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Judgment, Yakuza y la importancia del escenario para el videojugador fiel

Memorias de Kamurocho
Por Rafa del Río

A muy poquito de terminar Judgment, con el texto del análisis dándome ya patadas en la cabeza deseoso de salir al mundo cuando el embargo se levente éste jueves 20 de junio a las 15:30, no puedo evitar sentir esa extraña emoción que me produce cada nueva entrega de Ryu ga Gotoku, esa mezcla de interés por terminar su historia y tristeza por tener que volver a decir adios a Kamurocho. Un Kamurocho que es, para mí, un distrito más familiar y querido que muchos barrios en los que he vivido en mi vida real.  

 

 

Jyunrenka ni Ya-ah Kamurocho

Ya ha llovido mucho desde que un joven yakuza decidiera abandonarlo todo por lealtad y por amor y terminara dando con sus huesos en la cárcel por un crimen que no había cometido. Muchos años han pasado desde que pusimos por primera vez el pie en Kamurocho, ese barrio de luces y sombras en los que el crimen y la cara más sucia de un Japón que mira a occidente con la inocencia maquillando sus ojos quedan ocultos tras los grandes carteles de neón y las voces de los escorts que prometen un buen rato a hombres sin espíritu y mujeres sin esperanza. Contrapuesto a esa idílica visión que teníamos de Japón allá por los 90, Kamurocho se descubría en el primer Yakuza como ese barrio al que van las almas perdidas, ese callejón de los sueños rotos en los que se toca fondo y ya sólo queda hundirte para siempre o seguir nadando. 

 

Peleas, asesinatos, prostitución, delincuencia... Yakuza nos presentó un Kamurocho pintado con una leve capa de ingenuidad nipona en el que el mal podía tener cabida, y mientras avanzábamos por una historia de lealtad, honor y sacrificio muchos conocimos una parte de Japón que no sale en los animes de Studio Ghibli ni tampoco, curiosamente, en los mangas de Tsukasa Hojo. El thriller de Yakuzas dio paso a un Pilot Guides en forma de videojuego, y así conocimos la cultura y la moda, la gastronomía y extrañas curiosidades de un distrito igualmente extraño plagado de fenómenos tan irreales en nuestra cultura como los ya archiconocidos host-clubs y las champaing calls

 

Yakuza 6 kamurocho

 

Treinta años de evolución

Desde el primer Yakuza y posteriormente Yakuza 0 hasta el actual Judgment; desde 1988 a 2018, hemos sido testigos de treinta años de evolución de un barrio en el que las camisas de seda hawaianas y los tupés a lo Ritchie Valens no han pasado de moda entre los matones de la yakuza, pero sí la piel de serpiente, los estampados animales y las hoodies raperas de los jefes de las distintas familias. 30 años en los que el asador Kanrai, la hamburguesería Wild Jackson y el Kyushu Nº 1 nos han ofrecido los bocados más exquisitos, la cadena de tiendas Poppo nos han surtido de alcohol con los que comprar a los confidentes, los distintos cabaretes nos han ayudado a conocer a diversas chicas y los Sega Park nos han dado horas y más horas de diversión. 

 

Kamurocho ha cambiado en estos treinta años, como veréis cuando por fin podáis jugar a Judgment, pero hay rincones que permanecen intactos fente al paso del tiempo. Little Asia sigue en reformas tras los acontecimientos del año pasado, Kabukicho tiene nueva terracita nocturna y Kamuro Hills es ya una realidad, pero ahí siguen el Shellack, el Bantam, New Serene y Stardust para recordarnos que todo lo que vivimos con Kiryu Kazuma no fue un sueño y que, al final, Kamurocho es tan real como puede serlo Shinjuku a este lado del videojuego. 

 

Hay algo especial cuando un estudio consigue esta conexión entre su mundo y el videojugador. Un algo especial que se detecta en la sonrisa que esbozas al pasar junto al Don Quijote y escuchar su famosa sintonía, en la emoción que albergas al ver que tu nuevo hogar está junto al Kamuro Castle o en esa nostalgia que te invade cuando vuelves a pasear por el distrito Champion recordando mil y una aventuras ya pasadas. Si llegáis por primera vez a Kamurocho, preparaos para conocer uno de los mejores rincones del mundo del videojuego. Si por el contrario sois yakuzas veteranos, bienvenidos a casa. 

 

¡Nos leemos!


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