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Hablemos con Spoilers: The Last Guardian

La importancia de un final a la altura
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Nota: En este texto vamos a hablar de The Last Guardian, de algunos de sus momentos más épicos y de su final. Habrá gordos spoilers para quienes no hayan culminado la gran obra de Fumito Ueda. Si no has terminado el juego o piensas comprarlo algún día, os recomiendo encarecidamente que no lo leáis. Al resto, si os habéis terminado el juego o no vais a haceros con él, bienvenidos. 

 

Hace ya unos días terminaba el que sin duda ha sido, para mí, uno de los juegos más bonitos, entrañables y significativos de la que en el futuro reconoceré como 'era PS4'. The Last Guardian culminaba su historia en la pantalla en un final que no por ligeramente previsto se hacía menos intenso. Con esa lagrimilla tonta que se te pone en el ojo cuando te gusta jugar a algo más que a tiros en la segunda guerra mundial con exo-armaduras, me hizo ilusión comprobar que mi hija y mi mujer tenían la misma expresión ante el final acongojante de un juego que, aunque corto, está claro que voy a recordar toda la vida

 

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¿Qué es The Last Guardian?

The Last Guardian es, como suele pasar con los juegos que tratan de alcanzar tus sentimientos, una de esas obras que dejan la puerta abierta al cinismo más absoluto o a la más farragosa de las adulaciones. Siendo cínicos, la obra de Fumito Ueda es una secuencia de puzzles de dificultad creciente con pocos retos serios en los que se dan algunos fallos de cámara y de IA que pueden estropear la experiencia y que tiene por protagonistas a un bicho gigante y un niño.

 

Un análisis crudo al que podríamos añadirle algunas pinceladas tecnicas, como la diferencia entre el hyper-realismo de la criaura inventada frente al estilo anime muy en la línea de las primeras obras de Studio Ghibli del niño. Entornos evocadores realizados a pinceladas podrían darse la mano con las técnicas de narración que se usan con los movimientos nerviosos del niño o la exporesión de angustia de Trico. Pero ni siquiera así estaríamos llegando al núcelo que hace de The Last Guardian algo tan especial. 

 

No somos robots, y está claro que más allá de sus mecánicas y su forma como videojuego, The Last Guardian tiene un alto componente sentimental en el que basa gran parte de su gancho y que, como es obvio, no va a llegar a todos por igual. Está en la línea de ese primer ICO con el que Ueda comenzó a enamorarnos con su trabajo, especialmente en cómo su sencillez podía llegar a transimitir tanto. También podríamos ponerlo a la altura de Shadow of the Colossus en cuanto a sus entornos melancólicos e historia, pero no tanto en su nivel como videojuego, ya que éste incluía unas mecánicas de puzzles en forma de lucha contra los colosos que posteriormente serían imitadas por muchos estudios.

 

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La importancia del final 

Como en toda buena obra destinada a emocionar al público, The Last Guardian tira de los pasos necesarios para que vayamos conociendo su historia casi sin darnos cuenta, empatizando con sus personajes y comprendiendo el lazo que los une mediante las sencillas fases de conocimiento, comprensión, amistad y lealtad, con un punto álgido en este último apartado que forma la parte final del juego. 

 

Todos los momentos vividos en compañía de Trico y el niño parecen cobrar sentido la primera vez que vemos a la criatura comerse al niño en una escena que nos pone los pelos de punta y nos lleva a sorprendernos y horrorizarnos esperando a ver qué pasará a continuación. Entonces viene la historia en forma de flashback y una de las partes más bonitas del juego, cuando Trico intenta salvar al niño y reanimarlo en una de las animaciones más entrañables que he visto en un videojuego.

 

Llegados a ese punto, fortalecida la relación de ambos personajes por ese lazo común que va más allá de la necesidad mutua, el juego profundiza en la relación de ambos y aumenta el nivel de amenaza y crecimiento de los personajes, hasta el momento 'del principio del final' en el que el niño cae en las garras de un Trico malvado y nuestro emplumado amigo lo salva. El aumento de armaduras animadas y la posibilidad de enfrentarnos a ellas con nuestro escudo para salvar a nuestro amigo va desembocando, poco a poco, en el momento estrella del juego en la azotea de la torre blanca, la derrota final del Señor de la Montaña y la caida de los Tricos malvados.

 

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Es entonces cuando empieza el final, el final de verdad, el final que nos lleva a ver a ese Trico magullado, con un ojo semicerrado, agonizante tras ser atacado por su familia y con la cola destrozada, llevar cuidadosamente al niño en sus entrañas para, una vez más, devolverlo a la vida, esta vez fuera de peligro en la aldea de la que el niño fue robado. 

 

La tensión del momento es apabullante, el corazón en un puño esperando que en cualquier momento uno de los aldeanos ataque a Trico y este sea el momento en el que el resto de la aldea siga su ejemplo y termine el juego con una desesperanzadora masacre. Pero no. El juego vuelve a ponernos a los mandos del niño, casi inconsciente en brazos de sus padres, y por última vez llamamos a nuestro amigo, casi con un hilo de voz, y le rogamos que se vaya para que pueda sobrevivir. 

 

La sensación final, tras todo el tiempo invertido en el juego, es acojonante. The Last Guardian tiene un final a la altura, uno que no habla de secuelas y que, sin acompañarnos de la mano hasta el viejo canto del comer perdices sí que nos deja lugar a la ilusión y al pensar en cómo habrá terminado, siempre para nosotros, la historia. Es este final el que hace que retires el disco de la bandeja y lo guardes en su cartucho negándote a venderlo, porque sabes que algún día querrás revivirlo, y es esto, al final y valgan las mil redundancias, lo que finalmente importa

 

¡Nos leemos!

 

Rafa del Río


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