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Kingdom Hearts III: cómo compartir los videojuegos con tus hijos

Intenso y emotivo
Por Rafa del Río

Ayer salía a la venta Kingdom Hearts III. Entre mucha emoción y hype, algún que otro idiota haciendo spoilers del que ya hablaremos otro día y la vaga sensación de terror por una secuela en la que tenía puesta muchas, tal vez demasiadas esperanzas, mi mañana pasó entre el viaje al Carrefour a por mi copia, la discusión con el cajero hasta que por fin encontró mi cheque ahorro de Navidad en la app y esa sensación de impaciencia contenida cuando ves llenarse la barrita de las actualizaciones y sabes que, de todas formas, aún te queda esperar a que la niña salga del cole, recojáis a su madre, comáis y termine la tarea. Un infierno que, después de 13 años esperando, se hizo como más llevadero. 

 

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Kingdom Hearts III está para ser compartido

No os voy a descubrir nada nuevo. La espera se hizo eterna pero mereció la pena: Kingdom Hearts III despliega, desde sus primeros minutos de juego, toda la magia de esta unión fantástica entre Square Enix y Disney que sólo los padres de Final Fantasy, Dragon Knight y Mickey Mouse pueden desplegar. No voy a contaros absolutamente nada sobre el juego porque quiero que lo descubráis vosotros mismos. A ser posible en compañía de los peques de la casa si los hay, y si no, con algún ser querido a vuestro lado: un amigo, vuestra hermana, vuestro novio... quién sea. Kingdom Hearts III está hecho para ser compartido a pesar de ser single player, para pasaros el mando y contarle a vuestros hijos por qué es este juego tan importante, para explicarle a tu pareja quién es éste o ese personaje o para compartir historias de cómo conocisteis a Sora, para llamar a tu compañero de aventura cuando se despiste y pase algo importante, para compartir sus animaciones y su música...

 

En mi caso, Kingdom Hearts III ha sido El Lanzamiento. Tras un vídeo cargado de flash backs que es una patada al corazón, con la niña mirándome con los ojos como platos porque no entiende por qué papá está emocionado con esos tíos de los pelos raros, o por qué mamá se ríe con los ojos brillantes, llegó el momento de las historias antes incluso de empezar a jugar. De recordar con mi pareja ese ahora lejano 2002 en el que me regalaba, por mi cumpleaños, una copia del primer Kingdom Hearts para mi PS2. Las viejas partidas en mi cuarto, con mi madre trayéndonos la cena mientras, entre golpe y golpe de la llave espada, mi pareja y yo hacíamos planes para irnos de casa, juntos, y empezar una nueva vida lejos de un Cádiz que amábamos. 

 

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Kingdom Hearts III y su magia temporal

En Kingdom Hearts III se unen los hijos de dos maestros de la magia, o tres si me permitís incluir a Enix como ente aparte. Con estos progenitores, es normal que su criatura trascienda su naturaleza de videojuego y sea más, mucho más, para quienes lo jugamos en su momento hace tantos años. Así, como pasa con las obras mimadas con cariño, con los videojuegos íntimos y personales, esta tercera entrega se convierte también en un acontecimiento a tener en cuenta que nos recuerda, casi sin quererlo, a esos otros momentos de nuestra vida en que estuvimos en contacto con sus anteriores entregas. 

 

Sólo por esto, aunque hay mucho más motivos, es necesario compartir Kingdom Hearts III. Con quien sea, pero si es posible, mejor con los niños. Con tus hijos, con los sobrinos o con los hijos de tu pareja. Más allá de los personajes Disney, de los divertidos diálogos y de las geniales situaciones o de su jugabilidad maravillosa hay un todo creado por melodías, momentos, sensaciones y emociones que en el futuro, cuando tal vez ya no estemos, recordarán a esos niños cómo conocieron Kingdom Hearts junto a papá, a mamá, a la tita, la abuela o su padrastro, y cómo fueron esos días geniales en los que juntos, con sus momentos felices y amargos, vivieron una gran aventura.

 

¡Nos leemos! 


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