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Juegos profundos, juegos simples y la percepción de la diversión

La importancia que le da cada jugador a su experiencia
Por Brenda Giacconi

Hay muchos videojuegos. Muchísimos.

 

Y algunos pensaréis que está todo inventado, o que el sector ya ha conseguido tocar todos los temas. Del steampunk al cyberpunk. De marines a piratas. Del medievo a los viajes espaciales. Todos y cada uno de ellos con una particularidad propia, una profundidad única presentada a través de una jugabilidad que nos transporta a una aventura.

 

Pero estas aventuras no se perciben igual. Las hay que dejan un hueco, un vacío existencial que sirve para observar cómo se ha desarrollado el sector a nuestros ojos. Y hay otros cuya propuesta mediante mecánicas dinámicas puedan resultar más atractivas para el divertimiento del usuario. No hay una combinación perfecta, porque cada jugador es un mundo diferente, por lo que el resultado final de una idea plasmada en el formato digital es un misterio, en lo referente a sensaciones, hasta el momento en que se ponen las manos en el mando.

 

Porque un título puede ser increíblemente profundo, ampliando el horizonte de la percepción propia, y, aun así, estar en una posición de favoritismo más baja que otra entrega que no intente adentrarse en aguas complicadas. O viceversa.

 

Death Stranding

 

La industria

 

Crecimos pensando que el sector del videojuego nos venía al dedillo, tan solo simples niños emocionados con cada héroe pixelado al que encarnábamos. Una industria que nos ofrecía momentos de entretenimiento dentro de aquellos universos en los que tanto nos hubiese gustado vivir. Sin embargo, ahora nos damos cuenta de la realidad. Un lugar más gris donde las empresas actúan, por lo general, de manera egoísta, y donde el dinero lo consigue todo.

 

De este modo, es evidente que se sigue la línea de otras industrias culturales y de entretenimiento presentando juegos comerciales a bombo y platillo que no suponen más que unas horas de diversión antes de centrarnos en el siguiente título. Por supuesto, aquellas empresas que se lo puedan permitir sacarán juegos que sigan las líneas marcadas por el éxito, con la posibilidad de que creen tendencias carentes de significado sustancial por tener como objetivo el número de ventas, como ha pasado con los Battle Royale. Esto no quita que haya decenas, si no cientos, de ejemplos de obras que despuntan entre la amalgama de productos.

 

Ya sea por la temática que se atreven a explorar, la originalidad de su diseño, la emoción de su historia o el mensaje personal, social o político que comuniquen (ejem, Cyberpunk 2077, ejem) hay videojuegos que dejan huella. Pero tampoco vengo aquí a repartir carnets de en qué se debe invertir el tiempo libre, porque cualquiera puede divertirse de forma válida con las obras de esta industria. Siempre y cuando no inciten al odio.

 

Keanu Reeves en Cyberpunk 2077

 

De juegos profundos y sus mensajes

 

Últimamente hemos reivindicado el papel de los videojuegos como medio de difusión de problemáticas sociales actuales o disyuntivas políticas a través de la virtualidad. No obstante, hay cientos de ejemplos que se alejan de esto y transmiten mensajes que rozan lo íntimo, tales como el honor con Ghost of Tsushima y Sekiro, y las relaciones interpersonales con Life is Strange. Algo que se intensifica en el terreno indie, con Sea of Solitude o Celeste para poner de manifiesto la importancia del cuidado de la salud mental.

 

Estas ideas, que se muestran a través de lo que parece una simple pantalla, acaban ejerciendo un tremendo efecto que se potencia a medida que se viaja por las capas de profundidad que pueda tener un título. Pero esta profundidad es un poco relativa. Cada jugador se tomará su tiempo en explorar y descubrir estos mensajes según su propio grado de implicación con la misma obra, y lo que ésta decida enseñar en sus términos más generales y particulares.

 

Batalla en Nier: Automata

 

Aún recuerdo que empecé Nier: Automata con la simple ilusión de controlar a una androide molona y gótica dentro del contexto de un futuro distópico salido de la complicada mente de Yoko Taro. Pero su manera de desarrollarse, la miseria que sentía a cada minuto que jugaba y su modo de transmitir la idea de que los finales felices no siempre ocurren, lo acabó posicionando como uno de mis juegos favoritos. Y puede suceder a la inversa: títulos como Dark Souls, que exponen un mundo oscuro y ferozmente mortal, pero con tantos matices que acaba convirtiéndose en ese entretenimiento al que siempre se vuelve para experimentar con nuevas formas de juego, aunque ya se sepa todo lo que ocurrirá en cuanto a historia.

 

Son partes de la esencia de una obra que realzan su valor, haciendo que el jugador la perciba como una aventura importante, tanto para jugar una única vez como para exprimir todo lo que puede ofrecer. Pero no son las únicas entregas que vale la pena jugar, pues se puede encontrar ese mismo valor en todas partes.

 

De juegos simples y su brillo inesperado

 

Los títulos que suponen un entretenimiento poco profundo y temporal también pueden quedarse fácilmente en la memoria. Podemos coger como ejemplo aquellos juegos que tanto respetábamos en nuestra infancia, pues aún hoy hay personas, yo incluida, que se emocionan cuando Link saca la Espada Maestra del Pedestal en Ocarina of Time, presentándose como un adulto. Técnicamente, no es más que la típica aventura legendaria, pero ese momento fue clave para que se plasmara en la memoria de cada jugador.

 

Templo del tiempo en Ocarina of Time

 

Y esto no ocurre solamente en las escenas más emblemáticas, pues cualquier juego simple puede convertirse en una obra importante cuando aparece en una etapa difícil en la vida. Así, no solo ganan un hueco en todas las referencias en cuanto a videojuegos que tenemos cada uno en nuestra cabeza, sino que hasta podemos considerarlos como los salvadores de una época oscura en nuestra vida individual.

 

Porque la simple y llana diversión solo es perceptible por la propia persona, por lo que uno mismo decide qué es lo que le llena como jugador. Y sí, hay obras más profundas y otras más sencillas, pero la jugabilidad y hasta la estrategia narrativa impacta de maneras distintas en cada uno. No hay una receta única para dar con el videojuego perfecto, ya que nosotros, como comunidad y como usuarios individuales, tampoco somos perfectamente homogéneos. Cada uno elige, juega y disfruta con lo que más le gusta dentro de tanta diversidad de videojuegos. Así que sí, hay muchísimos videojuegos. Y eso es genial.


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