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Ensalzar el pasado para ensuciar el presente... y viceversa

Entre lo hortera y la caspa
Por Toni Piedrabuena

Muchos son los lugares en los que se habla de juegos clásicos y se defiende siempre una misma tesis: el pasado le da mil vueltas al presente, y en esos fueros vale el 'cualquier tiempo pasado fue mejor' como la moneda más valiosa. Hasta tal punto es así que la mera discusión acaba siempre entre pucheros por parte de unos y otros, normalmente, creciditos ya para andar paseando y administrando su ignorancia. Mejor o peor, el pasado es maravilloso, y el presente acabará siendo pretérito y ensalzando y olvidando las obras buenas y las malas, que de eso vive el fantasma del retro desde que existe.

 

Idealizamos el pasado, y la concepción de ese pretérito perfecto llega a cotas absurdas. No pienso entrar a debatir qué época era mejor: me considero de esos afortunados que sabe ver cosas buenas en la historia de nuestro ocio sin prejuicios, pero engañarse pensando que antaño únicamente brilló grandes obras es engañarse a uno mismo y pecar de una inocencia de tales proporciones que mereces ser señalado por la calle y pasar vergüenza. ¿A qué responde ese falso mito del pasado perfecto? A ensalzar, básicamente, únicamente lo muy bueno, lo bueno y lo terriblemente malo, olvidando las medianías y decepciones que acontecieron y de las que, oh, nadie se acuerda.

 

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Profesores de la vida: dan clase de cualquier cosa que se mueva. Expertos en todología

 

Vivimos una época similar en ese punto: cada año tenemos pinceladas convertidas en videojuegos que son auténtico arte y que terminarán siendo parte de la propia historia del medio. Eso sí, viviendo el día a día, salen juegos fácilmente obviables durante todo el año, pero como podría pasar con esos anónimos de los ochenta y los noventa, dentro de veinte años ni nos acordaremos de Aliens Colonial Marines o Power of Illusion: recordaremos Skyrim, Bioshock, Dishonored, Mario Galaxy, Portal, Mass Effect, Arkham City o los mejores capítulos de Assassin's Creed y Call of Duty.
De hecho, el enemigo de ese 'retrocarcamal' reside en su más pura antonimia, con jugadores negados e incapaces de poner las manos en algo nacido antes del siglo XXI... o de la década pasada.

 

Sorprendentemente, suelen ser menos irritantes que los primeros, pero también son una olla de prejuicios cocinada a fuego lento con un toque de 'tú te lo pierdes' que huele a kilómetros a la redonda. Es una auténtica lástima sacrificar auténticas experiencias inolvidables por un apartado técnico (el mayor obstáculo para ellos, normalmente) que no está a la altura de los tiempos que corren. Si lees el presente texto y te consideras del grupo reseñado, no dudes en hacer un esfuerzo: valdrá la pena conocer algunos títulos maravillosos.

 

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Un retrotalibán cualquiera, caballero de la santa Nocilla que mancha cada texto y reflexión sobre juego clásico

 

El ser humano, por hablar, vive en un enfrentamiento constante en cualquier lugar en el que se puede exponer su opinión. ¿No será mejor disfrutar sin destruir lo que gusta a tu vecino? Es más: ¿no estamos todos en el mismo barco? ¿Ensalzarán esos 'trogloditas del retro' los juegos presentes dentro de treinta años? ¿Serán capaces de desintoxicarse los 'grafiquitos de la pradera' de los frames por segundo y las físicas perfectas? Creo que les vendría bien a ambos grupos ampliar sus miras y disfrutar, de una forma más sana y menos hortera, de un ocio que es un privilegio poder disfrutar.


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