He vuelto a mi pueblo de Animal Crossing tras dos años
«Hace casi dos años que no piso mi pueblo de Animal Crossing New Leaf y ahora no vuelvo porque me da miedo ver cómo me lo voy a encontrar». Este es uno de los testimonios más repetidos por todos aquellos que entre junio y octubre de 2013 estuvimos irremediablemente enganchados a nuestra vida bucólica, como alcalde entre animales.
Yo fui uno de esos, y por experiencias con anteriores Animal Crossing en los que volver tras un mes de ausencia te hacía ver tu pueblo perfecto convertido en un vertedero lleno de desconocidos, tenía miedo una vez más de volver a Frechen, mi pueblo de Animal Crossing New Leaf, y tener que empezar de nuevo de cero. Por eso creo que muchos pedimos un nuevo Animal Crossing (para Wii U, por ejemplo) antes que volver a retomar lo que damos como una causa perdida. Pero menos mal que está Canela.
Una de estas calurosas noches del verano de 2015 se me ocurre, «¿Y por qué no? Seguro que hay mucha gente con el mismo miedo a quien le viene bien que alguien dé el primer paso», y así fue, a una hora a la que no suele haber muchos vecinos por el pueblo, decido entrar, y Canela, siempre despierta, me recibe con sorpresa pero con una sonrisa, diciéndome que sin el alcalde no es lo mismo, pero que por supuesto ha intentado mantenerlo todo en orden en mi ausencia. «¿Qué te parece? ¿Empezamos? Preparando el pueblo...»
Por algún extraño motivo, no había guardado bien la partida la última vez que salí del juego, allá por octubre de 2013, así que Rese T. Ado me interrumpe nada más llegar. No me suelta el sermón, ya que le soy sincero y realmente no me acordaba muy bien de por qué no guardé correctamente, así que me recuerda el consejo fundamental. En la vida no hay reseteos.
Me doy una breve vuelta por el pueblo, lo veo lleno de hierbajos y pero con menos flores muertas de las que me imaginaba. Todas las obras civiles siguen en su sitio, y una carta del banco me dice que todo mi dinero ingresado (mucho, cabe decir) me ha dado unos intereses considerables en este tiempo. Nunca vienen mal 90.000 bayas más, aunque ¿para qué, si ya tengo todo lo que quiero? O lo que quería, porque menuda casa tengo. Había conseguido la puntuación de la AAD que quería para el premio, pero ahora la veo y no quiero una casa así, por sets predefinidos. Quiero mi propia casa, así que me veo con motivación para volver a empezar.
Sigo con mi vuelta por el pueblo y me encuentro con Gandulio, que en lugar de estar en su tienda de jardinería, porque está cerrada, está posado sobre una flor mustia, y me dice que el pueblo está lleno de hierbajos. ¿Por qué no los recogemos? Aparece un contador, y bien pensado, 70 hierbajos no son tantos. Estoy seguro de que en mi pueblo del Animal Crossing de GameCube llegó a haber muchísimos más, así que doy por hecho que, si, Canela ha hecho su trabajo lo mejor que ha podido.
En 15 minutitos tenía el pueblo limpio y con todo bien regado. Me vuelvo a merecer esa regadera de oro, y para colmo, Gandulio me regala un fruto delicioso, una naranja deliciosa en concreto, y vuelvo a la parte del pueblo donde estaban los naranjos para plantarla. Un minijuego único, un premio y una gran sensación de satisfacción son una muy buena forma de retomar lazos.
Sigo dándome una vuelta por el pueblo mientras me invade una mezcla de nostalgia y de ganas de volver a la isla a capturar escarabajos para venderlos. Iba al único sitio con ambiente a esas horas, a tomarme un café a El Alpiste, y me encuentro con el bueno de Aristo, un cabrón un poco borde que me sorprende con una gran muestra de afecto. Todo sigue igual, por lo que veo, y no ha habido mucho movimiento en cuanto a vecinos se refiere.
Se ha ido algún vecino, sobre todo una de mis favoritas, la alegre Minina. Chocolat me ha dicho que le apetece cambiar de aires, pero le he pedido que se quede y está contenta con la decisión. Me cae bien. Todo sigue casi como estaba, y eso siempre está bien. Buen trabajo una vez más, Canela.
Podía parecer como un simple recurso más para darle variedad a la saga, y cabe decir que Canela se ha hecho querer, pero que el fanatismo alrededor de ella es hasta desmesurado. Pero es mucho más que un simple personaje. Es una excusa que ha conseguido hacer de Animal Crossing New Leaf un juego realmente increíble e irrepetible a niveles mucho más profundos de lo que se puede apreciar con sólo unos meses de juego. Animal Crossing New Leaf se disfruta jugándolo, pero también tiene un punto de disfrute en el estar lejos de él y al volver, y eso es algo que pocos juegos pueden conseguir.
Varios días por el pueblo hacen que todo haya vuelto a ser exactamente como antes,... Pero quizá un poco mejor. Ya me he quitado la presión de jugar por completar objetivos, me he quitado las malas sensaciones de que el juego pueda tener un fin o de que la vuelta pueda ser traumática o aburrida, y ahora realmente puedo decir que juego por mí, porque me apetece, porque de verdad esa media horita al día en Frechen me hace feliz, y es de lo que siempre ha tratado Animal Crossing.
Me siento en la plaza del pueblo, veo pasar esos 'créditos' que representan los hechos importantes del pueblo, veo con cariño todo lo que pasó hace dos años y veo que ahora siguen ocurriendo cosas. Veo mi bandera y el himno de mi pueblo y siento el orgullo de que todo eso que me hace feliz lo he hecho yo mismo y perdura, y los habitantes de este pequeño mundo están tan contentos como yo. ¿Qué más se puede pedir? No quiero otro Animal Crossing cuando este es eterno.
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