿Llevan a los Tauros al Centro Pokémon y los devuelven a la plaza?

 

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No, en serio, es una sociedad Pokémoncéntrica, con doble tilde, en la que todo el sistema político, financiero, educativo y deportivo gira en torno a lo mismo: los bichos. En eso y en la venta de bicicletas y patines, ya que del resto se encarga la explotación animal en todos los sentidos. He visto centrales eléctricas funcionando gracias a centenares de Voltorbs y cuevas generando guano de Zubat para todo el universo. Luego te sorprende que existan dioses que rigen el orden de esas criaturas, su filosofía y universo, pero con una Master Ball random que te regala un viejo de la calle puedes meterte ese dios en el bolsillo y competir con él.

 

Competir, por cierto, en eventos en los que nada parece tener sentido, al menos a nivel deportivo: ¿Qué clase de campeonato es ese en el que tú te enfrentas a todo dios y parece no haber nadie más compitiendo? Es un poco como El show de Truman: todo ese universo está construido para que seas protagonista, y todos los personajes intervienen para que creas que vives en una falsa realidad, pero a la hora de la verdad, es una especie de show en el que puedes salir a otros mundos, competir con otra gente y hasta clonar tus criaturas.

 

Ese punto también tiene un punto filosófico de lo más delicioso: ¿Qué te impedía clonar Mewtwos como si te fuese la vida en ello? ¿Quién perdió a Mew debajo de un maldito camión? ¿Te imaginas que Florentino Pérez pierde a Cristiano Ronaldo debajo del asiento del cine y lo coge Sandro Rosell? Si te he visto no me acuerdo. El mundo de los monstruos de bolsillo es una representación grotesca de una sociedad podrida, pero muy feliz dentro de sus normas, peculiaridades y circunstancias. ¿Podemos decir lo mismo? Obviamente no.

 

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Todos los factores involucrados funcionan como un reloj suizo: todo está hecho a tu medida para que cuando entres en el punto X salte Y, y que cuando consigas A obtengas B. Sin conocerte nadie, te quiere todo el mundo y te regalan cosas, sin ton ni son. Palabras como ética o política no existen, y no parece importar en absoluto. ¡Qué felicidad! Los niños saldrán de la escuela sin saber dividir, pero diablos, qué felicidad, y si somos felices, ¿qué importa una división? ¡Qué sociedad! ¡Qué envidia! Ve tomando nota Wert, que dentro de las excentricidades propuestas, con la presente seguiremos sin saber dividir bien, pero al menos nos echamos unas partidas al Pokémon de turno.


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