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Final Fantasy XV da mucha importancia al tiempo

Girando en torno al mismo concepto
Por Julián Plaza

Si hay que quedarse con uno de los títulos de la serie Fabula Nova Crysallis elijo, a falta de meterme a fondo con Final Fantasy XV, a Lightning Returns. Su apuesta por ser distinto y alejarse del cánon del decimotercer título numerado de la saga le dan ese aire de rara avis dentro de una trilogía que aspiró a ser mucho y, con él, daba sus últimos coletazos antes de pasar a la estantería. En esta aventura el tiempo apremiaba, como si del primer Dead Rising se tratase, y el mundo podía salvarse o no de caer en un cataclismo.


Lo valiente de esta aventura de Square Enix era que aquí no había una melodía de los dioses que te devolviese al primer día; lo hecho, así se quedaba. Por eso me parece tan curioso que la producción más cercana en el tiempo a ella, la del príncipe Noctis y sus amigos, nos proponga un acercamiento que podría plantearse como algo diametralmente distinto. Final Fantasy XV empieza como un viaje, unos días de exploración en grupo que al poco tiempo se ven manchados por un terrible acontecimiento, uno que en ningún caso cambia el paso del tiempo como elemento central. Porque sí, la nueva fantasía final tiene mucho que ver con ello.


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Una oda al carpe diem

 

Aunque más tarde la trama deambule por otros derroteros y se vuelva más lineal, el principio de nuestra aventura se concibe como una despedida de soltero en la que el príncipe de un reino debe reunirse con su prometida. No hay fechas porque, al fin y al cabo, el príncipe manda. Ante nosotros se abre un mundo en el que Noctis y sus fieles acompañantes pasan el rato, acatan órdenes y se lanzan a lo que les pidas. Vale que el Regalia, nuestro coche, se estropea y la caminata inicial es forzada. Pero una vez recuperamos el control de nuestro vehículo de nosotros depende el ritmo con el que se nos vaya contando la historia.


Uno de los puntos clave para que el tiempo no sea un factor que nos limite es que no tiene importancia en la trama. Noctis debe reunirse con Lunafreya, sí, pero en ningún momento se especifica si es algo que tiene que pasar al día siguiente o a las dos semanas. Se sobreentiende que estamos ante los últimos momentos de verdadera libertad del príncipe, y es bien lógico que si tiene la voz cantante se termine llegando al destino cuando a él le plazca. Es un placer poder disfrutar de un mundo abierto donde no tenemos la prisa de tirar hacia adelante, donde marcamos el paso. Si el lugar indicado para hacerlo es un Final Fantasy o no ya es harina de otro costal.


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Lógicamente, es algo que no puede prolongarse todo el juego

 

Tras los primeros pasos en la historia principal (pequeño spoiler a continuación) nos enteramos que Regis ha muerto en el asedio a la capital. La corona ha caído ante el imperio. Noctis recibe esta noticia quedándose en shock, no vemos cómo le afecta en un principio. Pero en Square Enix nos permiten romper el carácter introspectivo del protagonista si nos paramos a dormir en distintos lugares, es decir, con el paso de los días. En muchos asentamientos se desbloquean pequeñas misiones o escenas con Prompto, Ignis o Gladiolus. Son momentos en los que Noctis se abre, partes en las que queda patente que la procesión va por dentro y que solo la podemos ver con el transcurrir del día a día. Porque el tiempo todo lo puede.


Más allá de la implicación en la historia, me gusta que el tiempo y la captura de cada momento se refuercen en lo que al principio se nos presenta como una road movie interactiva. Prompto capturará las distintas partes del día con su cámara, inmortalizando cada experiencia, e incluso podremos detallarle en qué debería centrarse. Tampoco hay que olvidar la manera con la que subimos de nivel: parando a descansar. Asimilar todo lo que se ha vivido requiere tiempo, un período de reflexión. No sé qué rumbo tomará posteriormente la historia, pero las primeras horas con Final Fantasy XV te ofrecen la libertad de marcar el ritmo y es algo que me encanta. Hasta los largos trayectos en coche tienen sentido.

 


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