El realismo de The Last of Us en su sistema de obtención de recursos
Regresando a 2013 (aunque también lo he percibido en esta última vuelta siete años después) recuerdo lo mucho que me sorprendió el sistema de obtención de recursos en The Last of Us. No era el primer juego que planteaba algo similar, pero sí uno de los pocos que apostó por un método realista, que a su vez encuadraba perfectamente con su tono e historia. Aunque sigo pensando que el núcleo de la obra son Joel, Ellie y su relación (puedes eliminar todo lo demás y seguirá funcionando), estos detalles ayudan a que lo sigamos sintiendo como un videojuego especial.
La situación del mundo obliga a recoger recursos por el escenario que nos ayuden a sobrevivir. Con ellos es posible craftear en tiempo real botiquines, artilugios o armas que nos ayudarán en las peores situaciones. Ir preparado en todo momento se convierte en una obsesión porque nunca sabes cuándo tendrás que enfrentarte al peligro. Una de las fantásticas decisiones tomadas por Naughty Dog fue plantear el crafteo en tiempo real, sin pausas, obligando a ir siempre preparado para no tener que hacerlo en pleno combate salvo necesidad. Por eso la exploración tiene sentido en el juego y por eso las zonas vacías de enemigos, conflictos o puzzles se siguen notando estupendas: recoges elementos necesarios para tu futura supervivencia y disfrutas de los diálogos que se producen entre los dos protagonistas. Ambas son partes fundamentales de la experiencia.
Pero esto va más allá cuando nos damos cuenta del realismo que se plantea en la ubicación de estos objetos. En The Last of Us siempre encontraremos recursos en lugares naturales y orgánicos la mayor parte de las veces. Es normal que encontremos trapos entre la ropa sucia o entre los cadáveres, al igual que localizar agua en zonas habitadas o en construcciones como la del refugio subterráneo (donde hay una máquina que recolecta el agua de la lluvia). Mires a donde mires encontrarás recursos en lugares que tienen sentido, aportando algo más a la impronta realista que quiere plantear el juego.
Naughty Dog, como es normal, no consigue ser coherente en la totalidad de ubicaciones de sus objetos, pero es normal que encontremos munición o ciertos recursos tirados en cualquier lado en diferentes momentos. Esto se debe a la pura concepción del juego: no puedes dejar al jugador indefenso o sin los recursos mínimos para que pueda superar el siguiente tramo. Eso no pasaría en la vida real, pero un videojuego debe ser justo y divertido.
Y no deja de ser increíble que The Last of Us, en 2013, planteara este tipo de sistema de obtención de recursos, realista y sorprendente. No hubiese costado nada inventar otro tipo de procedimiento, menos natural y más útil, sin que los jugadores lo hubiesen interpretado como algo malo. Pero la grandeza nace de los pequeños detalles. De encontrar una botella de agua en un lugar con sentido, o abrir el cajón de una cocina para encontrar un cuchillo. Casi todos los objetos están situados con inteligencia y demuestra que las diferentes partes del estudio trabajaron codo con codo para ofrecer una experiencia como esta.
Fijaos en vuestra próxima partida y comprobaréis que no hay un solo elemento que no esté situado con inteligencia. Incluso las botellas o ladrillos que utilizamos para crear distracciones o combatir se colocan en lugares con sentido la mayoría de las veces. Un elemento que años después The Last of Us sigue abanderando sin que muchas otras obras hayan tomado verdadero testigo.
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