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JRPG: una generación para lamerse las heridas

Dragon Quest VII para 3DS
Por Toni Piedrabuena

Con Ni no kuni habiendo vendido 1,4 millones de copias en todo el mundo, con Arai, Yura y Uematsu unidos para producir el JRPG Project Phoenix y la avalancha de todos los juegos de rol japonés que están invadiendo PS3, con Tales of Xilia a la cabeza, cabe pensar que es un buen momento para un género que al comienzo de esta generación se tachó de muerto.

 

No ha sido una época fácil para las aventuras japonesas; lo que ya se nos advirtió con el irregular Final Fantasy XIII. Vapuleado por las propuestas occidentales de Bioware y Bethesda entre otros, el género favorito de muchos apenas pasó de puntillas sobre las estanterías de las tiendas de videojuegos. ¿Es por ello el éxito de Ni no kuni o la promesa de Project Phoenix, entre otros, motivo suficiente para aplaudir y alegrarse por el retorno de los JRPG? A medias.

 

 

No lo es del todo. Ni no Kuni es fantástico, pero no deja de ser una vuelta a los valores que ya triunfaban desde PSONE. El propio Project Phoenix anuncia que también será un retorno, pero no es una evolución, no es un avance o una progresión hacia alguna parte como sí lo consiguió el JRPG más fresco en años: The World Ends With You al que, tristemente, no se le dio más vida que la que tuvo en su día. Ah sí, una conversión a Ipad. Bien. Si lo pensamos, lo que ha sucedido es que nos hemos alegrado una barbaridad porque: primero, pararon de hacer JRPG, segundo: nos dejaron con mono y tercero: nos volvieron a entregar lo mismo que nos daban cuando se detuvieron. Se nos fue el síndrome de abstinencia y nos quedamos con una sonrisa en los labios.

 

Que quede una cosa clara: Ni no kuni es fantástico, un viaje increíble por un mundo de fantasía, y es lo que muchos pedíamos, siendo un perfecto fanservice para el amante del roleo nipón, pero se muestra un tanto pusilánime cuando se le pide profundidad y evolución en los elementos clásicos que presenta. Incluso los combates pecan de no ser capaces de ser más ágiles en la gestión de sus opciones; como dije, sin dejar de ser estupendos, pero títulos como Final Fantasy VIII, en 1999, eran más modernos que éste.

 

¿A un género que lleva más de 20 años siendo practicamente lo mismo a día de hoy no se le ha de pedir más? Pues sí, pero francamente, que hayan conseguido aparecer in extremis y tener protagonismo en esta generación ya es de agradecer. No sé vosotros, pero yo no le auguraba nada bueno a este emblema de lo nipón. Y al final lo ha tenido. Más que celebrar o pararme a pensar si en esta generación hemos tenido auténtico buenos juegos de rol japonés, me alegro de comprobar que se está recuperando positivamente. Aún es pronto para empezar a pedir innovación porque parte de la terapia para ser el que era pasa por recordar su identidad. Sin duda, la prueba de fuego para comprobar si las heridas han sido sanadas tiene un único nombre: Final Fantasy XIV. Mientras tanto, brindemos, porque la cola de fénix ha funcionado en el último suspiro.


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