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Final Fantasy XV y la importancia de los personajes secundarios

Cuando no todo te pasa a ti
Por Rafa del Río

Por mucho que hable de Final Fantasy XV siempre me quedará algo por decir. El puñetero decimoquinto episodio numerado de la saga inmortal de Hironobu Sakaguchi es tan complejo, completo y cuidado que no faltan elementos por comentar en su desarrollo según vas avanzando en la historia y en todo lo bueno que el equipo de Hajime Tabata ha tenido a bien narrar. 

 

Más allá de las mecánicas, los personajes, los fastuosos escenarios y los benditos chocobos, Final Fantasy XV esconde una de las mejores bazas de narración que he disfrutado en un videojuego en los últimos años. Algo que lleva años haciendo, concretamente 30, desde el primer Final Fantasy, y que ahora se nota más que nunca: 

 

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No eres el ombligo del mundo

Oh, sí, cuando empieza Final Fantasy puedes permitirte creerlo, ¿por qué no? Eres el príncipe Noctis de Lucis, tienes un séquito de amigos en los que no faltan el guardaespaldas, el mayordomo cocinitas y el bufón, y el mundo se abre ante ti porque vas a casarte con el oráculo y a firmar un armisticio entre dos grandes potencias miitares. 

 

Al principio, tu personaje es el centro alrededor del que gira toda la historia, pero pronto las cosas cambian y vas descubriendo que, en realidad, eres poco más que Seiya, el caballero Pegaso de Saint Seiya -a.k.a. Los Caballeros del Zodiaco-: Una justificación como otra cualquiera para mostrarnos a unos secundarios que tienen su propia personalidad y cuya lealtad no depende de tu rango, tu posición o tu naturaleza social, sino de la decisión de cada uno de ellos y sus propias motivaciones

 

Menudo chasco, ¿eh? Pero no hacen falta más que unas pocas horas en carretera para darte cuenta de que no eres el centro de la historia ni de lejos. Las conversaciones entre personajes son más ricas cuando Noctis no participa, y lo mismo sucede en los diálogos de grupo. Noctis tiene ese deje pijarrón y estirado, que hace que le cueste abrirse, como el típico empollón de serie anime, léase L de Death Note, callado y un poco a lo suyo. Y lo mismo pasa con las aficiones: Gladio defiende a los demás, está 'mazao' y nos ayuda con la supervivencia. Prompto es la diversión del grupo: cuenta los chistes, adora a los chocobos y hace las fotos que comparte de noche al acampar. Iggy es el mayordomo, cocina, da buenos consejos culturales y es una puñetera enciclopedia andante. Y Noc... bueno, Noc pesca. 

 

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Algo más que un saco de boxeo

Pero no me malinterpretéis, en ningún momento me quejo de esto sino que, al contrario, lo veo como algo estupendo y maravilloso a partes iguales. Noctis no es Lara Crot, ese saco de boxeo a quien parce sucederle todas las desgracias y que va de caida en caida como si su destino no formara parte de ella. Tampoco es el silencioso personaje de un juego de Bethesda que hace lo que quiere según la situación, ni ese Nathan Drake que no se entera de nada y que, como Lara, va de golpe en golpe recogiendo los tesoros que encuentra a su paso. 

 

Noctis es el eje de la historia pero no de la aventura. Es el motivo del viaje, pero no la pieza central del mismo, y mientras la historia avanza, sin querer haceros spoilers, seremos testigos de cómo la adversidad se encarga de otros personajes y cómo cada miembro del grupo tiene que soportar lo suyo. A la vez, las historias se van entrelazando y no tienen como protagonista principal al niño del pelo ceniza, sino que todos y cada uno de ellos van narrando sus vidas, sus intereses y objetivos, de forma más profunda incluso de lo que lo hace el upuesto protagonista principal. 

 

Otro punto genial del juego a tener en cuenta y que, como decimos, no es ninguna novedad en la saga. Ojalá ayude a inspirar a otros títulos y dejemos de sentirnos la última coca cola del desierto cuando ponemos las manos en un juego. 

 

¡Nos leemos!


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