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Fig ¿la competencia de Kickstarter?

Un exmiembro de Double Fine abre una plataforma de crowdfunding
Por Dayo

Lejos de que vaya bien o mal, de que se aprueben más o menos juegos, de las polémicas y los problemas, Kickstarter se acerca peligrosamente al monopolio de las campañas de crowdfunding. Haber, hay alternativas, como Indiegogo o RocketHub, pero no han logrado plantar cara al rey. Justin Bailey, exdirector de operaciones de Double Fine, quiere cambiar esto con Fig, su nueva página de crowdfunding. Bailey lo describe en una entrevista a GamesIndustry International como una plataforma exclusiva para desarrolladores de videojuegos, con más opciones para personalizar tu campaña y una barra que especifica en qué estado de desarrollo se encuentra el videojuego, lo cual está pensado para facilitar la comunicación entre desarrolladores y público y evitar malentendidos.

 

Sin embargo, su solución encierra varios riesgos y peligros.

 

El rasgo más llamativo de esta página recién estrenada es la opción de convertirse en inversor, y no sólo mecenas, del proyecto. La diferencia radica en que, además de contribuir al juego y su desarrollo, se toman perspectivas de futuro: los inversores se quedan con parte de los ingresos del proyecto. Bailey lo plantea desde una visión muy idealista: “Hemos disfrutado de una etapa para acercarnos a nuestra comunidad, y la comunidad ha invertido mucho dinero”, explica. “El que la gente quiera invertir parece una extensión natural y hará que el ecosistema sea más estable”. No hay que pensar mucho para que salgan los problemas; por ejemplo, esto va en contra de la filosofía del crowdfunding, no porque los mecenas no tengan derecho a ganar nada, sino porque conlleva unas ciertas connotaciones de libertad. Es algo que se repite en muchas campañas: “Queremos llevar a cabo este proyecto sin tener que someternos a las ideas de un comité, siguiendo nuestras propias directrices” y etcétera. Muchos de los proyectos que llevaron a la página donde está, como Mighty No. 9, Broken Age, Pillars of Eternity o el reciente Yooka Laylee, nacieron con una actitud de rebelión, de “si no podemos hacer estos juegos como queremos con el apoyo de un estudio, lo haremos con el apoyo del público”. Convertir al mecenas en inversor significa que la gente empieza a pensar en términos de ingresos y beneficios, y nace una presión por crear proyectos rentables antes que personales.

 

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Pero además de esto Bailey tampoco ha especificado cuál es el porcentaje que se llevarán los inversores, y aquí es cuando ambas partes pierden: si el porcentaje es muy bajo, entonces la mayoría de juegos apenas supondrán un ingreso significativo en sus arcas, pero si es demasiado elevado entonces se pierde el dinero que podría convertir a ese proyecto en un trampolín y Fig se convierte en una junta de inversores en constante cambio, un ciclo en el que tienen que volver una y otra vez. Tampoco especifica si hay un límite al número de inversores que puede haber por proyecto, y aunque en un principio sólo puede ser inversor aquél que contribuya con más de 1.000 dólares y que sea un inversor registrado en los EE.UU., Bailey quiere que en el futuro cualquiera pueda entrar, lo cual significa que cualquiera podría entrar a exigir un trozo del pastel.

 

Aunque la posibilidad de ser un inversor no es el único bache que tiene Fig por el camino. Bailey no ha especificado cómo se seleccionan los proyectos, pero la plataforma parece estar lejos de la filosofía aperturista de Kickstarter: por ahora sólo hay un proyecto en pie, Outer Wilds, y de hecho es la única página visible si uno intenta acceder a la plataforma. De nuevo es una fusión entre buenas intenciones y un potencial mal resultado, y aunque debería permitir que los proyectos que lleguen ofrezcan una cierta garantía de calidad y el mecenas se libre del hipotético mal trago por invertir en una campaña fraudulenta, al mismo tiempo podría limitar enormemente el número de proyectos y, por tanto, el interés tanto para inversores como para desarrolladores. Quizá si se convierte en una página que sólo produzca obras maestras y que se gana un renombre, entonces podría permitírselo, ya que todo el mundo se pegaría por estar bajo su ala, pero eso puede llevar años.

 

Y el tiempo es, precisamente, el último gran enemigo de Fig: Kickstarter ya ha llegado y ya se ha impuesto. Es el nombre que todos tenemos asociado al crowdfunding. Las otras páginas son “como Kickstarter”, los proyectos “abren un Kickstarter”, al hablar de crowdfunding sólo se habla de Kickstarter. La plataforma tiene una ventaja, no ya de años, sino de autores de renombre que la han utilizado para llevar a cabo sus proyectos soñados, y ahora mismo cuesta creer que alguien vaya a salir de la nada y resucitar una vieja IP en Fig. A menos que Hideo Kojima aparezca con una campaña de crowdfunding, es difícil que Fig consiga llamar la atención del público general. Lo más que puede conseguir es ganarse un pequeño renombre como alternativa, igual que los ya mencionados Indiegogo y RocketHub. Pero de nuevo, eso hace de la página una inversión menos atractiva para todos.

 

Sin embargo, si los últimos años han demostrado algo, es que debemos estar abiertos para lo inesperado. Fig acaba de empezar y todavía puede sorprendernos a todos. Siempre cabe esa posibilidad. Pero de momento, aquí y ahora, tal y como pintan las cosas, no tengo muy claro que se vaya a ganar un espacio como rival del actual campeón.


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