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¿Estamos en la década más oscura de la historia del videojuego?

¿Alguien puede quejarse de los noventa?
Por Toni Piedrabuena

Me queda una última sentada para acabar La generación que cambió la historia del videojuego, un libro del amigo Ricardo Martínez editado por Síntesis que trata de esclarecer, groso modo, la loca y maravillosa década de los noventa de nuestra industria. Os hablaré del presente libro y las formas en la que podéis hacer una copia a finales de la presente semana, pero antes quiero discutir un punto de la editorial en el que discrepo absolutamente y en el que hace una afirmación que me ha dejado en claro fuera de juego. Cito textualmente:

 

Son muchos los autores que en los últimos años han contado en diversas publicaciones esta primigenia historia del videojuego (refiriéndose Martínez a los setenta y los ochenta), aunque no tantos los que han puesto su mirada en aquello que vino después, en todo lo que ocurrió en los años noventa en la industria del videojuego. Una época menospreciada por muchos, que tuvo como protagonista un cambio gráfico agresivo y radical, que si bien no ha sabido aguantar bien el paso del tiempo, contribuyó en su momento a convertir al videojuego en lo que es hoy: el mayor medio de entretenimiento del siglo XXI"

 

Para comenzar, muchos de los problemas de los que se lanzan a hablar de juegos clásicos se acabarían si fuesen “muchos” los autores que han tratado los primeros pasos importantes del videojuego comercial entre las décadas de los setenta y los ochenta, y más si hablamos en cuanto a textos en castellano: no hace falta viajar mucho por los diferentes medios de referencia para ver que el trato de la época de los pioneros del hardware y el software es, prácticamente, territorio virgen. Segundo: ¿“Una época menospreciada por muchos”? Cualquier menosprecio a la década en la que Super Nintendo, PlayStation o Dreamcast nacieron acreditaría la incompetencia del firmante. Haznos un favor Martínez: dinos quién ha sido para señalarlo con el dedo hasta que se avergüence.

 

En todo caso, me he parado a pensar en la sorprendente afirmación de Martínez y he llegado a una conclusión: me estoy convirtiendo en uno de esos jóvenes viejos que tanto detesto. Los setenta fueron apasionantes: Atari, Pong, Baer, los Ray Kassar, Warner Brothers... Una época dorada con muchos momentos dignos de reseña. Los ochenta son caos y resurrección: la crisis del 83, los micros, desarrolladores ingleses, garajes, nuestra edad de oro tan bien relatada por el amigo Jaume Esteve en su Ocho Quilates, la NES, salones recreativos... Brillante. ¿Pero qué clase de imbécil se atrevería a criticar los años noventa de nuestra industria? ¿Quién podría ser tan estúpido?

 

Más allá de los nacimientos comentados en líneas superiores, hablamos de uno de los momentos cumbre de nuestra historia. En una cifra os diré 1991. Me extiendo con la competición desenfrenada entre sistemas de entretenimiento de docenas de marcas, la normalización del juego portátil, el “Moral” Kombat y la violencia en los videojuegos, el Doom, una de las eras más excelsas del entretenimiento recreativo con producciones increíbles, batallas exclusivas, el nacimiento del E3, juego en línea, tecnologías increíbles accesibles desde nuestro comedor y una cantidad de historias, protagonistas, obras excelentes y sucesos prácticamente inabarcables para cualquiera, como seguramente ha comprobado Martínez durante la realización de su obra.

 

La cuestión es que la década del 2000 no le va a la zaga a ninguna de las décadas anteriores. ¿Otra cifra? 2007. La década en la que el videojuego cambió para siempre, se instauró como fenómeno de masas, revolucionó su forma de contar historias, su manera de jugar, disfrutar, consumir y, en definitiva, vivir nuestro ocio. No creo que nadie que hable en serio o se llegue a plantear el comentar con cierta lógica nuestra industria pueda desprestigiar ninguna de las décadas nombradas, ya que estaría haciendo un muy flaco favor a su credibilidad. Palmeros habrá siempre: no es la primera vez que leo críticas de retromemos a gente que se cerciora y se para a leer un libro para corroborar datos, pero permitidme que no pierda ni un segundo más con los que no merecen ser nombrados.

 

La cuestión, ¿por qué soy un repugnante joven viejo? Creo que la presente década es la única en la que podemos advertir un frenazo con respecto a las anteriores. Primero: se está tardando en ver saltos tecnológicos tan excelsos como en el pasado. Segundo: parece que nos hemos estancado en mecánicas y experiencias que datan, perfectamente, de la década pasada. Tercero: la competencia actual, comparada con la pretérita, es vergonzante; hemos pasado de comparar sistemas y conversiones totalmente diferentes entre sistemas a arrancarnos los ojos por la resolución de juegos mientras otros tarados gritan “master race, master race” y compran muchos juegos pero juegan pocos.

 

Obviamente es más fácil ver la historia cuando ha pasado: vivirla es más difícil que leerla. También puede que no seamos conscientes de algunos avances que se están gestando en algunas y que a toro pasado seamos capaces de entenderlas con una brillantez que hoy “despreciamos”, pero a pocos meses de llegar al ecuador de la década puedo afirmar que para un servidor, ha sido una de las más decepcionantes jamás vividas. O eso, o soy un joven viejo, que estoy cerca de los treinta y me estoy quedando calveras, que también podría ser. En todo caso, gracias por invitarme a la reflexión, amigo Ricardo.


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