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En defensa de DMC

En el fondo, Dante no cambió tanto
Por Bruno Louviers

Las cosas claras, a mi me gustó DMC. No me gustó tanto como Bayonetta, porque es un mejor juego en su género; ni fue mi hack n slash favorito de 2013, porque ahí estaba Metal Gear Rising Revengeance; ni tampoco es mi Devil May Cry predilecto, porque el 3 sigue siendo mucho mejor; pero me pareció un buen juego, con una jugabilidad interesante, ideas bien llevadas en cuanto al plataformeo y el combate y, sobre todo, muy arriesgado y cautivador a nivel estético. 

 

Sin embargo, la gente lo odió y Capcom canceló lo que a todas luces pareció el nuevo comienzo de la franquicia. Una lástima, porque Ninja Theory tiene talento y es un estudio con buena gente – los he tratado y puedo decíroslo de primera mano, vaya – que se merecía poder explotar aún más su visión del mundo, que en el fondo era una gran crítica, a veces muy inteligente de la sociedad actual. Y ahí es donde entra mi defensa del juego, empezando por Dante.

 

El nuevo Dante no era en absoluto diferente del viejo: ambos son unos bocazas que van de malotes por la vida pero que tienen un corazón tierno y que pueden ayudar a los demás, con mejores o peores formas, para salvar el mundo de un mal mayor que él. Ambos personajes tienen las mismas convicciones, lo que pasa es que uno es un homenaje a los malotes de los años 80/90 y el otro lo mismo pero tomando la década posterior, los años 2000, como referente.

 

 

El rock está muerto, amigos, porque Jutsin Bieber dice ser rockero, de ahí que haya que hacer a Dante medio emo y ponerle a escuchar metal industrial y cosas más radicales. Si no podéis aceptar que cada época define a su estereotipo, y Dante es una burla de dichos estereotipos, el problema es vuestro, no del juego. 

 

Obviamente, nada de esto condiciona que la jugabilidad no estuviera a la altura, en cuanto a ritmo, variedad o dificultad, a la de Devil May Cry 3; pero también es cierto que tenía sus buenas ideas. Los códigos por color y el poder encadenar combos con diferentes armas, de diferente efecto y contundencia, con la pulsación de un solo botón y sin romper el combo, era algo sensacional. 

 

Y joer, estéticamente, el juego es una maravilla. Puede que no funcionara a 60fps en PS3 y Xbox 360, pero suplía esta carencia con un arrebatador mundo lleno de color, de movimiento y con escenarios que, pese a su linealidad, permitían disfrutar el pasillo porque, bueno, era un personaje más. Y los jefes, caray, pocos juegos tienen a día de hoy jefes no ya difíciles sino que supongan un buen puzle, y DMC los tenía. Pocos enemigos he visto en los últimos años tan entretenidos como Bob Barbas, quien para colmo era una mofa fantástica de Bill O'Reilly.

 

En fin, que tengo motivos de sobra para defender a DMC y me alegro de que vaya a recibir una remasterización – aunque ya sabéis que las remasterizaciones son caca y un recurso facilón y todo eso. Dejando a un lado que en PC ya se podía jugar en 1080p y 60fps, me crea curiosidad que hayan incluido más elementos de los viejos Devil May Cry en su jugabilidad. Quizá esta versión sea la definitiva y la que vuelva a conquistar a sus detractores, porque el paso del tiempo permite asentar la ira y permite ver con más claridad los hechos. 


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