El horror en los videojuegos es un invento que ha generado no pocos dividendos a las productoras que se atrevieron a apostar por ello. Aunque los más viejos del lugar pudimos vivir terroríficas experiencias de la mano de títulos como Aliens (1986, Electric Dreams) o Jack the Ripper (1987, CRL), no fue hasta 1992 cuando Infogrames sorprendió a propios y extraños con Alone in the Dark y su original puesta en escena, muy capaz de hacernos temblar ante los monstruosos desafíos de la mansión Derceto.
Después llegaría en 1996 Resident Evil, tomando según la propia Capcom las bases de Sweet Home, un RPG de 1989 con el misterio y el terror también de fondo. No obstante, y por mucho que dijeran los japoneses, los ya clásicos zombis de los padres de Street Fighter y Megaman bebían y mucho de Alone in the Dark. Y al igual que éste, llegaría a ser un éxito tremebundo que se extendió a lo largo de un buen puñado de entregas, siempre con el miedo como premisa fundamental. Ciertamente algo que no pasaría desapercibido por las desarrolladoras niponas, que se embarcarían a realizar acongojantes obras a la usanza de Clock Tower (que ya naciera anteriormente en Super Famicom), Silent Hill o Project Zero.
No obstante, en estos tiempos en los que el videojuego tiende a ser magnánimo con el usuario, el hacer sufrir a base de sustos parece haber pasado a mejor vida. Atrevidos lanzamientos como Dead Space o Siren Blood Curse adornan un poco las estanterías actuales en términos de terror, junto a la todavía activa Silent Hill y alguna sorpresa ocasional a la usanza de Cursed Mountain, The Calling o Ju-On: La Maldición. El resto de emblemas mainstream reniegan de sus orígenes y se centran en presentar una acción demasiado cinematográfica, como bien han demostrado los últimos Resident Evil o un Alone in the Dark que más que miedo daba risa.
Es por ello que, de querer sentir pavor frente a nuestras pantallas, nada mejor que dirigir nuestras miradas hacia los desarrolladores independientes, libres de ataduras comerciales que impliquen fabricar la misma estupidez una y otra vez sin, en definitiva, darle en última instancia al público lo que de verdad quiere. Así lo han demostrado títulos como Amnesia: The Dark Descent o Slender, programas alejados de las grandes productoras y que han logrado una aceptación sin parangón. Y eso lo han hecho retratando algunas de las experiencias más terroríficas del mundo del ocio electrónico, sin aspavientos y con mucha inteligencia.