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Eres bueno... pero no de mi next-gen

Mega Nostalgia
Por Kysucuac

Ante el acontecimiento y el lanzamiento de Xbox One, algunos de los estrenos lanzados la semana pasada han tenido recepciones algo decepcionantes, como suele ocurrir con prácticamente todos los estrenos generacionales. No obstante, uno de ellos, Dead Rising 3, que ha sido bien calificado por muchos medios, dispone de unas mecánicas algo obsoletas que lejos de parecer de next-gen parece llevarnos a tiempos pasados de forma involuntaria.

 

Imaginemos que Dead Rising 3 en la reseña que saldrá mañana acaba siendo un gran juego y es, como se ha llegado escuchar en algún medio anglosajón, el sleeper de la next-gen, ¿qué hacemos? ¿Qué conclusión debemos sacar a propósito de la obra? ¿Tiene que ver la valoración final del juego con la concepción del hardware en el que corre? ¿Acaba dependiendo también del factor tiempo y del momento en el que aparece?

 

No fue el caso del primer Dead Rising, claro

 

Pongámonos en situación: Fulanitochan se gasta 500 euros en una Xbox One y otros 70 en un Dead Rising 3. Llega a casa, conecta la consola, se come una instalación ultra larga y se encuentra ante sí un espectáculo de luces y color a todas luces deficiente que en nada parece la nueva generación tan celebradas por unos y otros. Dejando de lado la circunstancia que ha llevado a Microsoft a confiar en el desarrollo de Capcom Vancouver y obviando también los elementos que llevan a las firmas a hacer esas prácticas, ¿con qué cara se queda Fulanitochan cuando se ha dejado casi 100.000 pelas en ese combo?

 

La cuestión es que es un asunto que con el paso de los meses la generación va pasando y sumando nuevos desarrollos interesantes que acaban haciendo olvidar ejercicios que parecen haber llegado caducados. Me pregunto qué rol ocupa el hecho de que lo que podría haber sido un gran juego en la generación de Xbox 360 y PlayStation 3 acabe siendo una medianía pobre de Xbox One y PlayStation 4.

 

Y todo eso sin entrar, claro, en el papel que ocupa la reflexión que puede hacer el crítico versus el comprador que, horrorizado, ve cómo ha apostado por un caballo que vale igual que el ganador pero que va último por motivos ajenos a su propia existencia. Un debate complicado que depende en demasía del punto de vista del decepcionado o no, pero parece que somos demasiado condescendientes con juegos que, no olvidemos, valen más de 10.000 pesetas.


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