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Game Boy: mi primera vez

Pura Dinamita y 40 en 1s
Por Toni Piedrabuena

Mis padres me compraron mi Game Boy un verano en Las Palmas. ¿Qué suponía para mí tener una Game Boy? Muchas cosas: los vicios al Pokémon iban a ser infernales; FIFA 98 me erizaría la piel con cada gol y la posibilidad, por fin, de pertenecer a una comunidad de jugadores que corría a las revistas del momento a devorar trucos e información. Recuerdo el gesto a la hora de comprar mi primer juego en las Canarias: uno debía ser tonto para no comprarse un cartucho de esos de 40 en 1 si valía un poco más caro que los cartuchos normales. Y así lo hice: cartuchazo de 40 en 1 con FIFA 98, Hugo (un Crazy Castle con el personaje del Telecupón), Alleyway, Tetris, Mario Land y... 35 repeticiones de los juegos nombrados. En todo caso, salía ganando, o eso pensaba.

 

Cualquier momento es bueno para recuperar el VHS de Pura Dinamita

 

¿Quién le iba a decir a ese Young Chan que esos cartuchos eran piratas? Recuerdo perfectamente mi pensamiento en el momento: “si se vende en tienda es legal”, una máxima que me traería problemas con estupefacientes años más tarde, pero eso no viene a cuento. En Barcelona me escapaba con mi amigo Edu (Arcadia Gamers y El Club Vintage) al Mercado de San Antonio para trastear videojuegos y Magic, y ahí estaba otro de esos cartuchos mágicos: Megaman World 1 hasta el 5 en el mismo paquete. Uno no era tonto: ese juego era la vida. Llegar a casa y comprobar que únicamente funcionaba el 3 se convirtió también en uno de esos traumas locos de infancia, ya que  solté un buen dinero por él.

 

Lo curioso es que ninguno de esos cartuchos... “sospechosos” copó mi mayor experiencia a los mandos de mi querida Game Boy: recuerdo la segunda parte del Dragon Ball japonés para la portátil de Nintendo que dejó lela a media clase. No entendíamos nada, pero se veía a Gokuh, y eso era más que suficiente. La fiebre Pokémon nos azotó en la cara a toda la chavalería del momento, y si tenías Game Boy estabas dentro de ese círculo; si no la tenías, te conformabas con ver la serie y te callabas la boca. Pero si algo me marcó y cambió para siempre mi forma de ver, comprender y entender los videojuegos fue un cartucho mágico llamado The Legend of Zelda: Link's Awakening.

 

La música, la música, la música

 

Una obra tan mágica que me quedo sin adjetivos para describirla. A día de hoy sigue siendo maravilloso, no ha perdido ni un ápice de su encanto, y creo que debería ser jugado por todo el mundo que ame nuestro universo. Recuerdo ir con mi inglés de 1º de ESO a mi profesora mostrándole algunos textos que no era capaz de descifrar e intentar sacar conclusiones con ella en pos de un camino incierto con Link con el fin de salir de la isla de Koholint. Inolvidable lo mucho que me costó acabarlo y el empeño y orgullo que mostré al no consultar, JAMÁS, ninguna de las guías o ayudas que se me ofrecían en el momento. De eso ha pasado ya más de trece años y aquí estoy, orgulloso de ello como el primer día.

 

Creo que nuestro trabajo es hablar y compartir nuestras expectativas al respecto de WiiU, pero me pregunto qué pensará el chaval de doce o trece años cursando 1º de ESO al recibir esa WiiU el próximo 30 de noviembre como regalo navideño anticipado. Ya os aseguro que la dará absolutamente igual el tema de los ports, el catálogo o lo complicado que parece jugar on-line con ella, y esa recepción inocente nos debería recordar lo maravilloso y bonito que sigue siendo el mundo del videojuego aunque algunos cabrones como nosotros nos empeñemos en negarlo con nuestros vómitos. La industria cambia, pero sus sentimientos y recepciones no lo hacen, y eso no debemos olvidarlo nunca.


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